Un
campo de Benito Juárez seleccionado por su experiencia agroecológica. La
chacra La Aurora, de 650 hectáreas, fue premiada por la FAO como una
de las 52 experiencias mundiales de explotación con agroecología.
No utilizan agrotóxicos y su rendimiento económico es muy superior
al de los campos transgénicos.
por
Darío Aranda
En
una región dominada por transgénicos y agroquímicos sobresalen 650
hectáreas rebeldes, donde producen (sin venenos) trigo, ganadería y
pasturas desde hace veinte años. Priorizan la producción, pero
también el cuidado del ambiente y los alimentos sanos. A
contracorriente del agronegocio, la chacra (llamada La Aurora) está
ubicada en el sur bonaerense y fue seleccionada por la FAO (organismo
de Naciones Unidas) como una de las mejores experiencias mundiales de
agroecología. Mantiene buenos niveles de producción, tiene menores
costos que los campos transgénicos y cuenta con buenos márgenes de
rentabilidad. Juan Kiehr, al frente de la chacra, resume su
filosofía: “Quiero dejarle a mis nietos un campo mejor del que
heredé”.
Benito
Juárez está ubicada en el sur bonaerense, a 400 kilómetros de la
ciudad de Buenos Aires. A fines de la década del 90, cuando
comenzaba a desplegarse el modelo transgénico, la campaña
publicitaria y las instituciones del Estado llamaban a apostar por
ese modelo. Juan Kiehr y su pareja, Erna Bloti, no aceptaron. Ya
usaban algo de agroquímicos para los cultivos, pero querían dejar
de utilizarlos y percibieron que el modelo transgénico era todo lo
contrario.
Cruzaron
en esa búsqueda a Eduardo Cerdá, ingeniero agronómo que ya
trabajaba en campos en transición hacia otro modelo, sin
agrotóxicos. Y decidieron que La Aurora, 650 hectáreas, iniciara
ese camino con trigo, pasturas y vacunos.
Tuvieron
la precaución de tomar nota de todo. Qué cultivaban en cada cuadro,
cuánto cosechaban, qué cantidad de vacunos tenían, cuántos
terneros cada año, los gastos, los ingresos, todo. Pronto
confirmaron que podían vivir sin transgénicos ni agroquímicos.
“Nunca pasamos necesidad, no nos endeudamos, no nos faltó nada”,
suele repetir Kiehr.
La
sistematización de los datos ayudó al momento de compartir la
experiencia. Primero a nivel local, en medios regionales que
destacaban al productor no transgénico con márgenes de rentabilidad
más altos que sus vecinos. Luego fueron los medios cooperativos y
alternativos. Kiehr y Cerdá comenzaron a ser invitados a facultades
de agronomía y la experiencia circuló entre ámbitos de
agroecología, que en Argentina son muchos y diversos.
Presentaron
la experiencia en el V Congreso Latinoamericano de Agroecología
(2015) y Greenpeace realizó un corto documental sobre la chacra. En
2016, la Organización de Naciones Unidas para la Alimentación y la
Agricultura (FAO) seleccionó 52 experiencias agroecológicas de todo
el mundo y La Aurora fue una de las destacadas.
Cifras
de los últimos diez años: La Aurora produjo un promedio de trigo de
3100 kilos por hectárea, sólo 200 gramos por debajo del promedio de
la zona con manejo convencional (de químicos). Con la gran
diferencia del menor gasto de insumos. Los costos directos por
hectárea en la zona (campos transgénicos) son de 350 dólares por
hectárea. En La Aurora son de 100 dólares por hectárea (un ahorro
de 250 dólares). Lo cual explica el margen bruto de ganancias muy
por encima que el de campos transgénicos. Y lograron un promedio de
100 toneladas de carne por año.
La
FAO destacó los logros de La Aurora: estabilidad productiva y
económica, disminución de costos, nulo uso de productos tóxicos,
estabilización de la producción y cuidado del campo.
“Considero
que es una obligación del hombre de campo producir alimentos sanos.
Y cuando uno más lee hoy día queda claro las consecuencias que
tiene el uso de todos estos químicos. Más leés, y más te
convencés de que estamos en el camino correcto, producir sano”,
afirmó Juan Kiehr. Explicó que el agronegocio no es para él:
“Recibí este campo por herencia y no quiero dejar un cadáver para
mis nietos. El otro sistema deteriora el campo, por eso opté por
este sistema agroecológico”.
La
gran pregunta que se impone es cómo controlan las “malezas”
(plantas no deseadas que tienen a maltraer al agronegocio, con cada
vez más uso de químicos). Hicieron que otros cultivos “compitan”
con las malezas y, sobre todo, no enloquecieron cuando aparecía (o
aparece) alguna planta no deseada. Reconocen que nunca llegaron a
tener un lote completamente libre de malezas, pero eso no impactó en
el rendimiento. También lograron demostrar que la agroecología no
es sólo para pequeña escala (donde el discurso del agronegocio la
quiere recluir), sino también para campos de gran escala, incluso de
miles de hectáreas.
Juan,
Erna y Eduardo tomaron el escrito de la FAO como un reconocimiento a
años de trabajo en soledad, cuando eran señalados con desconfianza
por otros productores y técnicos. En un futuro cercano proyectan
dejar más espacios para plantas, árboles, cordones verdes; que son
refugio para insectos y animales. Eduardo Cerdá remarca que la
bibliografía tradicional de las facultades de agronomía no enseña
sobre la importancia de la diversidad, pero aclara que la
agroeocología sí lo dice, como también el conocimiento de
campesinos e indígenas, que siempre dejaban rincones de campo sin
tocar. La FAO, el mayor organismo de Naciones unidas para la
agricultura y la alimentación, lo reconoce: la agroecología es
rentable a gran escala y tienen más beneficios que el agronegocio.
Fuente:
Darío Aranda, Un modelo sin agrotóxicos, 27/02/17, Página/12.
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