El plástico está
en lo que comemos, bebemos y en el aire que respiramos y representa
una amenaza cada vez más importante para la salud humana. En los
años 50 el mundo producía dos millones de toneladas de plástico al
año. Ahora son 330 millones de toneladas.
por John Vidal
Oeste de Gales,
hace dos fines de semana. Un viejo colchón que probablemente había
estado en el mar durante meses antes de ser arrastrado por la marea
yace ahora completamente empapado en una playa que de otro modo
estaría limpia. Al colchón le falta un gran trozo y el resto se
está desintegrando. Representa una amenaza para la fauna y flora del
lugar, así que lo arrastramos hasta una parte de la playa donde no
llegan las olas con el compromiso de volver para tirarlo cuando ya
esté seco.
Sin embargo,
¿cómo te desprendes de un viejo colchón formado por miles de
millones de minúsculas partículas de plástico que van perdiendo
formaldehído y otros productos químicos potencialmente peligrosos?
¿Lo quemas? ¿El fabricante debería desplazarse y recogerlo? Pueden
enviar sus respuestas al ministro de Medio Ambiente, Michael Gove,
que se ha comprometido a frenar la marea de desechos plásticos y ha
anunciado una consulta sobre un programa de devolución de botellas
de plástico en Inglaterra, cuyo objetivo es lograr que la gente
recicle más.
Hay que celebrar
la iniciativa de Gove, pero es anecdótica y no tendrá ningún
impacto sobre el grave y cada vez más importante problema del
plástico. El programa está pensado para personas que están hartas
de acumular basura y para los espectadores de Planeta Azul,
horrorizados por las imágenes de pájaros tragando pajitas de
plástico y tortugas ahogadas por bolsas de plástico. Es como si un
fumador empedernido renunciara a un solo cigarrillo.
Desde que
empezamos a utilizar polímeros para fabricar productos de plástico
a gran escala en los años cincuenta, este subproducto de la
industria petroquímica, que utiliza alrededor del 6 % de todo el
petróleo que extraemos al año, se ha extendido a innumerables
procesos de fabricación. En estos momentos el plástico es
omnipresente y es imposible de evitar. Está en nuestra ropa, en los
envases, en las botellas, en los productos electrónicos, en las
bandejas de comida, en las tazas y en la pintura.
Nuestros coches
dependen de este material, así como nuestros ordenadores, nuestros
tejados y las tuberías del desagüe. Es el material de embalaje
preferido a nivel mundial. Dormimos sobre él, lo usamos, lo miramos,
y estamos en contacto corporal directo con él de una forma u otra
todo el día y la noche.
Tal vez tenga
grandes beneficios para nuestra sociedad pero lo cierto es que una
vez está entre nosotros, el material más famoso de todos los que ha
sido capaz de fabricar el hombre no desaparece durante siglos.
Cuando se expone
a la luz solar, al oxígeno o a la acción de las olas, no se
biodegrada, sino que simplemente se fragmenta en pedazos cada vez más
pequeños, hasta que partículas microscópicas o de tamaño
nanométrico entran en la cadena alimenticia, el aire, el suelo y el
agua que bebemos.
La popular serie
Planeta Azul de BBC y una serie de estudios científicos nos han
hecho tomar conciencia de la contaminación que azota nuestros
océanos, pero todavía nos falta información del impacto que
muchos productos químicos sintéticos y aditivos que se usan para
dar al plástico sus cualidades tienen sobre nuestra salud.
En los últimos
años, se han encontrado microplásticos y fibras diminutas, que
miden el ancho de un cabello humano o mucho menos, en una
extraordinaria gama de productos, como la miel y el azúcar,
mariscos, agua embotellada y del grifo, cerveza, alimentos
procesados, sal de mesa y refrescos.
El 95 % de los
adultos que participaron en un estudio realizado en Estados Unidos
presentaban bisfenol A en su orina. En otro, se descubrió que el 83 % de las muestras de agua del grifo analizadas en siete países
contenían microfibras de plástico. Un estudio publicado la semana
pasada evidenciaba contaminación plástica en más del 90 % de las muestras de agua embotellada, que eran de once marcas diferentes. Y a
principios de este año se descubrió que el río Tame en Manchester
tenía 517.000 partículas de plástico por metro cúbico de
sedimento, casi el doble de la concentración más alta jamás medida
en todo el mundo.
