jueves, 5 de julio de 2018

Al parque Sarmiento le queda poco de su historia

El diseño y las obras emblemáticas imaginadas por Miguel Crisol están abandonados. Es un monumento histórico nacional que no respeta su linaje arquitectónico.

por Federico Sartori

Si un transeúnte imaginario se atreviese a cruzar de mañana el puentecito medio derruido que cruza el lago central del parque Sarmiento, asomándose por el costado derecho de la inestable barandilla, su vista se encontraría con un pedestal vacío. El restaurador Ricardo Zavala indica que en ese lugar se alzaba la estatua de una ninfa, cuyo cuerpo marmóreo es probable que aún se encuentre en el fondo de las aguas oscuras y mugrientas del lago.

El caminante imaginario alcanza el otro lado del puente y atraviesa lentamente un callejón desierto, sucio y de bancos rotos, en cuyos largos canteros diseñados para contener rosales hoy se ensañan los yuyos. Más allá, árboles centenarios lamen las orillas de la isla, mientras entre sus raíces se juntan bolsas de nailon y otros desperdicios flotantes de la calma lacustre. En medio de este desolado paseo, el busto en piedra de Miguel Crisol se levanta como un testigo inmóvil ante el triste espectáculo que describe un parque que agoniza.

Nuestro viajero ficticio sale del corazón del parque, ahora en dirección a la plaza España (hoy vallada para iniciar un controvertido proyecto urbanístico). A los pocos minutos, atraviesa una avenida de añosos olivos, algunos de los cuales han sido arrancados de cuajo hace algunas semanas. Cuando alcanza el ‘paseo italiano’, mira con aprensión hacia la abandonada galería de columnas clásicas. Tras sus pasos, de manera inexplicable a esa hora del día, se enciende el alumbrado público.

Hace más de un año que el parque Sarmiento de la ciudad de Córdoba fue declarado Monumento Histórico Nacional por la Comisión Nacional de Monumentos, de Lugares y de Bienes Históricos de la Nación. Sin embargo, y a pesar de este merecido reconocimiento, aún no se ha realizado ningún trabajo de recuperación del centenario parque.

Intervenciones erráticas

De manera crónica y durante décadas, las escasas intervenciones sobre el predio han sido siempre aisladas y sin un criterio paisajístico global. Un ejemplo notorio de su deterioro son sus desaparecidas arboledas, su lago mal mantenido y la aridez de un suelo erosionado en grandes áreas del lugar. Por su parte, puentes, juegos, antiguas glorietas y una invasiva cartelería han sido pintados del mismo lastimoso color verde que el de los tachos de basura.

La lenta muerte del parque Sarmiento y la pérdida de su diseño original es una de las pérdidas más recientes del patrimonio urbanístico de Córdoba. Sin embargo, aún puede evitarse, al menos en parte. La jurisdicción del parque corresponde a la Municipalidad de Córdoba, y aunque la declaración de la Comisión Nacional de Monumentos protege el sitio y estimula su cuidado, no realiza ningún aporte económico para ello. Es decir que el municipio es el ente responsable de su cuidado y, por ello, también de su situación actual.

Córdoba cabe en un pañuelo

El parque Sarmiento es mucho más que sólo un paseo urbano. Su diseño paisajístico de extraordinaria belleza se remonta a finales del siglo XIX. Todo comenzó una cálida noche de abril de 1886. Sentados en un banco de la plaza San Martín de la ciudad de Córdoba, charlan animadamente dos hombres. Uno es Ramón J. Cárcano y el otro, Miguel Crisol. El primero es un joven escritor que por aquellos años hace sus primeras incursiones en la política, que lo llevaría años después a ser gobernador de la provincia. El otro, un cuarentón de Buenos Aires radicado en Córdoba con su familia por cuestiones de salud, aficionado al urbanismo y de cierta fortuna.

Esa noche Crisol intentaba convencerlo de un proyecto que resonaba en su cabeza desde que llegara a la ciudad años atrás, pues había notado algo que en realidad no era novedad para nadie: que Córdoba era un pozo. Rodeada al oeste por el arroyo La Cañada, pobre hilo de agua que bramaba con las crecidas llevándose media ciudad por delante; al este y norte por el río Suquía, cauce a medias navegable tras el que se habían levantado hacía algunos años los primeros suburbios de la ciudad; y al sur por los barrancones arcillosos sobre los que se perdían los caminos en un monte salpicado de caseríos dispersos.

Córdoba se encontraba atrapada en sí misma y para liberarla de ese encierro Crisol proponía expandirla hacia el sur. Para graficar esto, tomó un pañuelo y, tras guardarlo en su puño, lo abrió luego de un instante y el cuadrado de tela se expandió por la palma de su mano.

Un parque parisiense

El gobierno provincial y el municipio vieron con buenos ojos el proyecto de Crisol, que comenzó a ejecutarse en 1889. La traza del nuevo barrio, bautizado como la Nueva Córdoba, incrementaba más del doble el tamaño de la ciudad de ese momento, mientras que las construcciones públicas y privadas que se proyectaron cambiaban por completo el estilo imperante en la Córdoba de herencia colonial, impulsando el diseño de fachadas europeizantes y a la usanza burguesa en las principales capitales del mundo. Sobre la meseta al costado sur de la vieja Córdoba se proyectaron bulevares, plazas, paseos, quintas, una estación de ferrocarriles, quioscos, miradores y restaurantes.

Sólo faltaba concretar el diseño del parque, pero Crisol tenía preparada una sorpresa. Del mismo modo que para Haussmann los paisajes de París, el parque de Córdoba fue para Crisol una obsesión desbordada, y quería que en nada tuviese que envidiar a sus pares europeos. Para ello viajó a París y tras entrevistarse con el ingeniero Adolphe Alphand, director de obra de los trabajos urbanísticos de la capital francesa, dio con un joven paisajista llamado Charles Thays, aprendiz del famoso arquitecto Edouard André.

Crisol le ofreció el trabajo de diseñar el parque de la Nueva Córdoba y Thays aceptó el ofrecimiento. Llegó a Córdoba, vía Buenos Aires, en 1889 y durante poco más de un año trabajó en el proyecto del parque, que fue para él un verdadero desafío que acabó en acierto, convirtiendo al diseño en un modelo único en su tipo. Como apuntara el paisajista Marcelo Ferreyra, el diseño del parque Sarmiento “marcó un hito en la evolución de los paseos públicos del país”.

Han quedado innumerables testimonios de la obra y el diseño del parque de Thays en Córdoba, con un registro magnífico de planos, fotografías y documentos oficiales posibles de ser consultados en los archivos históricos de la ciudad, así como importantes investigaciones sobre su historia y su diseño, tales como los ya clásicos libros de Carlos Luque Colombres sobre la Nueva Córdoba y de Carlos Page sobre la historia del parque Sarmiento.

Descuidado

1. El entorno del lago perdió muchos monumentos históricos, entre ellos el de una ninfa de mármol, que estaría hundida en el fondo.
2. Una de las pocas esculturas que se conservan en buen estado en un parque que se pensó como un paseo parisiense, lleno de arte.
3. Falta una estrategia de intervención que revalorice la riqueza monumental e histórica del parque, plantean.

Fuente:
Federico Sartori, Al parque Sarmiento le queda poco de su historia, 01/07/18, La Voz del Interior.

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