por
Mario Osava
RÍO
DE JANEIRO, 21 feb 2020 (IPS) - Botes, lanchas y otras pequeñas
embarcaciones se hicieron indispensables para transitar en la región
metropolitana de São Paulo, el más grande conglomerado urbano de
Brasil, con 21,7 millones de habitantes.
Las
inundaciones inevitables en los veranos australes ganaron dimensiones
catastróficas este año, especialmente el 10 de febrero, cuando
llovió 114 milímetros en 24 horas en la ciudad paulista, intensidad
solo superada por un 121,8 milímetros del 2 de febrero de 1983.
La
metrópoli se volvió una inmensa trampa hídrica. Muchos tramos de
las avenidas denominadas “marginales”, en las orillas de los ríos
Tietê y Pinheiros, que rodean el centro extendido de São Paulo, se
convirtieron en lagunas.
La
ciudad quedó paralizada al menos por dos días, con la interrupción
de las principales vías de circulación y acceso a la ciudad.
Miles
de automóviles quedaron atrapados por las aguas, muchas toneladas de
productos hortícolas y ganaderos se perdieron por la inundación
total del principal centro de comercio mayorista de alimentos, la
Compañía de Entrepuestos y Almacenes Generales, más conocida
internamente por su sigla Ceagesp.
“Una
Venecia fluvial” es como definió la situación José Bueno,
arquitecto, educador social y cofundador del movimiento Rios y Ruas
(ríos y calles), que busca rescatar los cursos de agua olvidados y,
en su mayoría, sepultados por la ciudad, y promover una nueva
relación de la población con la naturaleza urbana.
Se
estima en más de 300 los ríos y arroyos en la capital paulista, en
general “desaparecidos” bajo avenidas o edificios e ignorados por
los 12,2 millones de personas que viven en la ciudad como tal.
La
“tragedia” que se lamenta por las inundaciones cada día más
frecuentes, más extensas y duraderas, son “fenómenos naturales,
consecuencia del modelo de desarrollo” adoptado, resumió Bueno
para IPS.
“Se
canalizaron los ríos, se impermeabilizó el suelo, ocuparon las
“várzeas (llanuras, en general ribereñas)”, faltó un
tratamiento inclusivo, la convivencia con el patrimonio natural”,
explicó.
Rios
y Ruas promueve expediciones para que las personas redescubran los
arroyos ocultos o menospreciados, talleres y seminarios sobre la
cuenca urbana e intervenciones para impulsar soluciones en temas
hídricos.
“Es
necesario incluir los ríos en el paisaje urbano, una transformación
cultural de las personas” para superar una “mala convivencia de
la ciudad con las aguas”, arguyó el activista que se basa en alta
medida en los principios del Aikidó, el arte marcial nipón que
enseña a “lidiar con situaciones imposibles y hacerlo fácil y
elegante, sin ganadores o perdedores”.
El
sitio donde nació São Paulo, en el siglo XVI, fue elegido “por la
abundancia de agua”, pero luego se trató de soterrar sus flujos,
impermeabilizar el suelo con una “infraestructura gris” que ahora
hay que reemplazar por “una infraestructura verde”, sostuvo
Bueno.
Las
inundaciones son parte permanente de la ciudad y “serán cada día
más graves, con lluvias más fuertes y concentradas”, reconoció
Nabil Bonduki, profesor de la Facultad de Arquitectura y Urbanismo de
la Universidad de São Paulo y autor del texto básico del Plan
Rector de São Paulo, aprobado por el Concejo Municipal en 2014
cuando él era concejal.
El
cambio climático apunta al agravamiento, por el recalentamiento
planetario que intensifica los eventos extremos, como sequía y
lluvias fuertes. Pero también a nivel local, por las islas de calor
que generan las extensas metrópolis como São Paulo, y que atraen
lluvias.
La
excesiva pavimentación que hace impermeable el suelo impide la
absorción del agua por el suelo y acelera los torrentes hacia las
partes más bajas de la ciudad, las “várzeas” o llanas praderas,
especialmente a lo largo de los grandes ríos que cruzan el área
metropolitana, observó Bonduki a IPS.
