jueves, 27 de julio de 2017

“Todos y cada uno de nosotros debemos tomar partido y abrazar lo que consideremos para contrapesar tanta basura”

José Herrera Plaza (Almería, 1955) cursó estudios de Economía en la Universidad de Valencia. Técnico Superior en Imagen y sonido, trabaja actualmente, como cámara operador, en Canal Sur TV. Desde 1985 ha seguido de cerca todo lo relacionado con el accidente nuclear de Palomares. En 2003 fue coautor y coorganizador del libro y exposición en el Centro Andaluz de Fotografía ”Operación Flecha Rota. Accidente nuclear en Palomares”. Posteriormente dirigió el largometraje documental homónimo (2007).

por Salvador López Arnal

Estábamos aquí. El apartado 10.2 está dedicado al coste total. ¿Cuál ha sido ese coste total del accidente hasta el momento? ¿Hay algún cálculo que te parezca satisfactorio?

JH.- El único cálculo satisfactorio que he hallado es el que explica el proceso y parte de unos costos iniciales de las partidas asumibles. La mayoría lanzan una cifra a vuelapluma sin pudor alguno. Únicamente he hallado uno y solo referido a lo que más documentado está, la exitosa búsqueda de la bomba perdida en el impresionante informe de 4 tomos de la Ocean Sistem Inc. Respecto al resto, como eran conscientes de su proceder innoble, ha quedado sin documentar; destinado a perderse sin retorno en las profundidades del olvido. Afortunadamente se ha podido reconstruir laboriosamente el resto con una incertidumbre de error máxima de +- 10 %. El total en euros actuales suma 226 millones. Cuando algún lector me ha preguntado si valía la pena destinar tanto esfuerzo y tiempo personal a este cálculo, basado en una nutrida documentación primaria, le he respondido que pocos resultados son tan elocuentes para evaluar las prioridades del Gobierno norteamericano. En la búsqueda marina de la bomba perdida gastaron 67 millones de euros. En la descontaminación 340.000.


En el siguiente apartado sostienes que Palomares y Villaricos están a la espera. ¿Qué esperan en tu opinión? ¿Qué deberían esperar?

JH- Deberían esperar que a las personas no se les valore por el lugar donde residan, que diera lo mismo el pueblo, ciudad, provincia o autonomía, ni por el número de votos que pueden juntar. Deberían esperar que se actuase en función de valores, como seres humanos que son: justicia, salud y respeto al medioambiente.

Tus palabras de cierre: “la historia sigue abierta”. ¿A qué está abierta en el caso de Palomares?

JH.- Si se hubiese descontaminado totalmente, si no se hubiera engañado a los vecinos, no hubiese existido el Proyecto Indalo, ni haría falta que estos siguiesen pasando revisiones 51 años más tarde. Todo en la Historia tiene, al igual que nuestro cuerpo, un principio y un final: guerras, migraciones, reyes, tiranos y dictadores, sagas y dinastías, incluso culturas y civilizaciones. Mientras que no se retiren los contaminantes de Palomares, o los términos fuente, como eufemísticamente le denominan en el país causante, la historia de Palomares pervivirá como historia interminable, abierta e inconclusa al menos 24.300 años, que es lo que tarda el plutonio (Pu239) en desintegrarse un 50 %.

Antes del índice, hay una fotografía con dos protagonistas de la historia, un embajador y un pescador. ¿Cómo valoras el papel de cada uno?

JH.- Creo, o quiero creer, que cada uno de ellos cumplió adecuadamente con el rol que le tocó vivir. El embajador Angier B. Duke tuvo una actitud abierta desde el principio hasta el final. Luchó muy duro para que se mostrara públicamente la bomba recuperada del mar; algo nunca visto. El pescador tarraconense del afamado gambón rojo o rayao, con base en Águilas (Murcia), Francisco Simó, demostró su profesionalidad e inteligencia al marcar satisfactoriamente el lugar donde cayó la bomba e involuntariamente demostró lo difícil que resulta esquivar los prejuicios sociales por parte del ejército más poderoso.

En tu opinión, ¿cuál es el deseo, la voluntad, de los ciudadanos de Palomares? ¿Qué piensan que debe hacerse? ¿Están tranquilos? ¿Cuáles son sus inquietudes?

JH.- Si hacemos una media ponderada de los testimonios que he recogido o han salido en los medios de comunicación, podríamos sintetizar con el deseo generalizado de hallar un final a su historia. No he hallado a nadie que no esté cansado de un tema que los lastra y hastía. Ojo, estoy seguro que si ya estuviese definitivamente descontaminada, ese cansancio no existiría, al contrario, mostrarían orgullosos a quien quisiera saber lo acaecido un frío enero de 1966. Por eso fue tan bien recibida la idea de aprovechar una de las parcelas rehabilitadas para levantar un museo relacionado.

Si están tranquilos o no, es difícil saberlo. La vida sigue y a cada uno le va la feria de distinto modo. Sé que las familias que han padecido uno o varios casos de cáncer, con una profusión idéntica al resto del país, han sacado unas conclusiones en base a conjeturas diferentes al resto de familias que no han padecido tal patología; eso sí, siempre de manera estrictamente reservada. La sombra de la sospecha permanece ahí, como una pesada piedra que han de arrastrar en sus vidas mientras la contaminación siga.

