Dos
nuevas centrales nucleares son algunos de los resultados del último
acuerdo firmado con China. La importación de uranio se duplica y
comienza una nueva disputa por reactivar la minería.
por Florencia
Fernández y Juan Carlos Travela
Mientras
avanza la oposición por parte de la ciudadanía a la instalación de
las dos nuevas centrales nucleares, desde el gobierno se apunta a
recuperar la minería de uranio. Qué zonas están afectadas y qué
implica este incremento de la demanda del mineral en cuestión, son
el objetivo de esta columna.
No
hay discusión sobre la energía nuclear o la minería en las fuerzas
políticas mayoritarias de la Argentina. La grieta no alcanzó las
cuestiones ambientales, y de esta forma se da continuidad al Plan
Nuclear Argentino lanzado en el año 2006.
La
minería de uranio, insumo principal para producir energía nuclear,
es una actividad que se busca reactivar en el país. En este sentido,
Luis López, referente de la Comisión Nacional de Energía Atómica,
afirma que con solo un yacimiento operando se podría cubrir la
demanda actual de uranio, y lamenta la falta de licencia social para
llevarlo adelante. El informe publicado por el Ministerio de Energía
y Minería en diciembre de 2016, avala esta propuesta, y afirma que
“si fuera factible el proyecto Laguna Salada, se podría abastecer
la demanda de los tres reactores argentinos por trece años y en caso
de incorporarse un cuarto reactor, dicho abastecimiento sería de 9,6
años”.
Según
el informe mencionado, la Argentina cuenta con más de 31.000
toneladas de uranio en las provincias de Chubut, Mendoza y Salta, a
lo que se suma la estimación de recursos no disponibles por más de
80.000 toneladas. Más específicamente, Salta posee en el yacimiento
Don Otto, recursos identificados por 430 toneladas, Sierra Pintada en
Mendoza unas 10.010 toneladas, y la mayor parte de ellos en Chubut,
donde encontramos 21.245 toneladas, en Meseta Central, Cerro Solo,
Laguna Colorada y Laguna Salada.
Para
extraer el uranio es necesaria la explotación de minería
subterránea y con mayor proporción minería a cielo abierto. En la
actividad minera se demuele las rocas con dinamita, dispersando en el
aire el polvillo o material particulado. Este contiene metales
pesados: arsénico, cadmio, plomo y mercurio, y
radioactivos, uranio, torio y cesio, ya que en el sitio se encuentra
uranio y sus productos de decaimiento. El uranio se encuentra en la
roca en muy baja ley entre un 0,1 % y 0,2 % del total de la roca
procesada, alrededor de 1 kg a 2 kg por tonelada de roca, por lo que
existe un gran desperdicio de mineral residual. Los residuos
provenientes de la minería de uranio, están constituidos
mayoritariamente por las “colas del mineral” (a las que se les
extrajo el uranio aprovechable) y por los “estériles de la
minería” (la roca extraída con muy bajo contenido de uranio).
Esos residuos contienen las mismas sustancias radiactivas que poseía
el mineral original y que no fueron separadas.
Más
allá del alto nivel de inestabilidad que presenta la energía ya
obtenida, los problemas que presenta su producción no son menores.
Las etapas en que se subdivide el proceso de producción de la
energía nuclear, a saber: la de minería, la de concentrado, la de
conversión, la etapa de producción de energía y la de conformación
de los residuos nucleares con las sobras de la producción del
uranio, genera residuos radiactivos altamente peligrosos. Las
consecuencias de estos residuos la padecerán los pobladores y
ecosistemas a lo largo de miles de años, el tiempo que tarda en
decaer la radioactividad.
Aquellos
sitios en los cuales se han desarrollado actividades intrínsecas a
la minería de uranio, no se han remediado todavía. Esta
contaminación con sustancias radiactivas la siguen padeciendo las
ciudades de Malargüe (Mendoza), San Rafael (Mendoza), Huemul
(Mendoza), Córdoba (Córdoba), Los Gigantes (Córdoba), Pichiñán
(Chubut), Tonco (Salta), La Estela (San Luis), Los Colorados (La
Rioja). Todas estas localidades juntan 5.902.600 de toneladas de
colas de minas de Uranio, que todavía están a la espera del tan
postergado presupuesto para la remediación de estos sitios. Que si
bien la remediación busca garantizar la seguridad del lugar para
algún uso en particular, no se puede recuperar la composición ni la
función del ecosistema, por lo que es necesario considerar este
punto cuando se determina un sitio para la minería de uranio.
No
puede soslayarse que las consecuencias que acarrea la actividad
nuclear pueden llegar a ser como en Chernobyl o Fukushima,
terriblemente devastadoras. Son muchas las voces que se han levantado
en el mundo en su contra.
Además
de las implicancias explicadas en este artículo, los números no
cierran aun dejando el ambiente (y la seguridad) afuera. Las nuevas
centrales nucleares costarán cuatro veces más que el plan RenovAR y
sin embargo producirán menos energía. 1871 megavatios de capacidad
contra los 2400 que se esperan del plan RenovAr. A lo que debemos
sumarle la necesidad, al menos momentánea, de continuar con la
importación de uranio, que se prevé que aumente un 112 % con la
incorporación de las nuevas centrales, y genere una salida de
divisas de más de 22,6 millones de dólares anuales, entre uranio
natural y uranio enriquecido.
Existen
leyes como la Ley XVII-Nº 68 de la provincia de Chubut que prohíbe
la actividad minera metalífera, o la Ley N° 7722 de Mendoza, sin
embargo, el gobierno actual está dispuesto a dar los pasos
necesarios para avanzar.
La
sociedad argentina deberá entonces dar la discusión respecto al
costo que estamos dispuestos a pagar para avanzar hacia la soberanía
energética. Mejor dicho, ¿hasta qué punto vale más la soberanía
energética que la prevalencia de la vida en el planeta?
Fernández
es tesista en Ciencias Ambientales (UBA) y Travela es Licenciado en
Comercio Internacional, doctorando en Desarrollo Económico (UNQ).
Fuente:
Florencia Fernández, Juan Carlos Travela, Macri quiere reactivar minería de uranio a pesar de siete ciudades afectadas sin remediación, 03/06/17, La Izquierda Diario. Consultado 05/06/17.
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