Compraron
120 hectáreas en las Altas Cumbres. Con una fundación buscan
forestarlas con tabaquillos, una especie nativa en riesgo de
extinción. Apelan a financiar la plantación masiva mediante el
“crowdfunding”: un aporte solidario participativo.
por
Fernando Colautti
¿Habrá
existido alguna vez, cuando Córdoba era comechingona, un bosque de
tabaquillos de 120 hectáreas en las alturas de la Pampa de Achala?
Nadie puede saberlo hoy.
Sí
se sabe que siglos atrás las sierras altas tenían más forestación
que la que hoy muestran a cuentagotas.
Y
un día no lejano podrá saberse si un nuevo bosque sobre 120
hectáreas entre las rocas y quebradas de las Altas Cumbres asomará
como novedad en ese paisaje. Es el sueño que sueña Nicolás
Roitberg.
Nicolás
y su “socia” Alejandra Santini compraron en 2019 un campo de esa
superficie, bien allá arriba (a 2.300 metros), con el solo fin de
poblarlo de árboles nativos. Para eso, están poniendo en marcha un
original modo de colaboración: encarar la tarea mediante el
crowdfunding (financiamiento colectivo) haciendo que el aporte
pequeño pero de muchos lo haga posible.
Arriba
de los 1.400 metros, sólo crecen dos árboles nativos en Córdoba:
tabaquillos y maitenes. Hay que andar bastante para dar con ellos. Y
mucho más, si lo que se quiere es hallar un bosque que los agrupe.
El
campo (piedra y pastizales de altura, surcado por dos arroyos) está
dentro de las más de 140 mil hectáreas de la Reserva Hídrica
Provincial Pampa de Achala, una región de altura que va desde el
cerro Champaquí hasta Los Gigantes, y que es la fuente del 70 por
ciento del agua que Córdoba tiene y necesita: allí nacen sus
principales ríos. Esa región, aun siendo “reserva” desde 1999,
ha perdido muchos más bosques y suelos que los que ha recuperado
desde entonces.
En
ese marco, el Parque Nacional Quebrada del Condorito, creado en 1996,
actúa como un oasis de conservación, en sus 37 mil hectáreas.
“Estamos
creando la Fundación Achala y en marzo lanzaremos una campaña
fuerte para sumar socios, tanto voluntarios para tareas en el lugar
como aportantes de recursos, desde cualquier lugar de Argentina y del
mundo. Queremos contagiar a la gente la pasión por esto. Y que
entienda los beneficios”, explicó Roitberg a La Voz desde su casa
en Las Calles, una comuna del Valle de Traslasierra.
Sin
pastos ni bosques nativos, se pierden cada vez más suelos en las
Sierras tras cada lluvia sobre terrenos con pendiente. Sin suelo,
sólo queda roca y las Sierras pierden así su capacidad clave de
retener aguas que eviten las crecidas furibundas de los ríos en
verano y que las acumulen como reserva hídrica para el resto del
año.
“Preocupa
ver estas zonas cada vez más erosionadas”, remarca Nicolás.
Ir
por más
“La
idea hace eje en la reforestación, pero no acaba ahí. Buscamos ser
sustentables, y avanzar luego hacia proyectos de ecoturismo y de
educación ambiental con esa forestación como pilar”, explica este
porteño ya acordobesado.
Nicolás
apunta que crearán una fundación, que administre ese campo-bosque
“para que esto no sea de algunas personas, sino de una institución
que las exceda, y para que después de este proyecto pueda haber
otros”.
“Estamos
empezando a abrir puertas, a invitar a la gente, a hacerlo
participativo”, se entusiasma.
“Ahora
largamos con una instancia clave: cerrar con alambrados los sectores
por forestar, para evitar que el ganado destruya lo sembrado”,
señala. De lo que se siembre sobrevivirá un 70 por ciento, si se
dan las condiciones. Pero será nada si el ganado que pastorea
también en esas alturas lo consume.
Nicolás
calcula que en 120 hectáreas podrán crecer varias decenas de miles
de árboles: un verdadero bosque.
La
idea es que el grupo en creación recolecte semillas, genere
plantines en viveros propios y los siembre luego. “Tomamos las
experiencias de otros que están haciendo esto en varios lugares de
las Sierras desde hace años. Aprendemos de ellos. Y seguramente
accederemos también a plantines que ellos generan a través de las
ONG que los apoyan”, apunta Roitberg.
Los
dos “socios”
Nicolás
y Alejandra no son cordobeses.
Él
es un porteño que vivió su niñez y juventud entre Buenos Aires y
Puerto Madryn. Hace 12 años se radicó en Córdoba y lleva nueve en
Traslasierra, donde trabaja como guía de turismo alternativo.
Ella
es rosarina, productora orgánica de alimentos y fundadora de un
movimiento internacional en ese rubro.
