En San Marcos Sud, los médicos señalan que han crecido
"demasiado" los casos de cáncer y lo atribuyen al uso desmedido de
agroquímicos.
San Marcos Sud. Trece muertes por cáncer en lo que va de
2011 en una población de tres mil habitantes es un dato que inquieta en San
Marcos Sud. La cifra surge de la estadística del Hospital Vecinal, cuyo
director Raúl Martín, afirma que la situación es “peor año tras año” en este
pueblo del departamento Unión, en plena zona agrícola, a 217 kilómetros al
sudeste de Córdoba.
El médico afirma que constantemente se detectan cánceres de
tiroides, colon, cerebro, testículos y ginecológicos. “Los tengo con nombre y
apellido. Todos son conocidos, vecinos o amigos”, apunta.
En 2002, los fallecidos por cáncer fueron tres sobre un total
de 31 muertes en el pueblo. Nueve años después, asegura que fueron 13 sobre 31.
Esa cifra alarma.
El médico interpreta que las patologías están directamente
relacionadas con el uso indebido o exagerado de agroquímicos. A esto, Martín
agrega más casos de nacimientos con complicaciones y muertes prematuras, que
llegan a una por año, y hasta dos abortos espontáneos por año antes de los seis
meses de gestación.
“Es demasiado para una población con tres mil habitantes”,
opinó.
En la década pasada se generó un grupo ambientalista local
que logró algunos cambios en el manejo de sustancias peligrosas, pero los casos
se siguen multiplicando. Nora Murcia es nutricionista y le diagnosticaron
cáncer de tiroides. Es una de las voces que reclama medidas definitivas para
detener las fumigaciones en campos pegados al pueblo.
Mirando al este. Cuando ese grupo se movilizó, años atrás,
llegó a localizar en un plano cada problemática. De la calle principal hacia el
este, en cercanías de campos que fumigan al lado de la zona urbana, se
concentraban los casos de cáncer y malformaciones. Las alergias, en tanto,
aparecían más hacia el oeste, próximas a la planta de una cerealera.
María Esilda Pagnone es médica y se volvió de Buenos Aires a
su pueblo natal en busca de un ambiente más amigable por leucemia. Es otra de
las voces que busca reinstalar la discusión por el impacto de las fumigaciones. María trabaja de auditora en el Pami y asegura que los
inconvenientes de salud son comunes en la zona.
“Recorro clínicas de Saira, Noetinger, Leones y Marcos
Juárez. En todas pude constatar el aumento de casos de cáncer de próstata y
colon, y en gente joven”, señaló la médica, en un marco de preocupación.
Agua a cielo abierto. Ella cree que la clave está en el agua
que se toma en la zona y pide que al menos se investigue. “La planta
potabilizadora que está a cinco kilómetros del pueblo tiene los piletones a
cielo abierto, rodeados de campos en los que fumigan todo el tiempo”, afirmó.
Por cierto, en el pueblo muchos no comparten esas
preocupaciones.
Las mujeres más movilizadas argumentan que más de la mitad
de la población está relacionada en forma directa o indirecta con la actividad
agropecuaria y creen que eso condiciona los reclamos.
El médico Raúl Martín coincide: “la gente está preocupada,
pero es muy mansa”. Para él, “no hay voluntad política de cambio”, aunque se
esperanza en que las nuevas generaciones tomen conciencia.
“De otro lado”. Aldo Nin es un productor agropecuario que tiene
su campo pegado al pueblo, hacia el este. Afirma que no tiene previsto dejar de
fumigar porque realiza todas las prácticas dentro de la ley de agroquímicos.
“Cada vez que tengo que fumigar, pido permiso a la Municipalidad. Llevo
la receta de un ingeniero, con el producto que se va a utilizar, y un aplicador
autorizado lo realiza cuando corresponde. Tenemos la precaución de fumigar con
productos de banda verde, que son autorizados e inofensivos para la salud
humana. No voy a hacer nada fuera de la ley ni para perjudicar a nadie. Tampoco
voy a cerrar el campo”, aseguró al ser consultado por La Voz del Interior.
Sobre las inquietudes por casos de cáncer, opinó que “están
exagerando un poco”, y sostuvo que “si fuera real lo que dicen, ya no habría
más gente en el pueblo”.
Para Nin, el origen de las enfermedades hay que buscarlo en
otros lados: “Tenemos un basural a cielo abierto hacia el sur donde se queman
residuos. Cuando sopla viento de ese lado, no se pueden abrir las ventanas. Y
están los criaderos de cerdos y gallinas que tiran excrementos y sobras a un
canal pegado al pueblo y eso termina en el río. Esas cosas son más
contaminantes que las fumigaciones, que sí son controladas”.
Nin planteó que “no hay un estudio serio” que determine el
impacto ambiental y lo reclamó para “esclarecer lo que se dice”.
Restricciones
Ordenanzas locales. Una docena de localidades cordobesas
dictaron normas propias exigiendo más limitaciones a las fumigaciones en campos
pegados a las zonas urbanas.
Ley provincial. Esas normas locales fijan zonas de
resguardo, es decir, ciertas distancias respecto a barrios poblados en las que
se prohíbe toda fumigación. La ley provincial admite fumigaciones, con algunos
productos, y bajo ciertas normas de control, en campos pegados a pueblos.
Grupos. En una quincena de localidades se han creado grupos
de vecinos, identificados como la red Paren de Fumigar, que reclaman por estas
cuestiones y piden una nueva ley provincial que prohíba las fumigaciones aéreas
y limite más las terrestres.
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