Valle de Chalco
por Miguel Ángel Granados Chapa
Afectados una vez más por inundaciones, vecinos del Valle de Chalco (México) protagonizan, para su mal, un caso paradigmático de lo que son la política y la administración pública cuando usan a la gente pobre en vez de realmente servirla.
El domingo en la madrugada, fuertes lluvias (semejantes a las que en la víspera cayeron sobre
Muchas de las familias dañadas por la inundación dominical padecieron una semejante en febrero del año pasado. Y un número menor, pero no por ello menos importante, habían sufrido estragos semejantes hace ya más de una década, en 2000. En ambos momentos se anunciaron obras que impedirían la repetición del suceso, avisos que como es obvio resultaron contradichos por la realidad.
Valle de Chalco nació con mal fario (mala suerte) porque fue producto de la rapacidad y no de la planeación urbana en las inmediaciones de la Ciudad de México, necesaria para desfogar la altísima concentración humana y vehicular en el Distrito Federal. El presidente Carlos Salinas practicó la lenidad que ha sido la norma en esos casos con los invasores y defraudadores que venden terrenos en espacios faltos de servicios urbanos. Y después de que cientos de miles de personas se habían asentado en la zona para satisfacer su necesidad de vivienda, sin remediar las carencias urbanas, Salinas propició la conversión de esa comarca en un municipio, donde se aplicaron algunas de las recetas del programa nacional de solidaridad. Ese proyecto no era, como lo decía su propaganda, 'una nueva manera de hacer las cosas'. Era más de lo mismo: la explotación política de la pobreza, la creación de un escenario para mostrar resultados conseguidos en forma tan artificiosa que tan pronto como se fue Salinas desaparecieron. Todavía pudieron los lugareños contar con un momento más de distinción, cuando el próximo santo Juan Pablo II los visitó para ilustrar su contacto con los más pobres.
Los fraudes así encimados han ido mostrando sus efectos al correr del tiempo. El sobrepoblamiento ha generado una demanda de agua que a su vez condujo a la sobreexplotación de los mantos acuíferos con daño a la textura y densidad del suelo. Entre otras consecuencias de tal alteración ocurrió que el canal de
Calderón insistió en el carácter definitivo de la obra: “Con eso vamos a evitar las inundaciones”. Y recordó, como algo que pertenecía francamente al pasado, que el año anterior había platicado “con la gente de las colonias de El Molino, de San Isidro, de Avándaro, tanto en Ixtapaluca como en Valle de Chalco”.
.
Los colonos de San Isidro han sido dañados dos veces por las inundaciones. Muchos de ellos estaban apenas estrenando mobiliario, pagado con los auxilios del gobierno estatal, que demoraron en llegar. Y ahora de nuevo esos muebles están echados a perder.
La fractura del canal fue causada por una suma de factores evitables. Por un lado, se acumuló basura en el cauce del canal, la que tiran los habitantes y la que depositan allí los concesionarios que prestan el servicio de limpia a los ayuntamientos de la comarca, que quieren minimizar sus costos deshaciéndose de los desechos tan pronto como pueden, sin depositarlos en la forma prevista por la ley. El personal de Conagua, que opera el túnel de un mes de vida, debió retirar la basura o abrir las rejillas para que esos desechos no impidieran el ingreso del agua caída en exceso. Así lo reconoció el propio director de
No es banal señalar que una vez más, cuando se ve en el aprieto de hablar sin un guión preparado por sus asesores, el gobernador Enrique Peña Nieto muestra sus limitaciones para articular una frase completa. Y cuando lo consigue, corona su expresión con un verbo hechizo, como taponear, mismo que fue recogido por la versión ofrecida a la prensa por su oficina. Peña Nieto, hay que apreciarlo, estuvo el domingo y el lunes en el teatro de los acontecimientos, ofreció una ayuda de 20 mil pesos a cada familia afectada, y se reunió con miembros del gabinete federal en
Fuente:
Vanguardia 20/04/2011
No hay comentarios:
Publicar un comentario