El 29 de agosto, en medio de la conmemoración anual del Día Internacional contra los Ensayos Nucleares, el presidente de la Asamblea General de las Naciones Unidas, Antonio Guterres advirtió que el mundo está más cerca que en cualquier otro momento de este siglo de una catástrofe global y destacó la urgente necesidad que entre en vigor el Acuerdo Integral sobre Ensayos Nucleares.
Por Juan Vernieri
Un poco de historia
Antes de hoy, la humanidad estuvo por lo menos en tres ocasiones al borde de la hecatombe nuclear. Las dos que tuvieron más difusión sucedieron en 1962 y 1983. Muy posiblemente hubo otras que se han mantenido en secreto.
Durante el pico de la crisis de misiles en Cuba, el 27 de octubre de 1962, el submarino soviético B-59 se encontraba escondido en el Caribe, en una misión secreta hacia Cuba, cuando fue descubierto por un buque de guerra de Estados Unidos.
El capitán Valentin Savitsky ordenó atacar al buque, pero el oficial naval Vasili Alexandrovich Arkhipov, rechazó las órdenes de su capitán de lanzar torpedos nucleares, lo cual sin duda hubiese desatado una tormenta atómica de impredecible final.
El buque comenzó a detonar bombas de profundidad alrededor del submarino, con el fin de obligarlo a identificarse y salir a la superficie sin ningún conocimiento de que este cargaba armas nucleares.
Complicando la situación crítica de la Guerra Fría, los soviéticos a bordo del submarino estaban lidiando con una temperatura de más de 40 °C debido a que su aire acondicionado se había descompuesto, además llevaban días sin comunicación con Moscú.
El capitán Savitsky, exhausto y nervioso, se sintió acorralado y sospechó que quizás había comenzado una guerra de la cual no se habían enterado por su incomunicación. Por estas razones, Savitsky tuvo toda la intención de lanzar un torpedo nuclear —de aproximadamente la misma potencia de la bomba de Hiroshima— contra el buque estadounidense.
Afortunadamente, para la humanidad, el oficial Arkhípov mantuvo la calma y logró convencer a su capitán de que no estaban siendo atacados. Gracias a su prudencia y criterio, el mundo se salvó de un catastrófico conflicto.
Nunca se supo sobre este evento, nadie se enteró, ni siquiera Kennedy. Su historia no se hizo pública hasta 2002.
En un congreso celebrado en La Habana a los cuarenta años de aquel episodio, Mcnamara, basándose en documentos estadounidenses desclasificados, admitió que la guerra nuclear estuvo más cerca de lo que nadie había pensado. “Un tipo llamado Vasili Arkhipov salvó al mundo”. Aquel tipo había muerto tres años antes.
Después de la crisis de los misiles de Cuba, Arkhipov continuó su servicio en la armada soviética, y se retiró a mediados de los años ochenta. Murió en su país natal en 1998.
Otro caso de guerra nuclear inminente
Hace casi cuarenta años, el 26 de septiembre de 1983, el mundo, otra vez, se salvó de un posible desastre nuclear.
En las primeras horas de la mañana, los sistemas de alerta temprana de la Unión Soviética detectaron un ataque con misiles desde Estados Unidos. Los reportes de la computadora sugerían que varios misiles nucleares habían sido lanzados. El protocolo para el ejército soviético habría sido tomar represalias con un ataque nuclear.
Ante el temor de las fuerzas armadas soviéticas de un ataque sorpresivo, se vigilaba en forma permanente posibles lanzamientos de misiles enemigos. El oficial de guardia Stanislav Petrov decidió no informar a sus superiores y en su lugar los descartó como una falsa alarma.
Esto fue una violación de sus tareas, una negligencia en el cumplimiento del deber. Lo más seguro habría sido pasar la responsabilidad, referirlo a un superior.
“Tenía todos los datos para sugerir que había un ataque con misiles en curso. Si hubiera enviado mi informe a la cadena de mando, nadie habría dicho nada en contra”, explicó al servicio ruso de la BBC, 30 años después de ese turno de noche.
El protocolo soviético era claro: ante un escenario así se debía realizar un contraataque nuclear inmediato contra el enemigo, para garantizar una destrucción mutua.
A pesar de que Petrov no estaba seguro, su decisión salvó al mundo.
El falso ataque, que se mantuvo en secreto durante seis años, no fue revelado hasta dos años después de la caída de la URSS en 1991, por el semanario Sovershenno Sekretno (“Top Secret”).
En un primer momento, todo hacía parecer que Petrov sería reconocido. Unos meses después del incidente, recibió una condecoración “por los méritos rendidos a la Patria en las fuerzas armadas”. El mensaje, escueto, no hacía ninguna referencia a lo que había sucedido. Pero al menos era un gesto.
Sin embargo, la comisión dio marcha atrás y tomó otra decisión: decidió expulsarlo del ejército. Todo esto terminó afectando su salud: sufrió una crisis nerviosa por la que tuvo que recibir ayuda psiquiátrica, que lo convirtió en alcohólico.
Hoy la invasión de Rusia a Ucrania ha reavivado los temores de una destrucción masiva, en un mundo cada vez más conectado y vulnerable.
El riesgo de destrucción total en que la energía nuclear pone al mundo es una poderosa razón para prescindir de ella.
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