lunes, 12 de diciembre de 2011

El Pilcomayo agoniza

Tres países comparten la cuenca pero ninguno se hace cargo de los gravísimos problemas que enfrenta, como la contaminación por minería y obras civiles. Los pobladores aborígenes ven amenazada su subsistencia.

El Pilcomayo no es un río sino un mundo, afirman los que conocen su compleja natura­leza e historia. Hoy, ese mundo se ve amenazado por el impacto que durante décadas han tenido diferentes factores naturales y humanos. El ecosistema del Gran Chaco corre peligro si no se toma una acción concreta y rápida.

Esta subcuenca trinacional que abarca 272 mil kilómetros cuadrados forma parte de la vasta cuenca del río de la Plata y es compartida por Bolivia (31 %), Argentina (25 %) y Paraguay (44 %). Viven en esa área 1.500.000 habitantes. De ellos, la mayoría pertenece a algunas de las 12 etnias aborígenes ribereñas (weenhayek, guaraní, tapiete, chorote, toba, wichi, nivakle). Muchas padecen extrema indigencia y ven amenazada hasta su propia supervivencia.

“Sólo tenemos puro silencio”, dice con pesadumbre Rosmery Herrero, desde su parrilla costera típica de Villamontes (Bolivia), a la vera del otrora majestuoso Pilcomayo. “Los pescadores no tienen para comer porque desa­parecieron los peces; en mayo cortaron la ruta hacia la Argentina perjudicando a mucha gente y el presidente Morales manda todos los meses alimentos desde La Paz. ¿Pero hasta cuándo? Villamontes completa está afectada; no hay qué poner en los camiones refrigerantes; los comerciantes dejaron de pagar sus créditos; muchos niños abandonarán la escuela... Aquí es la Capital Internacional de la Pesca y nuestros hoteles están casi vacíos, igual que 
los comedores. Los turistas huyeron ¿quién va a pagar 10 dólares por una porción de triste sabalito?”.

A pocos kilómetros de Villamontes, en la comunidad de Caipirendita donde se concentran los asentamientos de pescadores (son más de dos mil personas), en agosto una asamblea general reunió a la mayoría de los líderes zonales. Convocaron también a técnicos municipales y representantes de organismos no gubernamentales de Argentina, Paraguay y Bolivia; todos asistieron de manera urgente para buscar soluciones ante la catástrofe compartida de la desaparición del río.

Causas y efectos. Moisés Sapiranda, Capitán Grande del Pueblo Weenhayek, fue anfitrión y vocero de las peticiones de tantos bolivianos afectados por la crisis hidrográfica de la cuenca baja.

“No podemos esperar más y debemos aprovechar que en 180 años de democracia recién nos toman en cuenta ahora que bloqueamos la carretera... Pedimos encarecidamente a todos los que conducen las cancillerías de Bolivia, Paraguay y Argentina que se re­vise lo que se le hace al río aguas abajo. La ruta 28 y el Proyecto Pantalón impiden que los peces suban hasta nuestro territorio y hoy no podemos vivir de nuestro trabajo. Queremos pensar con esperanza y que no nos pasen por las narices con obras que nos perju­dican. No queremos emigrar, y por sobre todo ¡qué nadie politice nuestro hambre!”.

Desde la Fundación para la Gestión e Investigación Regional (Fungir), Luis María de la Cruz advierte que “hay que tener absoluta conciencia de que la problemática del Pilcomayo reconoce múltiples causas y obedece a una cadena de efectos sistémicos, es decir que todo impacta sobre todo”.

“Podemos afirmar que el Pilcomayo más que un río es un mundo; es el eje de un territorio compartido. Hay que hacer hincapié en la capacidad de gestión y monitoreo de las propias comunidades, potenciando en éstas la habilidad de comunicar a las respectivas cancillerías las crisis regionales para que tomen cartas en los graves asuntos de esta cuenca”, indica.

Entre las principales causas del dese­quilibrio ecológico del Pilcomayo, que acumuladas desde hace medio siglo desencadenan efectos devastadores en sus más de mil kilómetros de re­corrido (desde su naciente a los 7.500 metros de altura en los Andes bolivianos hasta los 250 metros en Misión La Paz, Salta) figuran: enorme proceso natural de sedimentación, erosión y colmatación de cuenca; contaminación, salinización, desertificación y el impacto de obras civiles en diferentes tramos del río.

Explica De la Cruz: “La erosión y sedimentación son dos componentes naturales del proceso formativo del Pilcomayo. El corriente erosiona las barrancas en las curvas (donde pega 
el agua) y deja sedimentos en la con­tracurva (del lado de enfrente), for­mando extensas playas. Lo que arrastra el río son vestigios de las posglaciaciones. Pensemos que el Pilcomayo tiene unos 20 mil años y fue este río el formador del Gran Chaco. Quizás uno de los mayores problemas es haberlo elegido como límite nacional entre países, ya que su curso no es seguro y 
al taponarse tramos de su cuenca 
aparecen riachos que conforman bañados y éstos muchas veces provocan inundaciones”.

