El documental, que sirvió de prueba ante la CIDH para que ordenara la protección de los Wayúu, se empieza a ver en el país desde esta semana.
por Sally Palomino
La imagen del
desierto de La Guajira y sus habitantes, la población indígena
Wayúu, es utilizada con frecuencia en comerciales turísticos de
Colombia. Las mantas de colores con las que se visten y el idioma
propio que mantienen, hace atractiva a esta zona para mostrar la
riqueza ancestral del país. Sin embargo, pocas veces se ha puesto en
evidencia el drama que las más de 400.000 personas, que conforman
esta comunidad, viven los 365 días del año bajo temperaturas de
hasta 42 grados y sin acceso a agua potable. Se están muriendo de
hambre y de sed. El periodista Gonzalo Guillén (Bogotá, 1952) se
encontró por casualidad con la triste realidad de los indígenas,
cuando se internó en la región para destapar casos de corrupción y
de criminalidad, liderada por los políticos de la zona.
“En 42 años de
ejercicio periodístico nunca había visto algo tan terrible”,
dice. Allí han muerto al menos 5.000 niños por desnutrición, según
la Asociación de Autoridades Tradicionales Indígenas Wayúu Shipia
Wayúu. Guillén decidió documentarlo. Durante casi tres años grabó
testimonios y mantuvo su cámara prendida hasta lograr un relato que
permitiera demostrar lo que allí ocurre. Incluso varios apartes del
documental, que todavía estaba sin terminar, sirvieron de prueba
ante la Comisión Interamericana de Derechos Humanos (CIDH) en una
demanda contra el Estado, en la que se falló, en diciembre del año
pasado, a favor de los Wayúu.
La CIDH otorgó
medidas cautelares para proteger a las comunidades y preservar su
vida e integridad, pero poco ha cumplido el Estado. “Este año ya
han muerto 40 niños”, dice el periodista, cuyo documental El río
que se robaron se empezará a ver desde esta semana en universidades
y a través de streaming en Indyon.tv. Ningún canal público aceptó
transmitirlo. “A Colombia parece no importarle el exterminio del
que está siendo víctima esta comunidad”, dice Guillén. De hecho,
el gobierno, que reconoció las muertes que se estaban registrando en
esa región, pidió a la CIDH quitar las medidas cautelares bajo el
compromiso de que se enfrentaría la situación, pero las historias
de vidas perdidas por desnutrición siguen apareciendo.
El estreno de
este documental es parte de la campaña Devuelvan el Río, un
movimiento ciudadano que exige al gobierno colombiano que implemente
las medidas para detener la tragedia que están viviendo los
indígenas. Varios activistas lideran una petición ante la Sala
Penal de la Corte Suprema de Justicia de Colombia para que devuelvan
el río Ranchería al pueblo Wayúu. El único río, el que hace unos
años lo represaron y ahora solo sirve para fincas de grandes
ganaderos y para las empresas que explotan carbón. Los Wayúu cada
vez tiene que hacer pozos más profundos para conseguir agua. Se
están muriendo y nadie los atiende”, señala el periodista, que
espera que su documental, así como sirvió para la CIDH, lo haga
para despertar la atención de los colombianos y exigir que se abran
las compuertas de la represa para que el agua vuelva a correr por el
lecho seco y desértico del río.
Después de la
experiencia rodando el documental, Guillén decidió enseñarles a
algunos jóvenes de la comunidad el manejo de cámara y lo que dice
la ley frente a la protección que como colombianos, pero sobre todo
como indígenas merecen del Estado colombiano. “Están filmando y
haciendo fotos de su propia tragedia para poder denunciar”, cuenta.
El Estado, que ha dado la espalda, no puede esconder lo que las
imágenes muestran. El río que se robaron tiene ese fin.
Fuente:
Sally Palomino, ‘El río que se robaron’, lo que está matando a una comunidad indígena en Colombia, 02/09/16, El País.
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