martes, 13 de septiembre de 2022

El engaño del torio

Los reactores de torio se han convertido en una de las últimas apuestas desesperadas del lobby nuclear. Se dice que cuenta con grandes ventajas con respecto a los convencionales, con uranio como combustible, y se olvida mencionar sus mayores desventajas: es aún más cara y peligrosa. En este artículo lo desgranamos.

Por Helen Caldicott

Artículo publicado originalmente en Beyond Nuclear International.

Tras 50 años y cuatro fracasos, los Estados Unidos abandonan la idea de un reactor de torio

Mientras Australia considera introducir energía nuclear en el país, resulta imperativo que la población entienda al detalle esta tecnología para poder tomar una decisión informada al respecto. Los reactores de torio también están siendo considerados a día de hoy.

Durante medio siglo, los Estados Unidos ha intentado crear reactores de torio, sin éxito. Cuatro reactores de torio comerciales han sido construidos. Los cuatro han fracasado. Y dada la complejidad de los problemas que menciono más abajo, los reactores de torio son mucho más caros que los de uranio.

El longevo esfuerzo de producir estos reactores ha costado a los contribuyentes estadounidenses miles de millones de dólares, y otros tantos miles de millones se siguen destinando a la gestión de los residuos producidos con estos fracasos.

La verdad es que el torio no es un material naturalmente fisionable. Se hace necesario mezclar torio con uranio-235 enriquecido (hasta un 20% de enriquecimiento) o plutonio. Ambos son intrínsecamente fisionables, lo cual inicia todo el proceso.

Mientras que el enriquecimiento de uranio ya es bastante caro, el reprocesamiento de combustible nuclear gastado procedente de reactores de uranio es increíblemente costoso y muy peligroso para los trabajadores, que se exponen a isótopos radioactivos tóxicos durante el proceso. El reprocesamiento de combustible gastado requiere trocear barras de combustible radioactivas por control remoto, después se disuelven en ácido nítrico concentrado. De aquí se precipita el plutonio a través de complejos medios químicos.

A estas alturas se han generado grandes cantidades de residuos líquidos altamente radioactivos y acídicos de las que se tienen que librar. Solo 6 kilogramos de plutonio-239 pueden alimentar un arma nuclear, mienras que un reactor produce 250 kilos de plutonio anuales. La millonésima parte de un gramo de plutonio, de inhalarse, es cancerígena.

Todo eso supone un proceso preliminar extraordinariamente complejo, peligroso y caro, solo para poder iniciar un proceso de fisión en un reactor de torio.

Cuando el torio no fisionable se mezcla con plutonio fisionable o con uranio-235, captura un neutrón y se convierte en uranio-233, que es fisionable. Naturalmente, lleva tiempo acumular suficiente uranio-233 para que este particular proceso de fisión ocurra de manera espontánea.

Más adelante, se saca el combustible radioactivo del reactor y reprocesa para obtener uranio-233 de los productos de fisión, que son contaminantes, y el uranio-233 se mezcla entonces con más torio, destinándose a otro reactor de torio.

Pero el uranio-233 también es un combustible muy eficiente para las armas nucleares. Se requiere la misma cantidad de uranio-233 como de plutonio-239 para alimentar un arma nuclear: 6 kilos. El Departamento de Energía de los Estados Unidos (DOE) ya ha “perdido”, para su desgracia, 96 kilos de uranio-233.

En los Estados Unidos se elabora un total de dos toneladas de uranio-233. Este material requiere, obviamente, de importantes medidas de seguridad, también para el almacenamiento de plutonio. Se estima que gestionar un kilo de esta material tan peligroso cuesta más de un millón de dólares.

Una investigación de seguridad del DOE descubrió hace poco un depósito de uranio-233 en un edificio construido en 1943 en el Laboratorio Nacional Oak Ridge. Estaba en malas condiciones. Los investigadores informaron que la emisión del contenido de varios de los 1100 contenedores “podría suceder en los próximos 5 años porque algunos tienen cerca de 30 años y no han sido inspeccionado regularmente”.

El DOE determinó que el edificio se había “deteriorado más allá de la reparación en costo efectiva y los significativos costes anuales requeridos para satisfacer los estándares del DOE y proveer de una protección continuada contra potenciales accidentes nucleares o robo de materiales”.

La Oficina de Gestión Medioambiental del DOE considera que el desecho del uranio-233 sería una “una misión sin financiación”.

Los reactores de torio también producen uranio-232, que decae hasta convertirse en un emisor gamma de una alta energía extremadamente potente que puede atravesar un metro de cemento, volviendo la gestión del combustible gastado extraordinariamente peligrosa.

Sus defensores dicen que los reactores de torio producen pocos residuos radioactivos, meramente un espectro distinto a los del uranio-235. Siguen incluyendo muchos emisores alfa y beta, peligrosos, e isótopos con medias vidas extraordinariamene largas, como el yodo-129 (media vida de 15,7 millones de años).

Es comprensible que la industria nuclear estadounidense renunció a los reactores de torio en los 80. Fue un desastre sin paliativos, como tantas otras aventuras del clero nuclear y el gobierno de los Estados Unidos.

Traducción de Raúl Sánchez Saura.


Fuente:

Helen Caldicott, El engaño del torio, 12 septiembre 2022, El Salto Diario.

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