Entre enero y
agosto, desde el Plan Provincial de Manejo del Fuego estimaban que
unas ocho mil hectáreas se habían quemado este año en territorio
cordobés. Entre septiembre y lo que va de octubre, los fuegos han
avanzado en mayor medida y consumido otras 18 mil hectáreas.
Hacia mediados de
octubre, la estimación ronda las 26 mil hectáreas afectadas este
año por fuego en la provincia.
La cifra no
adquiere significado si no es por comparación: lo que se ha quemado
en algo más de 10 meses es más del doble de lo que pasó por fuego
en los años 2012, 2014 y 2016. Pero, a la vez, es algo más de la
mitad de lo afectado el año pasado. Y está muy lejos de los peores
registros, como el del fatídico 2013, cuando las llamas arrasaron
con 151 mil hectáreas en la provincia.
Al año le restan
dos meses y medio. Si se midiera por los registros históricos,
podría presumirse que la época de mayor riesgo está por culminar y
que la cifra no debería ampliarse demasiado. Pero ya nadie se anima
a asegurarlo.
Por varios
factores, incluido el cambio climático que supimos conseguir, la
temporada de alto riesgo se ha prolongando. “Hace ya años que
viene creciendo la cantidad de focos que se generan en noviembre y en
diciembre, y hasta en pleno verano hay casos. Es como Es como que la
temporada ya es todo el año”, grafica Claudio Vignetta, secretario
de Gestión del Riesgo y Catástrofes de la Provincia de Córdoba.
Desde varios
cuarteles de bomberos voluntarios venían advirtiendo, cuando el año
aún parecía “tranquilo”, que agosto y septiembre serían meses
complicados. Es el período, después de que las heladas secaron toda
la masa combustible, cuando los vientos y el calor agudizan los
riesgos. Y si se suma la falta de lluvias, como ha ocurrido este año,
el nivel de alerta pega varios saltos.
Las cifras
exactas dependen de estudios con imágenes satelitales que no están
aún completos. Pero de las 26 mil hectáreas que se calculan como
quemadas en 2018, se estima que casi 14 mil (algo más de la mitad)
corresponden a la llamada “zona de riesgo” (las Sierras, el
noroeste y el norte cordobés), donde se concentra la mayor masa
forestal y la reserva de bosques nativos que a Córdoba le quedan.
La década
En los últimos
diez años (entre 2008 y 2017), se quemaron en Córdoba 722 mil
hectáreas, según los datos oficiales del Plan Provincial de Manejo
del Fuego.
Un informe de la
Secretaría de Ambiente de la Nación relevó que unas 100 mil
hectáreas, en ese período, corresponden a bosque nativo, en zonas
roja y amarilla (de buen y medio nivel de conservación,
respectivamente).
En 2018, buena
parte de lo quemado también corresponde a esa masa de monte
autóctono. Sin ser el único, en ese punto se percibe el mayor
impacto ambiental que deja como herencia el fuego. Sólo alcanza para
dimensionar el perjuicio recordar que Córdoba apenas conserva en
buen estado el tres por ciento del bosque nativo que hace un siglo
supo tener.
Otros impactos se
perciben en la degradación y la erosión de los suelos, la reducción
de biodiversidad, la mortandad de la fauna, la afectación de los
recursos hídricos y la contaminación de ríos y arroyos con
cenizas. Otros capítulos relevantes son las pérdidas económicas y
el paisaje degradado.
En la zona llana,
dominada por la actividad agropecuaria, los incendios afectan campos
generalmente con restos secos de cultivos (rastrojos). El impacto
ambiental es menor, pero los suelos quemados pierden calidad y
potencial de rendimiento.
Este año
En lo que va de
2018, el peor incendio -por extensión e impacto- fue el registrado
en el sur del Valle de Traslasierra, durante cuatro días
consecutivos de octubre, con unas 6.500 hectáreas quemadas en total.
Le sigue, en esa
escala, el ocurrido en septiembre en la zona de Villa María de Río
Seco, que arrasó con unas cinco mil hectáreas del extremo norte
cordobés, hasta el límite con la provincia vecina de Santiago del
Estero.
Otros importantes
fueron registrados en Alpa Corral (920 hectáreas), Balnearia (casi
mil), Capilla del Monte (800 hectáreas) y Salsacate (800), en todos
los casos con parte de monte afectado.
Entre los
puramente rurales, en zonas sin bosques, el mayor fue el de tres mil
hectáreas en la zona de Cosme y de Despeñaderos, en septiembre.
Entre medio, hay
una enorme sucesión de focos de entre una y cientos de hectáreas.
Prácticamente,
no hay día del año, salvo aquellos de lluvias generalizadas, en que
algún cuartel de bomberos no deba salir a sofocar un fuego de
pastizales. En los meses de mayor riesgo, son decenas por día. Sólo
son noticia la menor parte: los que requieren de más de un cuartel y
de la coordinación del Plan Provincial de Manejo del Fuego por su
ubicación, extensión o complejidad.
Fuente:
Ya se quemaron 26 mil hectáreas en 2018, 22/10/18, La Voz del Interior. Consultado 25/10/18.
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