Cuantos más
estudios se llevan a cabo, más partículas de plástico encuentran
los investigadores en el cuerpo humano. Los mismos científicos que
hicieron saltar las alarmas sobre la contaminación del aire
provocada por las mortíferas partículas emitidas por los vehículos
diésel están encontrando ahora micropartículas de plástico que
llueven sobre las ciudades y son lanzadas al aire desde automóviles
y zonas de construcción, líneas de lavado y envases de alimentos.
La contaminación
por plásticos en lugares interiores podría ser todavía peor que en
el exterior ya que un solo lavado de un equipo deportivo o de telas
sintéticas hechas por el hombre liberan miles de microfibras en el
aire.
En unas jornadas
que organizó recientemente en el Reino Unido el grupo Common Seas
(Mares Comunes), treinta científicos, doctores y otros expertos
compararon información y llegaron a la conclusión unánime de que
el plástico está en lo que comemos, bebemos y en el aire que
respiramos y representa una amenaza significativa y cada vez más
importante para la salud humana.
Según los
científicos, si podemos respirar estas partículas y fibras de
tamaño micro y nanométrico, también es probable que entren en el
torrente sanguíneo, en el tejido pulmonar y en la leche materna, o
que se alojen en los sistemas intestinal y respiratorio. Tal vez
algunas micropartículas pasen por nuestro cuerpo sin causar daño,
pero otras pueden representar una amenaza para nuestra salud. Se
sospecha que muchos de ellas son cancerígenos o pueden actuar como
disruptoras de hormonas.
Hay consenso de
que existen grandes lagunas de conocimiento sobre cómo afectan los
microplásticos a la salud humana, y que necesitamos estudios
científicos más sólidos. Desconocemos el riesgo de beber agua
embotellada o del grifo. No sabemos cuántos plásticos estamos
ingiriendo o respirando o qué efectos puede tener para la salud
haber estado expuestos durante años a partículas plásticas
peligrosas. No sabemos qué concentraciones son seguras para los
adultos, y mucho menos para los bebés. Existe una creciente
preocupación de que las partículas microplásticas poco estudiadas
sean una amenaza para la salud al presentar una fuente potencialmente
importante de sustancias químicas tóxicas para el cuerpo humano.
Aunque sabemos
desde hace años que algunos de los aditivos utilizados para aumentar
la flexibilidad, la transparencia y la durabilidad de los plásticos
son químicamente peligrosos, pocos han sido probados en humanos.
Algunos países han prohibido ciertos materiales pero no hay un
criterio coherente y para las empresas del sector ha sido fácil
esquivar esta normativa, ya que han encontrado sustitutos que
probablemente sean igual de peligrosos.
No basta con
declarar la guerra a las botellas de plástico, las tazas de café o
las microperlas que se encuentran en los cosméticos. Necesitamos con
urgencia que el Gobierno diseñe un plan de acción para abordar la
crisis del plástico de una forma exhaustiva.
Prohibir las
bolsas de plástico y los envases de un solo uso sería un buen
comienzo pero tenemos que ir mucho más allá. Es necesario reducir
la producción de plástico y fomentar alternativas menos nocivas. Es
necesario que se prohíban grupos enteros de sustancias químicas
nocivas, en vez de ir prohibiendo algunas sustancias una por una. Se
debe ayudar a los consumidores a comprender a lo que están expuestos
y explicarles qué se puede reciclar, compostar o quemar.
En los años 50
el mundo producía dos millones de toneladas de plástico al año.
Ahora la cifra ya es de 330 millones de toneladas anuales, y se prevé
que se triplique en 2050. Devolver algunas botellas de plástico no
será suficiente. Tampoco lo será sacar de la playa el viejo
colchón.
John Vidal fue
jefe de la sección de Medio Ambiente de The Guardian
Traducido por
Emma Reverter
Fuente:
John Vidal, La crisis del plástico es más grave de lo que piensas: no basta con reciclar botellas, 07/04/18, eldiario.es. Consultado 18/04/18.
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