Tu índice cronológico es magnifico en mi opinión. UN regalo para el lector/a. ¿Nos destaca cinco fechas fundamentales, básicas?

JH.- El 17/01/1966; 10:22’ a.m. nos remite a la película de Rosellini: «Alemania año 0». A partir de ahí yo optaría por las siguientes:

Año 0. Día 3 (20/01/66): El periodista André del Amo, de United Press Int. desmonta el silencio oficial con la denuncia de la implicación de bombas termonucleares.

Año 0. Día 7 (24/01/66): Se inician las labores de limpieza y radioprotección, tras siete días en los que soplaron fuertes vientos, resuspendiendo el plutonio y contaminando a la población y tropa. Después vendrían las trampas con los resultados analíticos.

Año 0. Dia 39 (25/02/66): Se acuerda el plan de seguimiento de las personas y el medioambiente, en un entorno fuertemente contaminado por plutonio, en el que se incluía la experimentación con humanos sin su consentimiento informado. Es el llamado secretamente «Proyecto Indalo».

Año 0. Día 58 (13/03/66): La USAF da por finalizada la descontaminación, sabiendo que dejaban dos enterramientos secretos y varios kilogramos de plutonio sin recoger. Gran parte de estos en su despensa o fértil vega ribereña del río Almanzora, donde se concentra la mayor superficie agrícola.

Año 37. Día 13.852 (30/12/2003): Se aprueba en el último Consejo de Ministros la ley que daba el pistoletazo de salida al inventario radiológico actual de Palomares, paso previo e indispensable para conocer la situación presente y buscar cualquier solución futura.

Todo llega a su fin, decía un grupo de rock de mi época. ¿Qué te ha parecido esta experiencia? ¿Te he molestado en exceso?

JH.- Cuando en febrero de 2016, en pleno 50º aniversario, me propusiste realizar una serie de entrevistas sobre el contenido del libro dudé. Acababan de finalizar 7 años agotadores y de padecer problemas de salud derivados del alto nivel de estrés y fatiga. Como si tanta faena fuera pecado, me había hecho firme propósito de enmienda de darme un tiempo de descanso y cual pecador recaí en esta experiencia. Si yo hubiese conocido lo enriquecedor que ha resultado el rumiar todo el contenido del libro en 26 cuestionarios, sin lugar a dudas no lo hubiese pensado; ello sin contar con el provecho ajeno, los destinatarios que lo han leído y aquellos que lo han incluido en sus blogs o web. Sin lugar a dudas todos hemos aprendido algo más sobre este oscuro suceso que abarca y confunde la dictadura y la democracia. Únicamente me queda mostrar públicamente mi gratitud a Rebelion.org y a tu persona. Desde vuestro magnífico libro con Eduard Rodríguez: «Casi todo lo que usted desea saber sobre los efectos de la energía nuclear en la salud y el medioambiente», mostraste una gran sensibilidad y deseos de conocer la verdad sobre el accidente de Palomares.

Mil gracias por tus generosas palabras. Por mi parte un honor. Me gustaría que cerraras tú, con tus palabras, diciendo lo que mejor estimes.

A la hora del colofón creo hemos de centrarnos en las conclusiones más relevantes. Si hacemos balance de varias décadas, por paradójico o surrealista que parezca, hemos oficiado más de activistas en pro de de la transparencia institucional que de investigadores de nuestra reciente memoria histórica. Hasta hace muy pocos años, con la ayuda de varias personas, la mayoría de las fuentes documentales inéditas relacionadas con Palomares han sido obtenidas en los Estados Unidos, incluidas las españolas. La ornamental Ley de Transparencia aprobada hace muy poco es un lavado de cara a la galería, según denuncian las ongs dedicadas a este tema. Ello significa que, tras casi 40 años de democracia, el derecho elemental a la información pública del ciudadano está aún por desarrollar y vindicar. Algo indispensable si deseamos disminuya la corrupción y se restaure un verdadero Estado de Derecho. Información pública y salud democrática van siempre de la mano.

La otra conclusión aparece menos nítida: ¿Hasta dónde podemos ser útiles con nuestro esfuerzo? Toda esta historia de Palomares estaba anclada en el olvido para el gran público, o en la impostura de la «Historia Oficial» para los curiosos o los amantes del pasado . Intentar darla a conocer o deconstruirla desde un libro, artículos o conferencias de un ciudadano anónimo de la periferia peninsular resulta difícil, pero necesaria. Todos y cada uno de nosotros ha de tomar partido en nuestro breve tránsito por este mundo y abrazar aquello que considere para contrapesar tanta basura. La esfera de acción del individuo es infinitamente más limitada que la grupal, pero indispensable su lucha si aspiramos al sentido progresista de la Historia, porque tal como apuntaba el escritor argentino José Hernández en su libro «El Gaucho Martín Fierro», hasta el pelo más delgado hace su sombra en el suelo.

Gracias, querido y admirado compañero. Repito: todo un honor.

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