Dos de las ocho zanjas donde la dictadura enterró lodos radiactivos de una fuga del Ciemat no están localizadas. Este organismo y el CSN rechazan que exista riesgo para la salud.
por Manuel Planelles
La sucia herencia
radiactiva de aquel 7 de noviembre de 1970 llega hasta un cruce de
carreteras a caballo entre Madrid y Toledo. Ahí -en una zanja de
más de 200 metros cuadrados cubierta de hierbajos, a 30 centímetros
de profundidad y sin ningún tipo de señalización o delimitación-
reposan desde hace casi 50 años tierras contaminadas por una fuga radiactiva que la dictadura escondió. En total, el franquismo
abandonó lodos contaminados en ocho enterramientos clandestinos como
este a lo largo del canal del Jarama.
El vertido de
1970 -de varias decenas de litros de líquido altamente radiactivo
del procesamiento de combustible nuclear gastado de un reactor
experimental- partió del entonces llamado Centro Nacional de
Energía Nuclear Juan Vigón, ubicado en la Ciudad Universitaria de
Madrid. Se coló por las alcantarillas y fue a parar al Manzanares.
De ahí pasó al Jarama, a la real acequia de ese río y al Tajo. El
franquismo -inmerso entonces en la aventura de lograr una bomba
atómica patria con su proyecto Islero y de limpiar la imagen
internacional de la dictadura- no puso en marcha ningún plan de
contención y ocultó el accidente. También los residuos.
La de ese cruce
de la carretera que conduce a Borox (Toledo) es la "banqueta"
número cuatro de las ocho que excavaron los técnicos de la antigua
Junta de Energía Nuclear (JEN) hace casi medio siglo para enterrar
los lodos contaminados con Cesio-137 y Estroncio-90, dos isótopos
radiactivos. Enterrarlos furtivamente en esas "banquetas" -elevaciones del terreno en los márgenes del canal de riego- fue
el epílogo de la llamada "operación Tajo" de limpieza.
Las zanjas han
permanecido en la clandestinidad hasta ahora. Y, según los informes
a los que ha tenido acceso El País, la última vez que se tomaron
muestras para acometer una evaluación radiológica de las banquetas
fue en mayo de 1995. Cuando los técnicos del Consejo de Seguridad
Nuclear (CSN) fueron en aquel momento a la zona, dos de aquellas
banquetas ni siquiera se pudieron localizar; y varias habían sido
modificadas por obras de carreteras y otras construcciones.
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La última vez
que se elaboró un informe partiendo de una inspección visual de las
zanjas por parte del Ciemat (el Centro de Investigaciones Energéticas, Medioambientales y Tecnológicas) fue en junio de 1998.
Ninguna de las zanjas a lo largo de este canal de riego, que en
ciertos tramos abastece a tierras de cultivo de Madrid y Castilla-La
Mancha, está señalizada ni delimitada.
Los actuales
responsables del Ciemat y el CSN -los dos organismos que sucedieron
a la Junta de Energía Nuclear (JEN)- restan importancia a los
enterramientos y a su hipotético impacto sobre la población.
Defienden que con el paso del tiempo el nivel de radiación se ha
reducido.
"En 2014 se
realizó una actualización de datos [pero partiendo de las muestras
de 1995] y se concluyó que no hay ningún problema radiactivo que
pueda afectar a las personas", sostiene Ramón Gavela, director
general del Ciemat. En la misma línea, un portavoz del Consejo de
Seguridad Nuclear traslada: "Al CSN no le consta la existencia
de un riesgo radiológico significativo". Pero informes internos
del CSN –que datan de 2012– indicaban la necesidad de "realizar
una caracterización más completa del alcance de la contaminación"
en las zanjas. También proponían los técnicos analizar otros
"emisores alfa" además del Cesio-137 y Estroncio-90, que
son los que se han medido hasta ahora. Sin embargo, estas
recomendaciones no se han aplicado en los últimos seis años por
parte del Ciemat y el CSN.
Ambos organismos
públicos son los herederos directos de la Junta de Energía Nuclear,
el ente culpable del vertido y, a la vez, el que se encargó de la
limpieza y el enterramiento a escondidas de los lodos en los márgenes
de los más de 70 kilómetros de la acequia del Jarama. Con la
llegada de la democracia, en 1980, la JEN se disolvió y sus
funciones se dividieron: al CSN se le encargó velar por la seguridad
nuclear y al Ciemat se le encomendó la investigación y
experimentación a través de, por ejemplo, aquel reactor
experimental que desencadenó el vertido.
Para comprender
completamente la historia de las banquetas hay que retroceder de
nuevo a aquellos años finales de la dictadura franquista.
19 de abril de
1971. El entonces jefe de la sección de seguridad nuclear de la JEN
resumió en un escrito -que firma solo con sus iniciales, A. A.-
qué se haría para concluir la "operación Tajo" de
limpieza. Tras el vertido, la Real Acequia del Jarama se había
drenado para su limpieza. Luego se retiraron los lodos contaminados
que quedaban en el fondo de ese canal.
Por un lado, la
JEN decidió "abandonar en el sitio" los sedimentos con los
niveles más bajos de radiactividad. El responsable de este organismo
ordenó que los más contaminados se metieran en "bidones"
y se llevaran "a un cementerio apropiado"; el lugar elegido fue El Cabril, que entonces era solo una mina de la provincia de
Córdoba en la que se abandonaban sin más los residuos.
