El
glaciar Thwaites, en la Antártida occidental, es el más peligroso
de mundo. El 15 de enero pasado, los científicos lo han catalogado
como una “bomba de relojería del clima”.
por
Robert Hunziker
Thwaites
se está desmoronando por su parte inferior, atravesada por las
corrientes oceánicas cálidas, lo que prueba que el calentamiento
global está tomando velocidad aunque Estados Unidos, por orden del
presidente Trump, renunciara a sus compromisos del Acuerdo de París
(2015), firmado por casi todas las naciones del mundo.
De
hecho, Estados Unidos está demasiado pendiente de las continuas (y
carentes de sentido) alzas de la Bolsa de Nueva York para dedicarle
siquiera un pensamiento pasajero a algo tan alejado de nuestra
realidad como el derrumbamiento del glacial Thwaites (que está
sucediendo a 14.600 kilómetros, demasiado lejos para ser tomado en
cuenta por las mentes simples).
En
todo caso, los datos concretos son irrefutables: estudios llevados a
cabo por la NASA en el marco de la Operación IceBridge han revelado
la existencia de una cavidad descomunal, del tamaño de la ciudad del
Nueva York, oculta bajo la superficie helada de Thwaites. Y mientras
tanto, el glacial pierde 35.000 millones de toneladas de masa al año.
Indiscutiblemente, “lo que le ocurre a Thwaites afecta a todo el
casquete polar” (1).
A
fin y al cabo, el glacial Thwaites es la principal barrera de
contención de toda la Antártida occidental, que contiene suficiente
hielo como para elevar el nivel del mar unos tres metros y medio por
encima de su nivel actual. Si Thwaites se viene abajo, desencadenará
un derrumbe imperioso de proporciones monstruosas. Aunque nadie sepa
cuánto tiempo pasará (décadas o siglos) antes de que se produzca
el grave derrumbe, a juzgar por su comportamiento reciente, Thwaites
está dando los suficientes avisos escalofriantes como para pararse y
dedicar un tiempo a pensar seriamente en ello.
El
glacial Thwaites tiene 160 kilómetros de ancho y 1.200 metros de
profundidad y está derritiéndose mucho antes y muchísimo más
rápido de lo que pronosticaban todas las proyecciones. Resulta raro,
pues ha sido un rasgo permanente de la Antártida desde los inicios
de la humanidad.
Al
mismo tiempo, frente a los ecosistemas que se derrumban en la
periferia de la civilización, allí donde primero se siente el
impacto del calentamiento global, Estados Unidos, bajo la dirección
del presidente Trump, se dedica a desmantelar décadas de leyes
federales dirigidas a proteger la vida y los ecosistemas. Casi una
centena de regulaciones diseñadas para contener el cambio climático,
proteger la salud humana y limitar la destrucción de ecosistemas
están siendo derogadas, dentro de lo que se conoce como “el gran
desmantelamiento de las agencias federales” de Trump.
Las
principales políticas ecológicas y de bienestar social se están
destruyendo a marchas forzadas, lo mismo que ocurre con los
ecosistemas debido al impacto del calentamiento global antropogénico.
El permafrost del Ártico, por ejemplo, se está derritiendo 70 años
antes de lo previsto. ¡Alerta! ¿El calentamiento global se está
adelantando 70 años? Si así fuera, si está ocurriendo realmente,
pronto se producirán terribles trastornos climáticos (2).
Para
los científicos estadounidenses, Trump representa su peor pesadilla
a todo color. Ningún presidente en toda la historia de Estados
Unidos se acerca a su nivel de ignorancia pura y dura y a su absoluta
incapacidad de entender los términos y conceptos científicos más
rudimentarios. No por nada su propio secretario de Estado, Rex
Tillerson, le definió como un “jodido imbécil” (Vanity Fair, 23
de mayo de 2019).
En
cuanto a Thwaites, la buena noticia es que los últimos hielos de la
Antártida tardarán cientos de años en fundirse. Pero la mala es
que, mientras tanto, y posiblemente más pronto que tarde, se
desencadenará un caos inimaginable en forma de daños duraderos que
cambiarán las costas de todo el mundo, año a año, década a década
y centímetro a centímetro, pero que con el tiempo llegarán a ser
metro a metro. Se trata de un pronóstico extraordinariamente
peligroso, repleto de todo tipo de desafíos para las metrópolis
costeras del mundo.
Lo
más significativo es el mensaje implícito en el nuevo artículo del
NewScientist: alguien que posea una posición de autoridad en el
mundo y grandes dotes de liderazgo (evidentemente, no Estados Unidos)
debe asumir que el calentamiento global ha comenzado la cuenta atrás
y ha puesto de rodillas a la civilización humana en las latitudes
más remotas, allí donde su efecto ya es remarcable, por ejemplo en
el derrumbe del hielo del núcleo del glacial Thwaites.
Dicho
glacial, tan grande como Gran Bretaña, no es sino uno de los muchos
ejemplos del inicio del colapso de los ecosistemas del mundo, pero en
los lugares donde esto ocurre no vive nadie. Aparte de los
científicos, ¿quién más es consciente de estas transformaciones?
La
pérdida de hielo del Thwaites se ha duplicado de forma alarmante en
los últimos veinte años, hasta alcanzar los 35.000 millones de
toneladas anuales; ese mero dato nos trasmite un mensaje inquietante.
Con el tiempo, el glacial Thwaites será responsable de un aumento de
60 centímetros del nivel del mar. Pero ese es solo el comienzo de un
problema mucho mayor, pues ese glacial actúa como contrafuerte de
todo el casquete polar de la Antártida occidental.
Hace
tan solo cinco años los científicos afirmaban con seguridad que el
casquete polar antártico había comenzado a derrumbarse, para añadir
que “aunque el aumento del nivel del mar (de 3 a 4 metros) no pueda
detenerse, todavía pasarán cientos de años, incluso mil, antes de
que se haga totalmente efectivo”. Así que ¡no hay problema!
Pero
ahora parece que sí estamos ante un grave problema.
Traducido
para Rebelión por Paco Muñoz de Bustillo
Notas:
- Adam Vaughan, “Antarctica’s Doomsday Glacier is Melting. Can we Save it in Time?” (El glacial antártico del Día del Juicio se está derritiendo. ¿Podremos evitarlo a tiempo?) NewScientist , 15 de enero, 2020.
- Louise M. Farquharson et al, “Climate Change Drives Widespread and Rapid Thermokarst Development in Very Cold Permafrost in the Canadian High Arctic”, Geophysical Research Letters, 10 de junio, 2019).https://www.counterpunch.org/2020/01/24/a-climate-time-bomb-with-trumps-name-inscribed/
Fuente:
Robert Hunziker, Una bomba de relojería del clima con el nombre de Trump grabado, 29 enero 2020, Rebelión. Consultado 30 enero 2020.
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