Acción de Greenpeace en la finca Cuchuy, Salta, el 10 de enero de 2018. Foto: Greenpeace Argentina |
por Hernán Giardini
Existe una falsa
teoría, muy difundida entre grandes productores agropecuarios,
dirigentes políticos y promotores del actual modelo agroexportador,
de que desmonte es equivalente a progreso. O, dicho de otra forma:
que es necesario sacrificar nuestros bosques para aumentar el
bienestar de la población.
Lo primero que
debemos advertir es que, a causa de este modelo de desarrollo,
Argentina se encuentra en emergencia forestal. En las últimas tres
décadas se perdieron 8 millones de hectáreas de bosques nativos (el
tamaño de Escocia o de la provincia de Entre Ríos). Esto nos coloca
entre los diez países que más destruyen sus bosques en todo el
mundo.
El 80 % de los
desmontes se concentra en cuatro provincias del norte: Santiago del
Estero, Salta, Chaco y Formosa. Cabe señalar que, tras 30 años de
deforestación descontrolada, esas provincias siguen estando entre
las que tienen más pobres (entre el 40 % y 50 % de su población) y,
para peor, ahora con muchos menos bosques. Un reciente informe de
Naciones Unidas ubicó a esas mismas cuatro provincias como las
peores de un ranking que mide tres variables fundamentales para el
desarrollo sostenible: crecimiento económico, inclusión social y
sostenibilidad ambiental.
La principal
razón de la deforestación es el avance de la frontera agropecuaria,
cuya producción (soja y ganadería intensiva) tiene como principal
destino la exportación y no el consumo local. Hay que decirlo
claramente: en gran medida destruyen nuestros bosques para alimentar
a pollos y cerdos de China y Europa; o para que un alemán disfrute
de un jugoso bife supuestamente producido "en las pampas".
Los desmontes son
realizados por grandes productores agropecuarios que en su mayoría
no son de la región chaqueña, sino que provienen principalmente de
la región pampeana (Buenos Aires, Córdoba, Santa Fe) y en algunos
casos del exterior. En lugar de adaptarse a las limitantes y las
posibilidades que les brinda el ecosistema, deciden transformarlo,
destruyéndolo. Esta "pampeanización del Chaco" se viene
produciendo fundamentalmente porque el precio de una hectárea en el
norte oscila entre los 300 y 500 dólares (con bosques), mientras que
en la zona pampeana su valor ronda entre los 10 mil y 15 mil dólares.
La deforestación
impacta directamente sobre las familias indígenas y campesinas que
históricamente habitan y utilizan esos bosques pero que, por desidia
del Estado, no han obtenido su titularización; y que, tras el paso
implacable de las topadoras, pierden su forma de vida y sustento,
caen en la pobreza extrema y ello provoca que deban emigrar a la
periferia de las grandes ciudades. Son cada vez más los casos en los
cuales los conflictos de tierras terminan con campesinos e indígenas
asesinados, donde es frecuente el accionar de guardias armadas bajo
la orden de los empresarios.
Por otra parte,
la producción de soja transgénica no genera mucho empleo (una
persona cada 200 hectáreas) y trae consigo la constante fumigación
con agrotóxicos que impactan fuertemente sobre la flora y la fauna;
sobre ríos, arroyos y lagunas (claves para la supervivencia en la
región chaqueña); y sobre la salud de los pobladores. Resulta
evidente que los beneficiarios de los desmontes son los grandes
productores agropecuarios y el Estado nacional, mediante los
impuestos. ¿Cuánto llega de esas ganancias para la gente de la
región chaqueña? ¿Y al resto de los habitantes de las provincias?
Muy poco. Y a un costo social y ambiental enorme.
Finalmente
debemos recordar que los bosques y las selvas concentran más de la
mitad de la biodiversidad terrestre y juegan un papel fundamental en
la regulación climática (cerca del 20 % de las emisiones de gases de
efecto invernadero provienen de la deforestación). Nos brindan
bienes indispensables como alimentos, maderas y medicinas; y son
claves en la conservación de los suelos y en el mantenimiento de las
fuentes y los caudales de agua. Son nuestra esponja y paraguas
protector natural. Un reciente estudio del Instituto Nacional de
Tecnología Agropecuaria reveló que una hectárea con bosque
chaqueño absorbe en una hora 300 milímetros de agua, mientras que
una con pasturas, 100 milímetros, y una con soja, tan solo 30
milímetros. Menos bosques es sinónimo de más inundaciones. Cada
verano miles de personas lo sufren.
Destruir bosques
no es progreso, es un crimen.
Fuente:
Hernán Giardini, La falsa teoría de que el desmonte es progreso, 08/02/18, Infobae. Consultado 08/02/18.
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