Para la franja
intermedia de tierras contaminadas -aquellas en las que la
radiactividad estaba comprendida entre los 50 y los 500 microrem
hora- la JEN buscó otro destino: que se enterraran en los márgenes
del canal del Jarama. Según aquel escrito de 1971, se debían
mantener unas precauciones, como que “los enterramientos”
estuvieran "sometidos a control técnico y administrativo” y
que se conociera “perfectamente su localización". Para ello
se elaboraron unos esquemas en los que se identifican las ocho zonas
a lo largo del canal en las que se ubicaron los “cementerios”,
según se denominan los enterramientos en esos dibujos.
Octubre de 1994.
Tanto el accidente como el enterramiento de los residuos fueron
ocultados por la dictadura. Y las zanjas cayeron en el olvido también
durante la democracia. Pero el 24 de octubre de 1994 El País publicó
un reportaje sobre el accidente partiendo de los documentos secretos de la dictadura. En aquella información se describía el enorme
alcance del vertido y la ocultación del siniestro a la que se
sometió a la población. De la existencia de las banquetas no salió
nada a la luz. La Fiscalía del Tribunal Superior de Justicia de
Madrid abrió una investigación a raíz de aquel artículo. Y, en el
transcurso de las diligencias, aparecieron referencias a los
enterramientos olvidados. El ministerio público ordenó al CSN que
analizara las zanjas.
Tres técnicos
del CSN y dos de un laboratorio privado visitaron el 11 y el 12 de
mayo de 1995 el canal del Jarama en busca de muestras para examinar
luego.
"Estuvimos
una mañana allí con un equipo del CSN", consigue recordar el
fiscal Javier Comín, que acompañó a los técnicos el primer día.
"Estuvieron midiendo y me enseñaban las mediciones. Salvo
alguna zona, todo era alto pero normal. Una zona sí me sorprendió",
rememora.
"Los valores
de las banquetas cuatro, seis y uno (...) son muy superiores a los
valores ambientales habituales", reconocía el informe que
elaboró la Subdirección de Protección Radiológica tras la visita.
En el documento, fechado el 11 de julio de 1995, se resalta que, pese
a todo, las dosis no implicaban "riesgo radiológico
significativo para la población". Pero en el documento también
se admitía que había varios cementerios modificados y dos de las
zanjas directamente no habían podido ser localizadas.
Como principal
recomendación, los técnicos escribieron: "Los resultados
obtenidos en las muestras de suelo demuestran que, en aquellos casos
donde se ha localizado exactamente el lugar donde tuvo lugar el
enterramiento, se detectan valores de concentración de actividad muy
superiores a los valores ambientales, que si bien no suponen un
riesgo para las personas, aconsejan que se mantengan los actuales
enterramientos sin alterar".
Entre enero de
1997 y mayo de 1998 los técnicos del Ciemat hicieron mensualmente un
control visual de las banquetas que sí se habían localizado. Pero
en junio de 1998 se terminaron aquellos informes. Un mes antes la
fiscalía había archivado sus diligencias al no apreciar delitos
tras casi tres décadas desde el vertido y la operación de limpieza.
El Ciemat, según la documentación del caso, decidió en ese momento
que ya no había "justificación técnica razonable para la
continuación de la vigilancia visual de las banquetas ni para
imponer restricciones a potenciales usos del área donde se
encuentran ubicadas". Y las zanjas regresaron al olvido.
Noviembre de
2012. El área de Protección Radiológica Ambiental del CSN elaboró
hace seis años el documento Análisis de la información del plan de
actuaciones del Ciemat para el estudio radiológico de las zonas de
enterramiento situadas a lo largo del canal real del Jarama. La
principal conclusión es que se debe "realizar una
caracterización más completa del alcance de la contaminación".
Según el
informe, para acometer la caracterización se debería "confirmar
la profundidad en la que se depositó el material enterrado";
también, establecer criterios para unos nuevos sondeos; analizar la
presencia de más emisores alfa además del Cesio-137 y Estroncio-90
ya estudiados. Por último, se propone elaborar una "nueva
estimación del riesgo asociado del uso real de cada una de las
banquetas en base a la caracterización más completa".
Pero estas
recomendaciones no se han aplicado. El Consejo de Seguridad Nuclear
asegura que, "desde la realización del citado informe en 2012,
el CSN ha mantenido una constante interacción técnica con el Ciemat
sobre este asunto". Y argumenta que "de todas estas
interacciones con el Ciemat al CSN no le consta la existencia de un
riesgo radiológico significativo". Pero no aclara las razones
por las que no se ha realizado una mejor caracterización de los
enterramientos, como recomiendan sus propios informes.
Ramón Gavela
admite que "hubo algo de oscurantismo", pero solo referido
al momento del accidente y el proceso de limpieza. "Los terrenos
se limpiaron a un nivel adecuado a la normativa de aquella época",
añade. Mucho más crítico se muestra Francisco Castejón, miembro
de Ecologistas en Acción, físico y trabajador del Ciemat. Habla de
una herencia derivada de "las malas prácticas de la industria
nuclear o del menosprecio de la contaminación radiactiva por los
técnicos de esa industria". Recuerda que en 2000 "las
dosis radiactivas máximas aceptadas por la ley se dividieron por
cinco y esos lodos pasaron a representar un riesgo real de recibir
altas dosis ilegales".
Castejón critica
que la dirección del CSN ignore su propio informe de 2012: "Es
imprescindible caracterizar todos los enterramientos de los lodos
para conocer el alcance de la contaminación y proceder a la
descontaminación del terreno lo antes posible. De lo contrario se
está poniendo en riesgo la salud de las personas y del medio
ambiente".
Fuente:
Manuel Planelles, Los márgenes del Jarama esconden desde 1970 restos de un escape radiactivo clandestino, 15/09/18, El País. Consultado 15/09/18.
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