Los frutos del
veneno.
por Gabriel
Stekolschik
Un estudio
científico efectuado en una importante zona frutícola del Alto
Valle, en las provincias de Río Negro y Neuquén, prueba que los
plaguicidas que allí se utilizan impactan en los bebés nacidos de
madres que, durante el tercer trimestre de su embarazo, residieron en
áreas expuestas a la fumigación.
La economía del
Alto Valle de las provincias de Río Negro y Neuquén depende, en
gran medida, de su producción frutícola. Con la finalidad de evitar
las pérdidas de productividad que ocasionan los insectos, esta
actividad económica va acompañada por la pulverización de cientos
de toneladas anuales de plaguicidas, cuya aplicación se efectúa a
lo largo de octubre, noviembre y diciembre.
“La
particularidad que tiene esta región es que las viviendas de las
poblaciones rurales están muy próximas a los emprendimientos
frutícolas. Además, la época de aplicación de los plaguicidas
coincide con la época de mayores vientos”, señala María Gabriela
Rovedatti, del Laboratorio de Toxicología de Mezclas Químicas de
Exactas UBA, una de las autoras del estudio que acaba de publicarse
en la revista científica Environmental Science and Pollution
Research.
“Es el primer
estudio que analiza la sangre del cordón umbilical de bebés nacidos
de mujeres que residen en estas poblaciones rurales, y encontramos
alteraciones bioquímicas que indican un impacto de los plaguicidas”,
revela Rovedatti.
Madres sanas
Las viviendas de
las poblaciones rurales están muy próximas a los emprendimientos
frutícolas, cuyo límite está marcado por la hilera de álamos que
se observan en la foto.
Las viviendas de
las poblaciones rurales están muy próximas a los emprendimientos
frutícolas, cuyo límite está marcado por la hilera de álamos que
se observan en la foto.
El trabajo
científico incluyó a 151 mujeres saludables de entre 16 y 35 años
de edad que estaban cursando el tercer trimestre de su embarazo. Para
descartar otros factores que pudieran influir en el estudio, se
excluyó a las fumadoras, a aquellas que sufrían alguna enfermedad
crónica y a las que desarrollaron alguna complicación durante la
gestación.
Por la misma
razón, las mujeres incluidas en el estudio eran todas del mismo
grupo étnico (latinas) y formaban parte de un hogar de ingresos
económicos medios. Asimismo, fueron seleccionadas solamente aquellas
que parieron un solo bebé, nacido saludable y a término, en un
hospital público.
Para el análisis,
fueron divididas en tres grupos. Por un lado, aquellas que residen en
áreas rurales y que cursaron su tercer trimestre de embarazo durante
la época de fumigación. Por otro lado, las residentes rurales cuyo
último trimestre de gestación no coincidió con el período de
pulverización. Finalmente, el tercer grupo estaba conformado por
mujeres que residen en la ciudad de Neuquén y que nunca habían
estado expuestas a los plaguicidas.
“El análisis
de la sangre del cordón umbilical muestra, en el caso de las
residentes rurales, que los glóbulos rojos son más frágiles y que
hay mayor daño en el ADN de los linfocitos”, informa Rovedatti.
Según la
investigadora, “ya se sabe que este tipo de plaguicidas atraviesan
la placenta y llegan al feto. Estos resultados, junto con los de
trabajos nuestros anteriores, dan indicios de que esta población
está siendo impactada por los plaguicidas por el solo hecho de
residir en esas zonas rurales”.
Niños en riesgo
Desde hace ya
varios años, la Universidad Nacional del Comahue (UNCo) estudia los
efectos de las fumigaciones sobre las poblaciones rurales del Alto
Valle. Hasta que se mudó a Buenos Aires, Rovedatti formó parte de
esa institución y participó de numerosos talleres educativos
sostenidos por la UNCo, que estaban enfocados en informar para la
prevención de conductas de riesgo.
“No se puede
tener resultados que afectan a una población y no hacer nada con
ellos”, acota la investigadora.
Para elaborar los
contenidos de los talleres, encuestaron a los pobladores rurales:
“Encontramos que el 80 % de las mujeres no sabía cuál era la época
de aplicación de los plaguicidas y que un porcentaje alto comía las
frutas directamente del árbol cuando todavía estaban contaminadas”,
ilustra.
Por su menor
tamaño corporal, para la misma cantidad de plaguicida, los niños
tienen mayor riesgo de intoxicarse que los adultos: “La encuesta
mostró que, por desconocimiento de los riesgos, durante el tiempo de
fumigación las madres dejaban jugar a los chicos afuera y colgaban
la ropa de los niños en el exterior. Además, los chicos se bañaban
en los canales de riego, que son los desagües de los plaguicidas”.
Además de
Rovedatti, el trabajo de investigación lo firman María Quintana,
Berta Vera, Gladis Magnarelli y Natalia Guiñazú, todas ellas
investigadoras de la UNCo.
“Sabemos que
los resultados de nuestras investigaciones pueden afectar intereses
que tienen que ver con la producción frutícola y con la
comercialización de plaguicidas”, dice Rovedatti. “Pero además
de pensar en aumentar la producción, tenemos que cuidar a las
personas, sobre todo a los chicos y a las embarazadas que son más
vulnerables”, opina.
Fuente:
Gabriel Stekolschik, Plaguicidas en recién nacidos, 25/09/17, Nexciencia. Consultado 25/09/17.
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