por Mario Osava
Apodi, Brasil, 30
dic 2016 (IPS). En sus 76 años de vida, Raimundo Pinheiro de Melo
soportó numersos estiajes prolongados por culpa de las sequías en
la región del Nordeste de Brasil. Los recuerda todos desde el de
1958.
“Lo peor fue en
1982 y 1983, la única vez que se secó el río”, en cuyas
cercanías vive desde 1962. “También 1993 fue muy malo”, explicó
a IPS, porque no existían aún ni la Beca Familia ni la
Articulación Semiárido Brasileño (ASA), que contribuyen a una
convivencia menos traumática con sequías como la actual, que ya
dura cinco años.
Beca Familia es
un programa gubernamental de ayuda monetaria a 13,8 millones de
familias pobres de Brasil, la mitad en el Nordeste. ASA es una red de
3.000 organizaciones sociales que promueve el acopio de agua de
lluvia, así como técnicas y conocimientos para una vida rural
adecuada al clima de lluvias irregulares en la nordestina ecorregión
del Semiárido.
El agua no es tan
escasa para Pinheiro de Melo y sus vecinos por la cercanía del río
Apodi, que incluso cuando se seca deja agua para ser extraída en las
cacimbas, los hoyos hechos en el lecho del río o en sus riberas.
Mundinho, como le
conocen todos, además del esfuerzo por obtener agua en la zona alta
donde vive en un área rural del municipio de Apodi, se dedica a otra
tarea vital para la sustentabilidad del modo de vida campesino en el
interior semiárido del Nordeste, conocido tradicionalmente como el
Sertão. Es un guardián de semillas criollas.
Almacena en
botellas y pequeños barriles de plástico semillas de maíz,
frijoles, sorgo, sandia y otras especies de cultivo local, en una
casita construida al lado de su vivienda, en medio de una tierra
actualmente arenosa y de vegetación seca.
Más de mil casas
o bancos de semillas, con la participación de 20.000 familias,
componen la red organizada por ASA para preservar el patrimonio
genético y la diversidad de los cultivos adaptados al clima y el
suelo semiárido nordestino.
Guardar semillas
es una vieja tradición campesina que se relegó durante la
modernización agrícola de la llamada “revolución verde”,
iniciada a mitad del siglo pasado y que incluyó “una ofensiva de
las empresas productoras de semillas ‘mejores’ como se las
decía”, de las que pasaron a depender los agricultores, recordó
Antonio Gomes Barbosa.
La estrategia
adoptada en 2007, de diseminar tecnologías de acopio de agua para la
producción, buscando la seguridad alimentaria, condujo a ASA a
visualizar la necesidad de que los pequeños agricultores dispusieran
siempre de semillas, contó a IPS este sociólogo de formación y
coordinador del Programa de Semillas de la articulación.
Un estudio con
12.800 familias encuestadas reveló que “el Semiárido tiene la
mayor variedad de semillas de especies alimentarias y medicinales en
Brasil”, destacó sobre una región en que viven más de 23
millones de los 56 millones asentados en el Nordeste, dentro de un
país de 208 millones de habitantes.
A ello
contribuyeron, acotó, la herencia familiar y comunitaria de
semillas almacenadas y “un intenso intercambio, promovido por
emigrantes que retornaron al Semiárido trayendo semillas desde el
sureño São Paulo y el Centro-este” de Brasil, donde habían
vivido.
Lo que hizo ASA
fue identificar las casas de semillas existentes, articularlas y
promover su multiplicación, como forma de rescatar, preservar,
ampliar existencias y distribuir las semillas criollas, explicó
Barbosa.
Antonia de Souza
Oliveira, Antonieta como es conocida, participa en el Banco de
Semillas número 639 en los registros de ASA en la Comunidad Milagre,
con 28 familias en la meseta de Apodi, cruzada por el río de mismo
nombre.
Es un banco
comunitario que “cuenta con 17 guardianes y existencias
principalmente de semillas de maíz, frijoles y sorgo”, apuntó.