Un
día se cruzaron con la idea de “hacer algo” allá arriba, donde
parece que no hay nada para hacer. En julio de 2019 compraron esas
120 hectáreas, ya con la idea del bosque, en el extremo norte de la
Reserva Pampa de Achala, cerca de los macizos de Los Gigantes.
“Apuntamos
a respetar la cultura del habitante serrano, a integrarnos. Y no
demonizamos la ganadería en las Sierras, si es un modo de
subsistencia, pero apelamos a poder sectorizar y a crear espacios
donde el bosque nativo vuelva a ocupar algo del espacio que perdió”,
apunta.
Cómo
lo imaginan
Nicolás
explica que el crowdfunding, en este caso, implica que los
interesados puedan ingresar a la página (reservanaturalachala.com)
“para ver el proyecto y, si hay voluntad, hacer un aporte con
tarjeta”. Por ahora, no prevén generar socios que paguen cuotas
mensuales o anuales.
“Cada
aportante sería como padrino de un espacio que ayudó a sembrar, o
de cierta cantidad de tabaquillos”, comenta. Es una modalidad común
para reconocer el aporte solidario.
“Otros
proyectos de reforestación muy buenos que hay en Córdoba son
sostenidos con aportes de ONG internacionales, además del
voluntariado de los que trabajan. Nosotros estamos intentando otra
opción de financiamiento apostando a involucrar a gente común”,
plantea Nicolás.
Las
reforestaciones serranas en marcha
El
proyecto de reforestación de la Fundación Achala reconoce
antecedentes y voluntades que llevan años sumando árboles nativos
al despojado paisaje de las alturas de Córdoba.
Hace
dos décadas, algunos empezaron a porfiarle al destino esa impresión
de que los tabaquillos terminarían desapareciendo de las sierras
altas.
Ricardo
Suárez creó en Río Ceballos, en 1997, el proyecto Conservación y
Reforestación de las Sierras. Empezó con algunos cientos, y ya
lleva -con grupos de voluntarios que se van renovando- decenas de
miles sembrados en una zona de Los Gigantes, en el valle de Punilla.
El
biólogo Daniel Renison investigador de la UNC y del Conicet, junto a
la ONG Ecosistemas Argentinos empezó también a sembrar tabaquillos
en su casa de Cuesta Blanca para llevarlos, viaje tras viaje y
sumando otras voluntades, hasta las alturas de la Pampa de Achala.
A
esos dos emprendimientos pioneros se fueron sumando otros. En
Traslasierra, desde 2002 la Fundación de Actividades Biosféricas
viene poblando grietas serranas con tabaquillos, a 2.600 metros,
arriba de Los Molles, a través del proyecto “Ordeñando nubes”.
Otra experiencia en las Altas Cumbres, motorizada por Julio
Domínguez, se sumó a la lista.
En
2019, el mismo sueño voló hacia el sur, hasta el valle de
Calamuchita, donde un grupo de voluntarios inició una forestación
en torno a uno de los refugios para excursionistas en la base del
cerro Champaquí.
Esas
experiencias, que parecían arrestos individuales, de voluntades
aisladas, se fueron juntando. Y no sólo crecieron al unirse sino que
están a punto de dar un gran salto. Porque el proyecto cordobés de
reforestación fue tomado como un modelo “de exportación” hace
dos años. Y ahora, a través de fundaciones internacionales que
aportan recursos, está en marcha el plan Acción Andina, que
pretende repoblar con tabaquillos sectores de Argentina, Bolivia,
Perú, Chile y Ecuador, donde también es nativo y registra un
alarmante retroceso.
En
el caso de Córdoba, pasaron de dos mil ejemplares por año sembrados
en conjunto a casi 50 mil sumados en 2019. “Para 2020 planificamos
que sean más de 160 mil”, contó Daniel Renison a La Voz en
diciembre pasado.
“Desde
el Estado nunca hubo interés ni apoyo. Fue siempre pura vocación,
pura voluntad. Ahora se da esta oportunidad de crecimiento por esta
asociación con fundaciones internacionales, que acercan recursos, y
que a la vez tomaron estas experiencias cordobesas como modelo”,
indicó a su vez Ricardo Suárez.
Una
especie que debiera ser símbolo de Córdoba
El
tabaquillo es el nombre con que se conoce en Córdoba al Polylepis
australis. En Bolivia y en Perú lo llaman “queñoa” o “queuñoa”.
Es
un árbol de chico a mediano, de la familia de las rosáceas. Debe su
nombre al color y a la textura de su tronco, que recuerda al tabaco.
Sólo
crece en altura, sobre zonas montañosas. En las serranías
cordobeses no hay otro árbol que subsista arriba de los 1.400
metros, a excepción de los maitenes.
Fuentes:
Fernando Colautti, El sueño de crear un bosque en Pampa de Achala, con aportes colectivos, 23 febrero 2020, La Voz del Interior. Consultado 24 febrero 2020.
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