por
Roser Garí
La
pandemia del Covid-19 va a marcar un antes y un después en todos los
países afectados. Las consecuencias psicológicas, sociológicas,
económicas y políticas van a ser de gran envergadura y van a poner
en evidencia las carencias que tenemos como personas, los problemas
de nuestras sociedades y los límites de los Estados para atender las
necesidades de la población. Pero en los debates que surgen y
surgirán no podemos olvidar las causas biológicas y materiales de
la epidemia.
El
Covid-19 pertenece a los coronavirus, virus zoónicos, provenientes
de animales, que pasan al ser humano por la ingesta de estos últimos.
En este caso se relaciona al Covid-19 con murciélagos, pero se
baraja que pueda haber un animal eslabón intermedio como el
pangolín, aunque hay que tener presente que en análisis realizados
en China en los últimos meses en pangolines víctimas del tráfico,
se están encontrando alojados virus muy similares al corona 1/. En
cualquiera de los casos, el Covid-19 parece estar directamente
relacionado con la ingesta humana de carne del pangolín en ciertas
zonas del planeta, si bien, la rapidez de la extensión de la
pandemia por contagio entre personas sólo es explicable por la
multiplicación de los viajes internacionales, particularmente los
aéreos.
El
pangolín es el animal mamífero no humano más traficado del mundo;
las ocho especies de pangolín están consideradas en peligro de
extinción por la Unión Internacional para la Conservación de la
Naturaleza (IUCN en sus siglas en inglés) 2/ y, por tanto, su
tráfico es ilegal desde el 2017. Sin embargo su comercio en los
mercados asiáticos, especialmente los de China y Vietnam, sigue
creciendo. Este animal, cuyo hábitat natural se encuentra
distribuido por los continentes asiático y africano y que
tradicionalmente ha proporcionado carne y medicina para las
poblaciones locales, desde hace unos años es víctima de grandes
redes mafiosas internacionales. Prácticamente extinguido ya en todo
Asia, sus escamas son muy valoradas por unas supuestas propiedades
curativas, lo que ha provocado que redes africanas que antes
traficaban con marfil ahora trafiquen también con sus escamas. Se
desconoce cuántas toneladas se mueven anualmente, pero en un estudio
llevado a cabo por Sarah Stone, directora de investigación de
Wildlife Justice Comission, y su equipo se concluye que solo entre el
año 2016 y el 2019 se interceptaron 228 toneladas de escamas de
estas redes de crimen organizado, por lo que se cree que la cifra
real del comercio ilegal será de decenas de miles de toneladas 3/.
Pero
los pangolines no son los únicos animales cuya extinción está
directamente relacionada con el apetito asiático por especies
salvajes. En el llamado Triángulo del Oro, una zona económica
especial entre Laos, Myanmar, Tailandia, Vietnam y China, abundan las
mafias que negocian con especies salvajes de animales. Hace un siglo
vivían en las selvas unos 100.000 tigres, hoy este animal está
prácticamente extinguido en régimen de libertad en la mayoría de
países del sudeste asiático, con unos 4.000 ejemplares repartidos
en esos territorios, y están siendo diezmados por cazadores
furtivos; su hábitat sufre una aguda y rápida degradación. Aunque
no se sabe con exactitud cuántas granjas de tigres existen en estos
países, los cálculos varían entre 200 y 400 y se estima que hay
unos 8.000 tigres en ellas que son explotados en esas instalaciones
donde se trafica con sus pieles, se hace un vino con supuestas
propiedades curativas con sus huesos y se venden sus cuerpos
disecados para decoración 4/. En esas granjas también se encuentran
osos del sol cuya bilis es usada en medicina tradicional 5/.
Estos
productos se pueden encontrar tanto en tiendas como en internet.
Cualquiera que haya ido a una tienda de medicina natural asiática
puede ver los productos que se venden ya procesados en pastillas,
polvos o jarabes, así como enormes tarros de productos para hacerse
las medicinas uno mismo. Tarros llenos de caballitos de mar, polillas
de mar, estrellas y pepinos de mar, serpientes, escorpiones, escamas
de pangolín y un larguísimo y triste etcétera.
Pero
el pangolín y las serpientes, junto con otros muchos animales,
también se consumen en los llamados mercados húmedos que se
encuentran en toda Asia oriental salvo contadas excepciones. En los
mismos, los animales salvajes y no salvajes, cerdos y pollos así
como perros y gatos llegan vivos y se sacrifican allí mismo tras la
compra. En espera de la venta, los animales están hacinados en
jaulas enanas, viven entre sus heces y se salpican de la sangre de
los allí asesinados. No es de extrañar que estos mercados sean
focos de enfermedades e infecciones; la llegada de un virus tan
peligroso como el C Covid-19 era tan solo cuestión de tiempo.