La fuerte
presencia femenina en las actividades de este asentamiento, llevó
incluso al expresidente Luiz Inácio Lula da Silva (2003-2011) a
elegir Milagre para inaugurar una línea de crédito para mujeres del
Programa Nacional de Fortalecimiento de la Agricultura Familiar.
Un caso ejemplar,
destacado por ASA, es el banco de semillas de Tabuleiro Grande, otro
asentamiento rural de Apodi, un municipio del estado de Rio Grande do
Norte. Allí, una iniciativa familiar acumula semillas de 450
variedades de maíz, frijoles, otras leguminosas y hierbas.
Antonio Rodrigues
do Rosario, de 59 años, encabeza la cuarta generación que mantiene
ese “banco familiar”.
El movimiento de
semillas criollas se contrapone a la lógica de la revolución verde,
donde las semillas las distribuye el Estado o las venden grandes
empresas especializadas, “en gran cantidad pero poca variedad” y
partir de una producción central.
“No necesitamos
esa distribución, sino iniciativas locales, con cada territorio
rescatando sus semillas locales, con gran diversidad y diseminación”,
sostuvo Barbosa.
Se trata de
conocimiento acumulado por las familias, con experiencias de
adaptación a cada localidad, suelo y clima, al tipo de producción
deseada y a la resistencia a las plagas.
“Muchas
variedades de maíz atienden a distintas necesidades, una puede
producir más paja para alimentar a los animales, otra el grano para
humanos”, ejemplificó.
“El patio de
las casas es un laboratorio familiar, donde se hacen experimentos,
mejoras genéticas, se prueban resistencias y productividad. Es donde
más participa la mujer, incluso enseñando a sus hijos”, observó
Barbosa.
“En la gran
sequía de 1982 y1983, una variedad de papa de crecimiento rápido,
que en 60 días fue reproducida y guardada por una abuela, salvó
muchas vidas”, ejemplificó.
La permuta de
materiales y conocimientos también forma parte importante de la
historia de las semillas criollas. Tiene lugar dentro de la misma
comunidad y en las relaciones con el exterior. ASA trata de
intensificar ese intercambio, promoviendo contactos entre campesinos
de áreas distintas.
“Las semillas
criollas son el principal foco de resistencia a las imposiciones del
mercado, se trata de superar la dependencia en relación a los
grandes proveedores”, según el coordinador del sector de ASA.
El cambio
climático incrementa la importancia de las semillas del Semiárido.
“No hay veneno agrícola para combatir el aumento de temperatura”,
ironizó.
El Programa de
Semillas del Semiárido comprobó una “gran capacidad creativa” y
de “experimentación” de los agricultores familiares del
Nordeste, opinó Barbosa en un diálogo en el cercano municipio de
Mossoró.
Además hay su
tendencia a la autonomía. “El agricultor sigue su propia
experiencia, más que la orientación del agrónomo, porque elige lo
que es más seguro”.
Pero dos amenazas
preocupan el movimiento semillero de ASA. Una es la “erosión
genética” que puede provocar la sequía actual, que en algunas
áreas ya se prolonga por siete años.
Las lluvias
aisladas inducen a los campesinos a sembrar. Al conocer la
posibilidad de perder la cosecha, nunca usa todas sus semillas, pero
las va perdiendo poco a poco, ante cada lluvia engañosa, con el
riesgo de reducir sus existencias.
Otra amenaza son
los transgénicos, como se conoce a los organismos genéticamente
modificados, rechazados por los agricultores vinculados a ASA. Se
comprobó la presencia de maíz transgénico en algunas siembras de
Paraíba, otro estado nordestino, que se sospecha que obedece al
contagio de semillas traídas de otras regiones.
Editado por
Estrella Gutiérrez
Fuente:
Mario Osava, Semillas criollas alimentan el semiárido Nordeste de Brasil, 30/12/16, Inter Press Service. Consultado 03/01/17.
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