"Es una niña
de Fukushima. Tiene radiaciones contagiosas". Esta fue la frase
que oyó Satsuki Sekine, de 15 años, después de huir despavorida de
la catástrofe nuclear de 2011.
"Mi casa fue
destruida por el seísmo y arrastrada por el tsunami", cuenta a
la AFP. "Perdí a uno de mis familiares en el desastre, luego
tuvimos que huir del accidente nuclear".
"Ya estaba
verdaderamente mal, tenía ganas de morir... Así que el acoso y las
burlas en la escuela no hicieron más que reforzar ese sentimiento.
No veía ningún motivo para vivir", recuerda la adolescente,
que desde entonces ha regresado a su región de origen, en concreto a
la ciudad de Hirono, cerca de su antigua casa.
El suyo no es un
caso aislado. Otros "migrantes del interior", obligados a
dejarlo todo atrás con el accidente nuclear de Fukushima, sufrieron
insultos, ostracismo e incluso agresiones en las comunidades donde
encontraron refugio.
Más de 160.000
habitantes abandonaron sus casas tras la catástrofe, a petición de
las autoridades y por temor a las radiaciones.
A partir de
abril, cerca del 70% de las zonas prohibidas volverán a ser
habitables, pero el trauma persistirá durante mucho tiempo.
Pese al
movimiento de solidaridad que se extendió por Japón tras el
desastre, simbolizado por el lema "Ganbarô Nippon"
(Aguanta, Japón), las víctimas de la catástrofe nuclear fueron
acogidas a menudo con frialdad.
- 'Presa fácil'
-
Urara Aoyama,
compañera de clase de Satsuki, sufrió el mismo calvario. Había
hecho todo lo posible por ocultar su ciudad de origen, pero los demás
se enteraron cuando empezó a estudiar, cuenta la joven de 16 años.
A ella también
le hacían preguntas incómodas. "Las radiaciones son
contagiosas, ¿no? Deberías volver a tu casa, ¿por qué sigues
aquí?".
En Japón no es
raro que las personas vulnerables y diferentes sean víctimas de
burlas ("ijime"), que son una de las causas del importante
número de suicidios en el país.
La educación
japonesa, basada en la noción de grupo cerrado, tiende a borrar
cualquier tipo de individualidad y convierte a los niños diferentes
en blancos ideales, explica Asao Naito, especialista de este fenómeno
en la universidad Meiji de Tokio.
"En este
entorno totalitario de las escuelas japonesas, los evacuados de
Fukushima son una presa fácil", dice.
Un caso en
Yokohama, en las afueras de Tokio, suscitó recientemente mucha
indignación: un grupo de alumnos extorsionó 1,5 millones de yenes
(12.500 euros) a un niño al que golpearon y acusaron de vivir a
expensas del Estado.
"He pensado
no sé cuántas veces en morir, pero tantas personas murieron en el
tsunami que, aunque sea difícil, he decidido que tenía que vivir",
escribió en una carta.
Durante años
aguantó en silencio, sin atreverse a decirle nada a su madre, que
también sufría acoso por parte de sus vecinos. "Le tiraban
desperdicios y recibió una carta anónima en la que le pedían que
dejara el barrio", cuenta Kei Hida, abogada de la familia.
- 'Curar sus
heridas' -
El gobierno
anunció este viernes que realizará un estudio nacional sobre los
casos de acoso a niños procedentes de las regiones afectadas.
Los refugiados de
Fukushima, a los que muchos japoneses no consideran como "víctimas",
tienen problemas para expresar su desamparo, asegura Tomohiro
Kurosawa, abogado de varios de ellos.
La política del
gobierno, que aboga por su regreso a la zona contaminada asegurando
que ya no hay peligro, "confunde el estatus de las víctimas y
crea un espacio que incita a los demás a rechazarlos y a atacarlos",
lamenta.
Satsuki y Urara
estudian ahora en una escuela creada para acoger a los alumnos de las
zonas contaminadas. Ahí, junto a otros alumnos, han escrito una obra
de teatro para contar su historia.
"Muchos
miembros del club han vivido experiencias dolorosas durante la
evacuación, es algo que los une", dice el profesor Shunichi
Kobayashi. Y "el hecho de estar en contacto entre ellos los
ayuda a curar poco a poco sus heridas".
Ahora Satsuki
vuelve a ser alegre. "No huiré de la realidad", promete.
AFP
AFP
Fuentes:
Harumi Ozawa, El estigma de los desplazados de Fukushima, 10/03/17, Yahoo! Noticias. Consultado 10/03/17.
La obra de arte que acompaña esta entrada es "Fukushima Future" del artista Harry Kent, técnica mixta sobre papel, 50 x 42 cm, con un estilo de pintura abstracta francesa de la década de 1950 se caracteriza por el uso irregular de las pinceladas y manchas de color.
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