Por Silvana Buján
¿Qué le parecería que un día venga alguien y le diga que en su pueblo se va a construir un basurero nuclear?
Quizás, los más grandes, recuerden el caso GASTRE, en la provincia de Chubut, adonde la CNEA presentó un proyecto para los residuos nucleares de Argentina, en una zona inhabitada, sin napas de agua, y sísmicamente estable.
Y resultó que se estaba diseñando para traer los desechos nucleares franceses a través de una empresa fantasma llamada Pechiney Ugine Kuhlmann S.A. que había ofrecido al gobierno argentino financiar el repositorio nuclear y el sistema de trasporte entre Puerto Madryn y Gastre. El depósito obtendría 30 mil millones de USD en diez años, y el gobierno argentino recibiría unos 13 mil millones. Con el detalle que la escala y los papeles hablaban de importar basura radiactiva de otras latitudes.
Y resultó que la zona no estaba precisamente inhabitada, y había barriadas y puesteros ganaderos en el sitio.
Y resultó que tampoco estaba libre de napas de agua, ya que los arrieros, en el mismísimo emplazamiento del teórico basurero, sacaban agua de un pozo hecho a pala.
Y resultó que tampoco era sísmicamente estable, ya que la falla que enhebra el centro de la Argentina, desde Campo Gallo en Santiago del Estero hasta Santa Cruz, pasa justo por debajo de Gastre, y da la casualidad que en medio de las presentaciones del proyecto, hubo un sismo justo ahí. La Pachamama se ve que se enteró y nos mandó una sacudida de hombros.
Y resultó que el proyecto constaba de un estudio geológico que justificase esas cosas que obviamente eran falsas. Y que los amigos del átomo habían directamente utilizado los modelos del basamento rocoso sueco y los habían hecho pasar por chubutenses. Menos mal que el Consejo de Ciencias Geológicas se dio cuenta y sacó una solicitada.
Y resultó que, claramente, Gastre no se hizo.
Pero ahora están pasando cosas curiosas.
Hace más de 20 años que, luego de demandas, denuncias públicas y reclamos, la CNEA decidió que era hora de reconocer sus pasivos ambientales de la minería del uranio; zonas que habían sido dejadas a su suerte, abandonadas como en el documental “La Tierra sin humanos”.
Y dijeron: bueno, si. Es verdad, dejamos todo abandonado sin remediar. Paso siguiente: pedir dinero. Y ahí empezaron a llegar miles de dólares del exterior para que se remedien los 8 sitios PRAMU (Proyecto de Restitución Ambiental de la Minería del Uranio) pero hete aquí que se hizo dudosamente solo uno.
El resto del dinero, quién sabe dónde fue. Pero los sitios siguieron allí, a lo largo de los años. Y en silencio.
Ahora, a finales del año pasado, CNEA manda su reporte al Congreso de la Nación, en el cual dice varias cosas interesantes:
Una, que en Atucha ya no tienen más sitio para los residuos nucleares y los están poniendo afuera, en cilindros de hormigón, bajo el cielo, junto a la central. Igual que están haciendo en Embalse, y que les llaman “silos secos”. Imagine un avión cayendo ahí. Si la cúpula de la central zafa, ¿qué puede suceder con esas torrecitas grises? En fin, que a lo que quiero llegar es que otra de las cosas interesantes que dice dicho informe al Congreso es que … el PRAMU ha fenecido. Y que en su lugar hay algo que se llama Proyecto CONFINAR Geo, que es nada más ni nada menos, que de vuelta un basurero nuclear.
¿Y dicen que por qué no en Sierra Pintada? … Aquí hay que recordar que, si bien no es PRAMU, el sitio es un basurero a cielo abierto de desechos, con radiactividad, e incluso con descargas clandestinas desde la provincia de Córdoba. Y que cuando la justicia intimó a CNEA a que sanee ese lugar, la CNEA respondió que, si se le dejaba reabrir la mina de uranio de allí, con el dinero del uranio iban a sanear. Se hizo una audiencia pública para que lo expliquen, y la CNEA… no fue a la audiencia pública, dejando plantados a los jueces y a los técnicos que iban a explicar por qué esa propuesta era un disparate.
Así las cosas, ahora vuelven con el canto del basurero nuclear. Y mencionan la posibilidad de Sierra Pintada de nuevo (habrá uranio, pero no hay vergüenza). Y dicen que el único pequeño detalle es conseguir la licencia social para hacerlo. O sea, de que la gente acepte vivir al lado de un basurero nuclear.
Y que se haría tal como hace Finlandia con el único basurero que existe, (que aún no está terminado y lleva la pequeña inversión de 18.000 millones de Dólares, y será solo para ese país) de decirle a la gente que, si a lo largo de los primeros 100 años de existencia se arrepienten, agarran y lo mudan a otro lado.
Esto es francamente un delirio. Así como lo es seguir poniendo fichas de confianza a quienes vienen engañando y ocultando a lo largo de los años, jugando con algo peor que fuego. Porque el fuego lo puedo apagar. Los residuos radiactivos, no.
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