Un dato de fundamental importancia es que el Pilcomayo es el río con mayor cantidad de sedimentos del mundo, con una tasa media anual de 125 millones de toneladas.

Respecto de la contaminación, ostenta el triste récord de tener la cuenca más contaminada del sur de América Latina. Desde su misma naciente potosina, continua y silenciosamente recibe los desechos de metales pesados de las colas mineras.

A veces esta noticia de todos los días estalla en un escándalo, como cuando se produjo la rotura del dique Porco de Potosí, que en el año 1996 provocó el vertido en el río de 360 mil toneladas de líquido tóxico.

Según un estudio de la Jica (Agencia de Cooperación Internacional de Japón), este río contiene un nivel de arsénico cinco mil veces superior al indicado como tolerable por la OMS y 99 miligramos de plomo por cada litro de agua, cuando lo aceptable es 0,05 miligramos por litro.

Por las sequías consuetudinarias el caudal aumenta el nivel de contaminación y salinización con la repercusión negativa en el medio físico (suelo y cursos del agua) y fundamentalmente en los recursos ictícolas.

El sábalo, alimento básico, trabajo y fuente de ingresos para una gran parte de los aborígenes bolivianos, ha disminuido fatalmente de 1.440 toneladas en 1986 a 474 el año pasado, con serias sospechas de que los peces contengan en sus espinas y branquias concentraciones de cadmio y plomo más allá de los valores medios aptos para el ser humano.

Pero las voces más encendidas de la asamblea de pescadores en Caipirendita coincidieron en que el Proyecto Pantalón (sistema hidráulico que reparte aguas entre Paraguay y Argentina a la altura de Formosa) y la obra hidrovial del terraplén de la ruta 28, también en dicha provincia, son las causales fundamentales de la paupérrima pesca en Bolivia, ya que los cardúmenes de sábalo no pueden migrar río arriba después del desove en el Bañado La Estrella.

A mediados de noviembre pasado, en el marco de la Semana de los Pueblos Indígenas en Bolivia, nuevamente se reunieron en una muy representativa asamblea en Villamontes, los delegados de la orcaweta (organización de capitanías weenhayek y tapiete), cuyo capitán grande y presidente, Moisés Sapiranda, expuso cómo a través de los años son más dramáticos las condiciones en las que viven miles de personas a raíz del desequilibrio ecológico del Pilcomayo. Sapiranda reiteró una vez más la denuncia por falta de voluntad política por parte de los diversos niveles de gobiernos para dar solución a la compleja situación que 
los apremia.

Dragados de sedimentos, obras de ingeniería que garanticen el normal flujo de las aguas, lagunas artificiales en territorio boliviano para pesca, monitoreo de las comunidades sobre la cuenca del río, trabajo en redes entre ONG y estados y la intervención efectiva de la Comisión Trinacional para el Desarrollo de la Cuenca del Pilcomayo, serían algunas de las soluciones propuestas por los diferentes damni­ficados. Todas ellas son de alta com­plejidad, pero el gran desafío para detener la agonía del gigante río de los pájaros.

"Los estados no miran la cuenca como un todo"
Schlager, profesora asociada en la Escuela de Gobierno y Políticas Públicas de la Universidad de Arizona (Estados Unidos) sigue una línea teórica que propone establecer contratos vinculantes entre todos los actores del conflicto que los obliguen a cumplir acuerdos iniciales con estrategias de cooperación formadas por ellos mismos.

Entre las asistentes a la gran asamblea de los aborígenes adscriptos a la orcaweta (organización de la capitanía weehnayek) en Caipirendita estuvo Edella Schlager, profesora asociada en la Escuela de Gobierno y Políticas Públicas de la Universidad de Arizona (Estados Unidos), especialista en estudios de manejos de recursos naturales y arreglos institucionales que las comunidades crean para regularlos, como así también la cooperación entre los usuarios y el autogobierno para el mejor manejo de esos bienes.

Schlager, formada académicamente con Elinor Ostrom, primera mujer Premio Nobel de Economía en 2009, sigue una línea teórica que propone establecer contratos vinculantes entre todos los actores del conflicto que los obliguen a cumplir de manera ineludible acuerdos iniciales con estrategias de cooperación formadas por ellos mismos.

