lunes, 16 de julio de 2018

“Lo de las buenas prácticas agrícolas es un cuento de hadas”

Raúl Montenegro es un prestigioso biólogo, y apoya una ordenanza para prohibir el glifosato en Córdoba. En la entrevista con Diario Nep, habló sobre el efecto cancerígeno del producto y la idea de “demoler el glifosato en las municipalidades”.

por Federico Tártara

Raúl Montenegro, tiene 69 años, es biólogo y profesor universitario de las universidades de Córdoba, Buenos Aires y Mar del Plata, y también realizó más de 40 documentales para televisión con temáticas referidas al cuidado del medio ambiente y la sustentabilidad. En el año 2004, recibió el premio “Nobel Alternativo”, en Suecia, y también ha sido merecedor del galardón Global 500 de Naciones Unidas.

En los últimos días, presentó junto al concejal del bloque Vamos y también periodista de C5N, Tomás Mendez, una ordenanza para prohibir el uso del glifosato en todo el ejido de la ciudad de Córdoba.

Argentina consume más del 9 % de toda la producción mundial de glifosato, y es el país donde se consumen más litros de glifosato por habitante a nivel mundial. La utilización del glifosato se ha incrementado por desconocimiento de su toxicidad real a nivel de agricultura familiar, desmalezamiento de pequeñas superficies e incluso a nivel de jardinería urbana por ser un producto de venta libre”, se explicita en la normativa presentada.

La Cámara de Sanidad Agropecuaria y Fertilizantes (Casafe) precisó que en el año 2012 se vendieron en la Argentina 182 millones de litros de glifosato y que el 95 % de los campos que realizan siembra directa utiliza este producto, que fue considerado “probable cancerígeno para seres humanos” por la prestigiosa Agencia Internacional para la Investigación sobre el Cáncer (IARC) de la Organización Mundial de la Salud (OMS), luego de un exhaustivo trabajo de 17 especialistas provenientes de 11 países.

Los datos de la comercialización del glifosato dejaron de publicarse en el año 2012.

Este Miércoles, los ministros de Ciencia y Tecnología, Lino Barañao; de Ambiente, Sergio Bergman; de Agroindustria, Miguel Etchevehere, y de Salud, Adolfo Rubinstein ofrecieron una conferencia de prensa para presentar un documento denominado “sobre buenas prácticas en materia de aplicaciones de fitosanitarios”, aunque la principal crítica que se les realizó fue que no consideraron “distancia de aplicación”, cuestión que han reglamentado una decena de municipios del interior del país, entre ellos Rosario.

¿Por qué decidieron presentar esta ordenanza en Córdoba?

Primero, porque existe una lucha muy despareja con las grandes corporaciones vinculadas al actual modelo productivo, que tienen organismos transgénicos y un uso muy importante asociado a los plaguicidas. Entonces, la lucha contra algunos de sus productos de alto riesgo, incluido los transgénicos, es muy despareja. Y el glifosato es uno de los más emblemáticos, ya que es el más utilizado en los cultivos y, también, porque el SENASA -el encargado de autorizar los productos- tiene un mecanismo medieval de evaluación y favorece a las grandes corporaciones. La idea es ir empezando a demoler el glifosato en las municipalidades, dando pequeños pasos. En este contexto ya fue aprobada una ordenanza semejante para la ciudad de Rosario. Este proyecto tiene dos alternativas una de máxima y una de mínima; la primera, que quede prohibido todo: almacenamiento, transporte, uso. Y de mínima, que ya sería todo un logro, prohibir el uso. Recordemos que cualquier persona puede usar el glifosato y de hecho hay mucha gente que lo usa en los jardines.

El sentido de esta ordenanza, de aprobarse, es que no se pueda usar en toda la ciudad de Córdoba. Esta presentada por Tomas Méndez, uno de los concejales, y nosotros estamos bastantes confiados, es difícil oponerse a una normativa que está prohibiendo el uso de un producto que la Agencia Internacional para la Investigación sobre el Cáncer (IARC) de la Organización Mundial de la Salud (OMS) lo declaró como probable cancerígeno humano.

¿El mayor impacto es a través de las fumigaciones?

En realidad, el glifosato, entra por varias vías: una de las más generales es a través de la pulverización, tanto de las maquinas tipo mosquito, como de los aviones. Pero el glifosato y el AMPA, que es un derivado, están ingresando a través de los alimentos. Por ejemplo, nosotros hemos hecho un estudio entre la Universidad Nacional de Córdoba y la Universidad Nacional del Noreste de Chaco, y en todas las muestras de orina que tomamos hay presencia de glifosato. Lo más probable es que en un grupo de 10 o 20 personas seguramente la mayoría tengan glifosato, y muchas de ellas, seguramente, nunca estuvieron en un campo.

Hay una cuestión que me parece terrible, y que me parece que no se tiene en cuenta, y es que en la Argentina hace sólo dos años se puede hacer identificación de glifosato en orina. Es decir que durante décadas -porque en Argentina se empieza a utilizar antes de que se formalizara el primer transgénico- se usaba sin que hubiera forma de detectarlo: eso es de una gravedad institucional increíble.

¿Hay un mayor grado de conciencia acerca del uso del glifosato? ¿Comienza a ganar terreno la agroecología? ¿Qué pensas de las buenas prácticas agrícolas?

Yo soy muy escéptico. No veo que haya realmente un gran cambio, siguen predominantes los que están a favor y hay una porción minoritaria de los que practican la agroecología, y lo de las buenas prácticas agrícolas es un cuento de hadas.

¿En la clase política hay un cambio, hay una toma de conciencia acerca del glifosato?

No, tampoco. Si la ordenanza sale va a ser más por presión pública, que por conciencia de los funcionarios.

¿Cómo analizas el futuro del glifosato? ¿Pensas que se pueda prohíba a nivel nacional?

Son pequeños pasos, como este que hacemos en Córdoba. Creo que los pequeños pasos terminan haciendo los grandes pasos: el productor que cambia, la ordenanza, la gente que va tomando conciencia. El tema es el tamaño de los enemigos, los malos de la película… pero igual estas pequeñas cosas están produciendo cambios.

¿Cómo definirías el glifosato?

Es un potencial cancerígeno humano, con eso queda todo definido. Y para el SENASA es un plaguicida inofensivo.

Fuente:
Federico Tártara, Lo de las buenas prácticas agrícolas es un cuento de hadas”, 12/07/18, NEP Cooperativo. Consultado 16/07/18.

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