También
hay un floreciente mercado internacional de animales salvajes para
zoos privados, mascotas para circos y acuarios. Famosas son las fotos
de jeques árabes conduciendo acompañados de un tigre. Zoos y
acuarios con animales de dudosa procedencia, aparecen demasiado a
menudo en las noticias por el patético estado de sus animales. Es
común ver en las zonas más turísticas de Asia animales explotados
y/o drogados con los que los turistas interactúan. Sea montando, en
falsos santuarios de protección animal de Laos y Tailandia,
elefantes supuestamente rescatados de trabajos penosos en la
industria maderera, o acariciando tigres en monasterios tailandeses o
viendo shows de monos en la calle como los tristemente famosos monos
bailarines de Indonesia o nadando en piscinas cloradas de todo el
mundo con delfines capturados en el mar.
Este
tráfico de especies salvajes, tanto vivas como muertas, alcanza
anualmente un monto de unos 26.000 millones de dólares americanos en
todo el mundo 6/. Estos datos tienen en cuenta sólo las especies
terrestres. Si se sumara el mercado de aleta de tiburón junto al de
caballitos, pepinos y estrellas de mar, esta cifra seguramente se
duplicaría. Las redes que operan son redes internacionales se
aprovechan de las necesidades de mucha gente que se ve obligada a
cazar y transportar los animales; gente que a menudo es detenida por
las autoridades, mientras que sus superiores actúan con impunidad
con la complicidad de la policía y las autoridades.
Aunque
en febrero China, a raíz del Covid-19, prohibió temporalmente los
mercados húmedos y el tráfico de animales salvajes terrestres de
importancia ecológica, científica y con valor social 7/, y de que
Vietnam quiere empezar a tomar medidas a partir de abril 8/, es
probable que poco cambie en ambos países. China tras el brote de
SARS del año 2003 también prohibió el tráfico de civetas, el
animal del que pasó al ser humano el virus, y por un corto periodo
también se prohibió el tráfico de serpientes, poco después su
comercio volvió a florecer y se siguen vendiendo en mercados por
todo el país. Pero si algo ha dejado claro la reciente actuación
contra la epidemia del gobierno Chino en Wuhan, es que si realmente
tuviera la voluntad de prohibir dichos mercados, no le faltan medios
de control para acabar con la comercialización de esos animales y
dificultar el suministro. Esa actuación sobre la oferta influiría,
sin duda, en el descenso de la demanda. Sin embargo la falta de
voluntad gubernamental china y vietnamita queda reflejada en la
propia regulación normativa de la prohibición, permitiendo el
tráfico de animales para fines médicos, los mismos fines con los
que se justifica el tráfico de pangolines. Y sin ir más lejos, la
administración china está promoviendo la bilis del oso del sol como
remedio al coronavirus. Y en otro país con numerosos mercados
húmedos como es el caso de Indonesia, las autoridades están
quemando colonias de murciélagos en lugar de cerrar los mercados.
Es
importante no incurrir en ideas racistas xenófobas y tener en cuenta
que China cuenta con el movimiento animalista más grande del mundo y
que hay cientos de ONG y activistas de otros países afectados
trabajando, luchando y arriesgando su vida a diario, como es el caso
indonesio de Jakarta Animal Aid Network, que con la colaboración de
las autoridades locales, tiene un programa pionero con perros
rastreadores en Sumatra y Java para detectar la vida salvaje recién
capturada antes de que pasen a manos de las redes mafiosas 9/.
A
la vez es urgente y fundamental que la comunidad internacional
reclame al gobierno chino una actuación inmediata y permanente para
prohibir el comercio y consumo de animales salvajes, no solo las que
están en peligro de extinción, sino de todas, terrestres y
marítimas. Y eso hay que extenderlo en todo el mundo y con el
conjunto de especies o esta crisis que está dejando al mundo de
rodillas no será más que una más de las que quedan por venir.
Roser Garí es activista animalista.
Notas:
- https://www.bbc.com/news/science-environment-52048195
- https://www.nationalgeographic.com/magazine/2019/06/pangolins-poached-for-scales-used-in-chinese-medicine/
- https://www.nationalgeographic.com/animals/2020/02/pangolin-scale-trade-shipments-growing/
- https://www.economist.com/asia/2019/11/28/laos-still-winks-at-tiger-farms
- https://www.animalsasia.org/us/media/news/news-archive/five-things-you-need-to-know-about-bear-bile-farming.html
- https://theaseanpost.com/article/money-laundering-and-illegal-wildlife-trade https://eia-international.org/news/international-task-force-agrees-to-target-money-laundering-in-illegal-wildlife-trade/
- https://edition.cnn.com/2020/03/05/asia/china-coronavirus-wildlife-consumption-ban-intl-hnk/index.html
- https://www.independent.co.uk/news/world/asia/coronavirus-animals-china-vietnam-wildlife-ban-wet-markets-disease-pandemic-a9410236.html
- https://www.jakartaanimalaid.com/wildlife/
Fuente:
Roser Garí, El tráfico de animales salvajes pone en peligro la salud mundial, 28 marzo 2020, Viento Sur.
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