“Este complejo problema del Pilcomayo”, observó Schlager ante diferentes representantes de ONG, “es más hidrográfico que hídrico y los conflictos son una sumatoria de varios factores que tienen en común que los estados no quieren mirar a la cuenca como un todo, porque no quieren perder autonomía. Los involucrados como usuarios en una cuenca tienen que tener protagonismo en el monitoreo y deben lograr acuerdos a largo plazo en los que prime el entendimiento compartido de reglas voluntarias, que deben tener la categoría de tratados con fuerza legal y de supervisión mutua. Estos funcionarán tan bien como sus miembros quieran que funcione”.

La desidia de los gobiernos y las muertes silenciosas

por Raúl Montenegro

La inacción de los organismos tripartitos refleja la indiferencia de los responsables de turno. El Pilcomayo parece quedar muy lejos de Buenos Aires, La Paz y hasta Asunción.

El Pilcomayo es un río de la cuenca del río de la Plata que nace en la cordillera oriental del Altiplano boliviano y luego discurre por ese país, Argentina y Paraguay. Como la mayor parte de las cuencas hídricas compartidas carece de manejo conjunto. Cada país –sin excepción– ha contribuido a destruir su modelo natural de funcionamiento en una región donde los recursos hídricos son escasos e indispensables, y donde el río es, para muchas comunidades, la principal fuente de agua y pescado.

Como está lejos de Buenos Aires parece no existir. El Pilcomayo es un ecosistema acuático de nivel fluctuante, complejo y móvil que recuerda el comportamiento del Nilo africano, con sus cíclicos flujos de agua y nutrientes. Durante miles de años las comunidades indígenas de sus nacientes y de su curso de llanura aprendieron a convivir con las variaciones naturales. Pero actualmente es un curso políticamente dividido y mal manejado que sufre cambios cada vez más importantes e impredecibles. Unos pocos ejemplos delatan su historia de río dividido y maltratado.

El 29 de agosto de 1996 se rompió el dique de colas de la mina Porco en su cuenca alta, en la región montañosa de Potosí en Bolivia. La Compañía Minera del Sur (Comsur), propiedad del entonces presidente de Bolivia, Gonzalo Sánchez de Lozada, actuó con lentitud y más de 400 mil toneladas de barros tóxicos llegaron a un afluente del Pilcomayo. Medios de Bolivia, Argentina y Paraguay reaccionaron antes que los gobiernos. La Comisión Trinacional del Pilcomayo recién fue convocada 11 días después del accidente. Funam informó en 1996 que se habían dispersado en el río 560 toneladas de arsénico y más de 90 toneladas de plomo. Numerosos indígenas murieron en Argentina tras consumir pescado contaminado. Aun así el silencio fue más importante que la verdad. Funam denunció penalmente a la entonces Secretaria de Ambiente de la Nación, María Julia Alsogaray, y se iniciaron investigaciones. Pero las huellas tóxicas quedaron y las muertes pasaron al olvido.

Más cerca, en 2007, el gobierno feudal de Gildo Insfrán aprobó inconsultas obras viales e hidráulicas en el Bañado La Estrella. Consolidado hace 60 años como parte del dinámico movimiento del río, el bañado es uno de los lugares con mayor biodiversidad de la región. Alberga además sistemas productivos, criollos e indígenas, fuertemente adaptados a los pulsos del Pilcomayo. Desafortunadamente el sistema, con sus 10 a 30 kilómetros de ancho y 300 kilómetros de largo entró en crisis al elevarse artificialmente la ruta 28. Se interrumpieron los cursos de agua, comenzó una violenta explosión poblacional de pirañas y el ganado de los pequeños productores del bañado empezó a ser atacado. Al mismo tiempo los territorios de las comunidades indígenas se inundaron y aislaron. Para el gobierno formoseño fue más importante darle agua a los sojeros que proteger el bañado y la vida económica de las comunidades pilagá, wichi y qom.

Este año, la obstrucción del Pilcomayo en la zona de frontera empezó a distorsionar el flujo de agua y afectar las actividades de pesca, amenazando a más de 140 comunidades indígenas y campesinas distribuidas en la zona boliviana de Villamontes y las provincias argentinas de Salta y Formosa. Nuevamente los estados llegaron tarde y con acusaciones cruzadas.

Nuestro Nilo sudamericano es hogar, fuente de sustento y motor líquido para comunidades indígenas y campesinas de tres países, pero los gobiernos de Buenos Aires, La Paz y Asunción parecen haberlo olvidado. Una vez más el silencio de los organismos tripartitos anticipa muertes silenciosas que no aparecerán en las noticias. Ni tampoco en los discursos.

Raúl Montenegro es biólogo, presidente de FUNAM y Profesor Titular en la UNC. Premio Nobel Alternativo 2004.

Fuentes:
La Voz del Interior, 11/12/2011, "El Pilcomayo agoniza".
La Voz del Interior, 11/12/2011, "Los estados no miran la cuenca como un todo".
La Voz del Interior, 11/12/2011, "La desidia de los gobiernos y las muertes silenciosas".

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