El
generador es ensayado por el mismo grupo de investigación y
desarrollo que instaló paneles solares en la base antártica para
sumar energías renovables no contaminantes como reserva energética.
por
Celia Carbajal
Un
generador eólico diseñado con palas que pueden plegarse como las
ramas de una palmera ante los vientos extremos que azotan Marambio,
es ensayado por el mismo grupo de investigación y desarrollo que
instaló paneles solares en la base antártica, para sumar energías
renovables no contaminantes como reserva energética.
En
una entrevista durante la estadía que Télam mantiene en Base
Marambio, los ingenieros Eduardo Martins Do Vale y Ricardo Bolzi
contaron que la idea final del proyecto no sólo es desarrollar un
aerogenerador para climas extremos sino también “instalar un
pequeño parque eólico en la base Marambio de cuatro o cinco
máquinas” una vez que esté listo el prototipo.
“Es
algo parecido a lo que hacen las palmeras con sus ramas flexibles,
que están paradas y son lo único que queda en pie porque se
acomodan: no le quieren ganar al viento”, afirmó Do Vale, jefe de
proyecto y diseñador del aerogenerador.
Por
la estructura rugosa del suelo y por estar elevada en una meseta de
200 metros sobre el nivel del mar, la base antártica Marambio tiene
viento que no es laminar, como requiere un aerogenerador tradicional,
sino arrafagado y turbulento, y que reportó la última semana una
velocidad de 120 kilómetros por hora en jornadas en que fue
prohibido salir a la intemperie.
“Con
dos máquinas eólicas, se estima que ahorraría 118 tambores de
combustible al año y dejaría de emitir 22 toneladas de dióxido de
carbono (CO2) a la atmósfera; proyectándolo a cuatro, estaríamos
ahorrando 236 tambores al año y dejaríamos de emitir 44 toneladas
de CO2”, estimó Bolzi, asesor técnico del proyecto.
Los
ingenieros razonan que, sobre el total de unos 4.000 tambores de
gasoil antártico que consume anualmente Marambio, esos 236 tambores
representarían un ahorro de cinco vuelos al actual puente aéreo que
trae combustible a la Base, con un avión Hércules que transporta
unos 50 tambores por viaje.
Aunque
aclaran que no se trata de dejar de tener esos 236 tambores de gasoil
antártico para ahorrar plata, sino que se busca que la energía
eólica le dé a la Base “39 días más de supervivencia sin
combustible”.
“Es
decir, si hay un inconveniente como ahora, que no se dispone de barco
y hay que hacer un puente aéreo para abastecerla, le da la
posibilidad de un colchón de tiempo si por cuestiones meteorológicas
el combustible no puede llegar”, enfatizó Bolzi.
En la
Antártida, un edificio que no es calefaccionado se pierde. Los
parámetros climáticos promedio de entre 17 grados positivos y 38
grados bajo cero no son los únicos rigores del clima polar que
soporta Marambio, donde el viento puede soplar a 40 nudos y el ‘mar
de nubes’ que suele estacionarse sobre la meseta impide ver la
pista de poco más de mil metros en la que tiene que posarse el
Hércules.
El
aerogenerador es uno de los proyectos que promueve la dirección
general de Investigación y Desarrollo de la Fuerza Aérea Argentina,
conducida por el comodoro mayor Antonio Sacco.
Poner
un aerogenerador en la Antártida implica sortear un primer escollo
que es el clima extremo. El segundo, los aspectos geográficos. El
tercero, el tipo de suelo llamado ‘permafrost’, que con alto
contenido de silicio y veteado por chorrillos, se ablanda con
temperaturas positivas y resulta un piso movedizo para las
estructuras.
La
originalidad del diseño radica en las palas, que se pliegan desde la
máquina eólica, en un aerogenerador que está en ensayo en Río
Gallegos mientras se termina de fijar la plataforma que lo sostendrá
en el desafiante ‘permafrost’, a veces congelado y firme y otras,
un flan de chocolate .
La
segunda etapa es controlar la eficiencia para inyectar directamente
la energía producida con el viento a la red de Marambio, en forma
similar a la que se usa en el continente con parques eólicos
pequeños, medianos o gigantescos -como los de La Rioja o Puerto
Madryn-, que aportan al sistema interconectado nacional.
Do
Vale y Bolzi están abocados a la supervivencia de la máquina: una
vez que sepan que no se va a romper, comenzará la etapa de ensayo,
estimada en un año, para hacerla lo más eficiente posible.
“Somos
firmantes del tratado de Kyoto, buscamos hacer ciencia en la
Antártida y tratamos de contaminar lo menos posible, objetivo que
tenemos como país hace 130 años, y este proyecto va de la mano con
eso porque utiliza energías renovables para bajar los niveles de
contaminación”, reivindicó Bolzi.
Fuente:
Celia Carbajal, Ensayan un generador eólico que se pliega como una palmera ante los vientos extremos, 21/04/17, Télam.
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