Desde finales del
año pasado, más de doscientos delfines costeros han muerto en la
bahía de Sepetiba; al parecer, la muerte masiva ha sido causada por
un virus y la degradación ambiental.
por Dado Galdieri
ITACURUÇA,
Brasil - Algo trágico estaba sucediendo en las aguas turquesas de
la bahía de Sepetiba, un puerto en crecimiento ubicado en las
afueras de Río de Janeiro. Desde fines del año pasado, los
pescadores empezaron a encontrar, hasta cinco veces al día,
cadáveres de delfines que lucían muy delgados y además tenían
cicatrices.
Desde entonces,
los científicos han descubierto más de doscientos cuerpos de
delfines costeros (Sotalia guianensis), un cuarto de lo que era la
mayor concentración mundial de esa especie. Las muertes, causadas
por fallas respiratorias y en el sistema nervioso vinculadas a un
virus, han disminuido pero los científicos investigan para aclarar
el misterio.
Se preguntan,
¿cómo un virus que normalmente habría causado el fallecimiento de
un puñado de delfines llegó a matar a decenas de ellos? Científicos
y residentes creen que parte de la respuesta está en la bahía misma
que es un símbolo del poder económico de Brasil y representa un
enorme riesgo ambiental.
Los delfines son
“centinelas”, dijo Mariana Alonso, una bióloga en el Instituto
de Biofísica en la Universidad Federal de Río de Janeiro que
intenta entender la epidemia. “Cuando algo está mal con ellos, eso
indica que todo el ecosistema está fracturado”.
En algún
momento, la bahía de Sepetiba -una tranquila zona de pesca con
playas de arena blanca y un archipiélago de diminutas islas que
están ubicadas a casi 65 kilómetros al oeste de Río de Janeiro-
se convirtió en una de las principales vías de entrada de las
exportaciones brasileñas durante la generación pasada. En 2017, 39
millones de toneladas de mineral de hierro y otras mercancías fueron
enviadas desde ahí.
Los botes
pesqueros de madera que atraviesan la bahía se mueven alrededor de
barcos mercantes cargados con hierro y acero. Aunque la gente todavía
nada en sus aguas, cuatro puertos y una constelación de plantas
manufactureras, químicas y de acero se han ubicado en sus costas.
Uno de los más prominentes productores de mineral de hierro del
mundo, Vale, ocupa una nueva terminal en la cercana isla Guaiba.
“Cuando era
niño, los búfalos recorrían las granjas alrededor de mi pueblo y
teníamos manzanas y cocos”, dijo Cleyton Ferreira Figueiredo, de
28 años, cajero de una tienda de conveniencia que, sin caer en la
nostalgia, también considera que el desarrollo tiene ventajas.
“Ahora todo es más urbano, con escuelas e instalaciones. Hay más
empleos, y me toma quince minutos llegar a casa cuando termino mi
jornada”.
La bahía de
Sepetiba está en una zona costera estratégica por su cercanía con
los estados más desarrollados del país: el industrial São Paulo,
el Río de Janeiro abundante en petróleo y el productor de hierro
Minas Gerais. Alrededor de 22.000 trabajadores viajan cada día a las
fábricas como Gerdau, Ternium y Rolls-Royce en el distrito
industrial de Santa Cruz, junto al área portuaria. Una terminal de
la marina brasileña, ahora en construcción, pronto albergará
submarinos nucleares.
“El número de
industrias y empresas a lo largo de la bahía de Sepetiba ha
comenzado a crecer exponencialmente en años recientes”, dijo
Mariana Alonso, la bióloga. “Lo que eso genera es una mayor
concentración de contaminantes en el fondo marino y en la cadena
alimentaria”.
Los científicos
han atribuido las repentinas muertes de los delfines al
morbillivirus, un virus transmitido por el aire de la misma familia
que causa el sarampión en los humanos. Ahora buscan entender cómo
los delfines se volvieron tan vulnerables al virus, y están
examinando el rol de la contaminación y la degradación ambiental.
Los efectos del
virus -sarpullido, fiebre, infección respiratoria, desorientación-
indica una muerte con una dura agonía. Los delfines agonizantes
fueron observados nadando de lado y solos. Algunos cadáveres
presentan horribles deformaciones y sangre en sus ojos. Los brotes
han sido reportados entre delfines en otras partes del mundo, pero
esta es la primera vez que ataca a la especie en el Atlántico sur.
“La realidad es
que la muerte masiva causada por el morbillivirus es tan solo la
punta del iceberg”, dijo Leonardo Flach, el coordinador científico
de Grey Dolphin Institute, un grupo conservacionista que también
está involucrado en la investigación.
El delfín
costero, una especie que se encuentra desde Centroamérica hasta el
sur de Brasil, es considerado como un animal centinela porque, como
un depredador y mamífero, es propenso a las enfermedades
relacionadas con las aguas contaminadas, dijo Flach. Él ha instado a
la creación de un área de conservación marina para estudiar y
salvaguardar la bahía.
Sergio Hirochi,
de 49 años, un pescador que nació en el área y es propietario de
tres pequeños botes, dijo que ha visto el declive ambiental de la
bahía que comenzó a mediados de la década de los noventa cuando la
compañía minera Ingá Mercantil operó en el área. La empresa
cerró en 1998 después de ser investigada por verter contaminantes,
pero luego llegó una ola de nuevos desarrollos.
“Desde aquí,
miro cuánto desperdicio mineral termina en el océano”, dijo
Hirochi, quien vende pescado en una bodega cercana a su hogar en la
costa. “La bahía de Sepetiba es un estuario, una guardería de
especies. Y cuando la destruyes, destruyes la vida marina”.
Según Hirochi,
los pescadores han empezado a utilizar redes más grandes ante la
disminución de la oferta de camarones, lubinas y sardinas -una
táctica que también puede atrapar a los delfines-.
“Muchos
pescadores atraviesan tremendas dificultades para alimentar a sus
familias”, dijo.
Mientras reconoce
el impacto ambiental en la bahía de Sepetiba, el gobierno municipal
en Itaguai, la ciudad cercana de mayor tamaño, señala hacia los
beneficios del desarrollo, como la construcción de una autopista
moderna y la apertura de terrenos a los emprendedores.
Max Sanches, el
gerente de un hotel, dijo que él llegó en 2012, justo a la mitad
del auge.
“De hecho, los
puertos han generado desarrollo, empleos e inversiones”, dijo
Sanches, quien afirmó que su hotel trabajó arduamente para limitar
y tratar sus desechos. “Trabajamos con el puerto y la belleza, y
queremos que la bahía le aporte bienestar a todos”.
Aun así, Sanches
dio un consejo. “Sugerimos a nuestros clientes que no naden en esta
playa”, dijo. “El tratamiento de las aguas podría ser mejor”.
Fuente:
Dado Galdieri, La muerte de delfines en Brasil alarma a los investigadores, 06/04/18, The New York Times.
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