Cenizas y un caballo errante. En la zona de La Estancita, sobre el Camino del Cuadrado, el fuego dejó un panorama espectral (Facundo Luque/ La Voz)
por Gustavo Rudolph
La zona de las sierras goza de un clima encuadrado dentro de lo que se conoce como templado con estación seca. Sabemos que desde abril a octubre las precipitaciones son casi nulas. También es conocido que la temporada de viento es de agosto a septiembre (en coincidencia con la estación seca).
A pesar del cambio climático estas condiciones no van a variar demasiado. La vegetación nativa se adaptó a esta situación. Pierden sus hojas, reducen su actividad fisiológica al mínimo, esperando mejores condiciones de humedad y temperatura. Este asombroso mecanismo deja a las sierras con una cantidad muy importante de biomasa seca. La biomasa es principalmente carbono, uno de los mejores materiales para producir fuego.
Por lo tanto los incendios en las sierras no pueden evitarse, ya que las condiciones para que se produzcan están dadas (más allá de la actividad humana). Tenemos que acostumbrarnos a convivir con el fuego.
Cuando hablamos del manejo del fuego pienso que se trata de mucho más intentar apagarlo, destinando todos los recursos económicos y humanos a este hecho. Podemos ser más eficientes con los recursos limitados y escasos si reducimos la ocurrencia y el impacto del fuego, con prácticas de manejo del bosque serrano y pastizales. Es decir, prepararnos a largo plazo.
Hoy se están quemando las sierras, para el verano aumentará la ocurrencia de inundaciones y crecientes de los ríos por la pérdida del manto verde de las sierras, que se encarga -como una maquinaria compleja- de captar el agua de la estación lluviosa. Para el próximo año las estadísticas dirán que los incendios serán menores (acordémonos que la biomasa se quemó este año) y pensaremos que ya pasó todo y que el plan de manejo del fuego es un éxito (hasta el próximo ciclo de acumulación de biomasa crítica).
Hay que pensar en el largo plazo y mirar a la naturaleza. El estado (municipal, provincial, nacional) debe planificar a plazos mayores que los cuatro años de elecciones. Hoy debería estar convocando a personas idóneas en el tema forestal para que generen directrices sobre el accionar de toda la sociedad (bomberos, propietarios de los campos, productores, instituciones educativas, gobiernos, gente de la calle) para minimizar la ocurrencia y efectos del fuego.
Necesitamos ideas puntuales, pero efectivas a largo plazo: como accesos francos a las zonas, reservorios mantenidos de agua en puntos estratégicos, callejones corta fuegos, conservación achaparrada de pastizales con el ganado, medios de transporte del personal de bomberos acordes con la topografía, aprender a caminar las sierras con los baqueanos, también debemos recuperar la vegetación con viveros y campañas de forestación de verdad, no de escasas 15 millones de plantas en 5 años.
Por supuesto esto requiere un sistema orgánico y entiendo que es difícil en nuestra sociedad. Me acuerdo de 1988 y veo que hoy es lo mismo. Insisto que las acciones se deben tomar desde el estado (empezando por el local), que al fin de cuentas para esto (entre otras cosas) existe y tiene los recursos que nosotros le delegamos.
Fuente: La Voz del Interior 06/09/2011
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