Por
el plan urbanístico lo que se recomienda es “recalificar ciertas
áreas” y ampliar la permeabilidad del suelo.
Diseminar
“piscinitas” en los declives, a fin de “retener las aguas
pluviales antes que escurran hasta las llanuras más bajas e
inundables”, es una recomendación del experto.
Las
grandes ciudades brasileñas adoptaron los “piscinões”
(estanques enormes) como una alternativa de solución. São Paulo ya
tiene 32, muy poco comparado con los 927 puntos con riesgo de
inundación, según datos de la alcaldía.
“Ocupan
áreas extensas, exigen grandes obras y mantenimiento costoso”,
reprobó el profesor, que no descarta esos “piscinões”, pero
prefiere “los pequeños reservorios”, que se pueden multiplicar y
abrir mejores posibilidades de absorción por el suelo, drenaje e
incluso el reúso del agua, apuntó Bonduki.
La
situación más crítica, señaló, es de los “fondos de las
várzeas, las áreas más bajas” donde se acumula el agua y donde
se construyeron grandes avenidas por la desmedida aficción brasileña
por los automóviles y las carreteras.
“Revertir
la impermeabilidad del suelo para amenizar los problemas no es
fácil”, admitió. Pero hay ejemplos de solución, como la
construcción de parques arborizados que se inundan cuando llueve y
los ríos transbordan, pero vuelven ser un parque para la población
al secar, concluyó.
Las
fuertes inundaciones de este año crean “una excelente oportunidad”
para debatir y “aprender a convivir con una ciudad compleja, de
muchos desafíos y diversidad”, opinó Bueno por su parte.
La
“infraestructura verde” ya cuenta con tecnologías como “paseos
permeables y pisos que drenan”, lo que permite alimentar la napa
freática.
Nueva
York ya posee 4000 “jardines de lluvia” y construye otros 5000 de
esos jardines que ocupan parte de los paseos y absorben buen volumen
de agua, que así deja de provocar inundaciones o sobrecargar el
alcantarillado.
“São
Paulo necesita 100000 jardines de lluvia”, estimó Bueno.
Pero
la mayor metrópoli brasileña empezó a implantar los “bosques de
bolsillo”, un conjunto de vegetación típica de la costa atlántica
brasileña, plantada en pequeños espacios públicos con un mínimo
de 15 metros cuadrados.
El
modelo creado por el paisajista Ricardo Cardim ya cuenta con decenas
de “bosques”, implantados generalmente por trabajo colectivo y
voluntario. Varios grupos ambientalistas o comunitarios adhirieron a
la idea.
“Esas
pequeñas iniciativas en proliferación son una solución”, tanto
por retener el agua como por “transformar la cultura” de la
gente, confía Bueno.
Las
fuertes lluvias que castigan la región del Sureste de Brasil, la más
industrializada y poblada del país, pueden impulsar la búsqueda de
soluciones para mitigar las inundaciones que se incorporaron a la
vida urbana.
Desde
mediados de enero, los estados de Espírito Santo, Río de Janeiro y
Minas Gerais antecedieron al estado de São Paulo como víctimas de
los efectos del exceso de agua.
En
Minas Gerais más de 100 ciudades vivieron situaciones críticas, que
provocaron la muerte de por lo menos 55 personas en la última semana
de enero, 13 de las cuales en Belo Horizonte, la capital del estado.
La
ciudad montañosa favorece los torrentes mortales y los derrumbes de
casas en pendientes. El mismo descuido con los ríos agravó las
inundaciones.
En
el estado de São Paulo hubo seis víctimas fatales en las tres
primeras semanas de febrero, pocas en proporción a la extensión de
las inundaciones. El escarmiento, sin embargo, fue más intenso que
en los años anteriores.
Edición:
Estrella Gutiérrez
Fuente:
Mario Osava, Ríos sepultados presagian ciudades inundadas en Brasil, 21 febrero 2020, Inter Press Service.
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