El Secretario de Minería de la provincia de Río Negro, geólogo Joaquín Aberastaín Oro, en declaraciones periodísticas se animó a decir que la energía nuclear, “es la más limpia que existe”. Por supuesto no es necesario ser experto para advertir lo errado que está el funcionario. Esta Columna no puede dejar pasar semejante sandez. En notas anteriores hemos visto los efectos en la salud humana de la minería del uranio y hemos iniciado el desarrollo de los efectos de la contaminación por los residuos nucleares.
Por Juan Vernieri
La radiactividad se disipa después de muy largos períodos, por ahora lo único que se puede hacer, y no es nada sencillo, es aislar esa basura para que no afecte el ambiente.
Todavía, después de tantas décadas de producir esos tóxicos desechos, no existe en el mundo ningún depósito en operación que mantenga aislados con seguridad en forma definitiva los combustibles gastados de las centrales nucleares.
Tras 20 años de obras, Finlandia inició en agosto de 2023 la fase final de pruebas del primer Almacenamiento Geológico Profundo (AGP) del mundo, construido para albergar de forma permanente los residuos nucleares del país nórdico. Es decir que no está operativo y las pruebas durarán meses.
Estados Unidos tiene un AGP en Carlsbad, Nuevo México, que solo recibe residuos de la producción de armas nucleares y de otros usos, pero no de reactores productores de electricidad.
La contaminación derivada de la energía nuclear no se reduce a la que producen las minas de uranio y a los residuos nucleares sin destino, hay otras.
Por ejemplo, en abril de este año, la empresa Xcel Energy y la Comisión Reguladora Nuclear (NRC) de Estados Unidos negaron que el río Misisipí haya sufrido contaminación nuclear, sin embargo el 15 de mayo en declaraciones esclarecedoras, en el Centro Comunitario de Monticello, el director sénior de proyectos medioambientales de la NRC, Stephen J. Koenick, se disculpó por las afirmaciones a menudo repetidas del personal de la comisión de que el tritio filtrado del reactor de 53 años no había llegado al río Misisipi, fuente de agua potable para 20 millones de personas, incluida el área metropolitana de Minneapolis/St. Paul.
Reconoció la fuga de noviembre de 2022 del reactor nuclear de Monticello de unos 3 millones 140 mil litros de agua de refrigeración que contenían una enorme concentración de tritio radiactivo.
El tritio es la forma radiactiva del hidrógeno. No se puede eliminar con ningún tipo de filtrado y contamina totalmente los enormes volúmenes de agua corriente con la que entra en contacto.
El tritio es un peligro para la salud si se ingiere, al beber o respirar, porque se mueve como el agua a todas las partes del cuerpo y porque atraviesa la placenta, donde pone en peligro al feto y causa anomalías congénitas y embarazos problemáticos.
En diciembre pasado comentamos en una nota que un río de Córdoba presentaba las concentraciones de tritio radiactivo más altas del mundo, confirmado por los análisis de laboratorios de Francia y del Reino Unido, que detectaron contaminación radiactiva en peces del lago Embalse, donde se encuentra la segunda Central Nuclear del país.
En febrero de 2021 el laboratorio francés había hallado también cobalto en las aguas y sedimentos del lago.
La Autoridad Regulatoria Nuclear midió en el río Carcarañá, en un punto ubicado a unos 314 kilómetros aguas abajo del reactor de Embalse, un valor excesivo de tritio.
Como se ve, son varias las formas de contaminación que produce la energía “más limpia que existe” según califica el geólogo Joaquín Aberastaín Oro, Secretario de Minería de Río Negro.
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