La
provincia hará las obras que necesita la planta municipal y se
liberará el aporte que aún debe realizar allí Eurnekian.
por
Ary Garbovetzky
Una
de las primeras medidas que tomó el intendente de la ciudad de
Córdoba, Martín Llaryora, fue declarar la emergencia sanitaria y
ambiental. En gran medida, esto se explica por el deficiente
tratamiento de líquidos cloacales en la Estación Depuradora de
Aguas Residuales (Edar) de Bajo Grande.
En
las próximas semanas, la Provincia anunciará que se hará cargo de
pagar las obras que necesita la Edar para recuperar un nivel
aceptable de operación, con una ampliación del contrato que tiene
la empresa que ejecuta la construcción de la segunda planta, en el
mismo lugar.
La
idea es que en muy poco tiempo, con mejoras en la Edar y con
habilitaciones parciales de la nueva planta, baje el nivel de
contaminación cloacal que recibe el río Suquía.
Como
efecto colateral, esta definición permitirá reconducir –una vez
más– el aporte de Corporación América en contraprestación por
la habilitación para construir en el predio del ex Batallón 141.
Habrá
que volver a calcular cuánto le queda por poner al grupo Eurnekian,
una cantidad definida en un convenio urbanístico que ya va a cumplir
siete años. De la última adenda, llegó a pagar la primera etapa de
obras en Bajo Grande un monto cercano a 100 millones de pesos. Le
quedaría por entregar a la ciudad obras por otros 300 millones de
pesos, que se tendrán que ajustar por los incrementos de costos de
2019. Un montón de plata.
El
del ex Batallón 141 es el caso más avanzado de la revisión de los
convenios urbanísticos que está haciendo la gestión Llaryora. El
secretario de Planeamiento Urbano, Daniel Rey, garantizó que se
respetarán los acuerdos aprobados en el anterior Concejo
Deliberante, pero que se revisará caso por caso cuál es el nivel de
avance de las obras o recursos comprometidos como contraparte para el
municipio. Y, en el caso de que aún no se hayan concretado, podría
darse el mismo caso del ex-Batallón: se negociará darle al aporte
un nuevo destino, más coherente con las prioridades de esta gestión.
Entre
las obras que no se hicieron, por caso, está la ciclovía en La
Cañada, encargada a Edisur por uno de los convenios por Manantiales,
en zona sur. Esa obra, que se probó desde Humberto Primero o a
bulevar San Juan, está en veremos: en unos tres meses la Provincia
habilitará el puente curvo Ramón Mestre, que permitirá ingresar
desde Costanera hasta La Cañada. Es muy probable que una ciclovía
allí genere un embudo de tránsito y se busque renegociar el destino
de esa contraprestación o reubicar el trazado de la ciclovía.
Los
convenios urbanísticos no van a desaparecer. Habrá también durante
la gestión Llaryora. Los defienden como herramientas útiles para la
planificación urbana. Pero con un énfasis y una definición: dentro
de un plan y que contribuyan a densificar. No se aprobará ningún
nuevo desarrollo que extienda la mancha urbana. “Ni un centímetro
más”, es la consigna. En cambio, sí se estimularán los proyectos
que completen la trama desarticulada de la ciudad, en áreas que ya
cuentan con servicios.
Todo
lo contrario fue lo que se hizo con los permisos de loteos en el
cuadrante sudeste de la ciudad (que son mayoría dentro de los
convenios urbanísticos), que ya dejan chicas las inversiones en
troncales cloacales, por nombrar sólo uno de sus impactos.
Fuente:
Ary Garbovetzky, Negocio redondo para Llaryora en Bajo Grande, 23 febrero 2020, La Voz del Interior. Consultado 24 febrero 2020.
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