lunes, 24 de julio de 2017

Giro en las represas: una decisión cruzada por compromisos ambientales y necesidades de financiamiento

por Horacio Riggi

El Gobierno parece no tener miedo a que lo juzguen por dar marcha atrás. Pasó de cuestionar y casi dar de baja, en el inicio de su gestión, al megaproyecto de las represas patagónicas Néstor Kirchner y Jorge Cepernic, a respaldarlas, como lo hizo ayer.

Pero detrás del cambio hay una historia. Si bien oficialmente se dijo que lo que se pidió desde un principio es que se cumpla con las normas ambientales, lo cierto es que la obra nunca fue del agrado de Mauricio Macri. El solo hecho de que las represas estén vinculadas por proyecto, nombre y empresarios que la ejecutarán con el gobierno anterior, bastó para incomodar al Presidente.

Pero si Macri necesitaba un motivo para frenar la construcción, lo tuvo casi en su primer acto de Gobierno. Corría diciembre de 2015 y en el sur de Chile fallecía por un accidente en kayak, Douglas Tompkins, ecologista y ex empresario, que era dueño en la Argentina de una gran cantidad de hectáreas en Corrientes y en la Patagonia.

La viuda de Tompkins, Cristine Mc Divitt, fue recibida en la Casa Rosada días después de la tragedia. De la reunión también participó Sofía Heinonen, autoridad máxima de la ONG Conservation Land Trust, fundada por el multimillonario y dedicada a comprar tierras privadas, donarlas y convertirlas en parques nacionales.

En la reunión, de la que también participaron otros funcionarios del Gobierno, el presidente se habría comprometido a estudiar el impacto ambiental que podrían provocar las represas si se realizaban tal cual el proyecto presentado. En la empresa constructora Electroingeniería, que junto con Hidrocuyo y la china Gezhouba Group Corporation, forman la UTE Represas Patagonia, siempre sospecharon que fruto de esa reunión la obra se frenó.

¿Pero qué cambió para que Macri cambie? En principio, se realizó el trabajo ambiental y las represas ahora tendrán menos turbinas aunque generarán la misma cantidad de energía. Sin embargo, la sospecha del cambio es otro. La construcción de las represas está atada a un compromiso del gobierno de China de desembolsar u$s 4714 millones y no construirlas significa un costo alto: por ejemplo, quedarse sin otros financiamientos como la rehabilitación de ramales ferroviarios y otras obras de infraestructura que suman alrededor de u$s 20.000 millones y también dependen, en principio, del gobierno oriental.
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