por
Orlando Milesi y Marianela Jarroud
Santiago,
14 jun 2016 (IPS). Detener y neutralizar la degradación de los
suelos es vital para la sostenibilidad ecológica de América Latina
y el Caribe, al igual que para la seguridad alimentaria de sus
países.
“Todo
el mundo sabe la importancia del agua, pero no todos entienden que el
suelo es más que donde ponemos los pies, es el que nos provee de
alimentos, de fibra, de materiales para la construcción, donde se
retiene el agua, donde se almacena el carbón atmosférico”,
destacó Pilar Román, de la oficina regional de la Organización de
Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura (FAO).
Actualmente,
más de 68 por ciento de la superficie sudamericana está afectada
por la erosión: 100 millones de hectáreas de tierras fueron
degradadas por la deforestación y 70 millones debido al
sobrepastoreo.
La
desertificación, por ejemplo, golpea a 55 por ciento de la extensa
región del Nordeste de Brasil, que con casi 1,6 millones de
kilómetros cuadrados aglutina a 18 por ciento de la superficie del
país, afectando buena parte de sus cultivos básicos, como maíz y
frijol.
En
Argentina, México y Paraguay, más de la mitad del territorio sufre
problemas vinculados a la degradación y desertificación. En
Bolivia, Chile, Ecuador y Perú, se estima que entre 27 y 43 por
ciento del territorio sufre problemas de desertificación.
Un
caso grave es el de Bolivia, donde seis millones de personas,
equivalentes a 77 por ciento de su población, vive en áreas
degradadas.
La
situación no varía demasiado en el resto de la región. Según el
Atlas de Suelos de América Latina y el Caribe de la FAO, en El
Salvador la erosión hídrica afecta 75 por ciento de la superficie,
mientras que en Guatemala 12 por ciento de la superficie se encuentra
amenazada por la desertificación.
La
FAO subraya que 95 por ciento de los alimentos que consume la
población mundial provienen de un suelo que hoy, a nivel global,
está más degradado y pobre en nutrientes.
Los
datos señalan que 80 ciento de los suelos agrícolas sufren
actualmente de erosión moderada a severa y otro 10 por ciento
enfrenta una erosión ligera. Por lo tanto, apenas un 10 por ciento
de los suelos fértiles del planeta están sanos.
Para
concientizar sobre la gravedad de este flagelo, el viernes 17 de
junio se celebra el Día Mundial de Lucha contra la Desertificación,
que este año tiene por lema “Proteger el planeta. Recuperar la
tierra. Participación de la gente”.
La
idea es alertar a la población mundial sobre los peligros que
conllevan la desertificación y la degradación de las tierras.
“Sin
una solución a largo plazo, la desertificación y la degradación de
las tierras no solo afectarán el suministro de alimentos, también
propiciarán un aumento de las migraciones y pondrán en peligro la
estabilidad de muchas naciones y regiones”, aseveró Ban Ki-moon,
secretario general de las Naciones Unidas, con motivo de esta jornada
mundial.
Román,
de la oficina de Apoyo Técnico a la Coordinación Subregional de
América del Sur de la FAO, explicó a IPS que existe una estrecha
relación entre pobreza, desertificación y degradación.
“Numerosos
estudios demuestran que las comunidades más pobres y vulnerables son
las que tienen peor acceso a los insumos. Una comunidad pobre tiene
acceso a una tierra menos fértil, tiene menos acceso a semillas, a
agua, a recursos productivos, menos acceso a maquinaria agrícola y a
incentivos”, afirmó.
Algunas
terrazas construidas por los indígenas atacameños en la aldea de
Caspana, en la región de Antofagasta, en el norte de Chile. Esta
técnica milenaria de cultivo representa una adaptación al clima y
al árido suelo para garantizar la alimentación de los pueblos de
altiplano andino. Crédito: Marianela Jarroud/IPS
Agregó
que “dentro de esas comunidades pobres las personas más
vulnerables son las mujeres, que tienen menos títulos de propiedad y
menos acceso a incentivos económicos, y las comunidades indígenas”.
“Hay
una relación directa en esta dirección y viceversa: un suelo
degradado va a provocar que una comunidad migre y que haya conflictos
en torno a un recurso limitado”, dijo en una entrevista en la
oficina regional de la FAO en Santiago.
Un
ejemplo es lo que acontece en Chile, donde 49 por ciento del
territorio está erosionado y 62 por ciento desertificado.
Para
hacer frente a esta grave realidad, las autoridades actualizaron su
mapa de degradación de la tierra a fin de diseñar e implementar
actividades estratégicas de mitigación y adaptación al cambio
climático.
Esa
actualización se realizó cruzando antecedentes meteorológicos y
bioclimáticos de los últimos 60 años, además de fisiográficos e
indicadores socio económicos, de recursos naturales y medio
ambientales.
Efraín
Duarte, autor de esa actualización y especialista de la consultora
privada Sud-Austral, explicó a IPS que “las principales causas
directas de la desertificación, degradación de la tierra y sequía
a nivel nacional se atribuyen a la deforestación, degradación de
los bosques, los incendios forestales y los procesos subsecuentes de
cambio de uso de la tierra”.
Añadió
que “se debe agregar el impacto del cambio climático sobre la
variabilidad del clima”.
Según
varios estudios, al menos 25 por ciento del déficit de precipitación
durante la actual sequía en Chile, que se prologa por casi un
lustro, es atribuible al cambio climático antrópico, subrayó
Duarte.
Como
causas indirectas mencionó “la deficiencia en las políticas
públicas de fiscalización, regularización y fomento de recursos
‘vegetacionales’ (bosques, arbustos y matorrales), combinado con
la pobreza rural, los bajos conocimientos y valoración cultural de
los recursos vegetacionales por parte de la sociedad”.
Con
base en la actualización del mapa, el gobierno fijó una estrategia
nacional que apunta a “apoyar la recuperación y protección de
bosque nativo y formaciones xerofíticas, así como potenciar el
establecimiento de formaciones vegetacionales en suelos factibles de
forestar”.
Según
Duarte, “Chile puede realizar acciones tempranas de mitigación
enfocadas en el combate a la deforestación, degradación forestal,
la extracción excesiva de productos forestales, los incendios
forestales, la sobrecarga animal, la sobre-utilización y manejo
insustentable del suelo y, por último, el empleo de tecnologías no
apropiadas para ecosistemas frágiles”.
El
experto advirtió que la lucha contra la desertificación es una
responsabilidad compartida a nivel nacional e internacional.
Román
coincidió con esa apreciación y planteó que la prevención de la
degradación se combate “de una manera holística, con bases de
información adecuadas, capacitación y concienciación a las
comunidades y a los agentes de toma de decisión sobre la protección
del suelo”.
También
se logra en la producción agrícola, evitando las malas prácticas,
que priorizan el rendimiento a corto plazo, y la presión sobre el
recurso suelo, agregó.
Para
la FAO, a largo plazo las formas sustentables de producción agrícola
permitirán producir 58 por ciento más de alimentos, además de
proteger el recurso suelo para las futuras generaciones.
La
prevención no solamente consiste en aplicar técnicas a nivel de
campo, sino también a nivel de gobernanza, de instrumentos legales y
de trabajo con las comunidades, advirtió Román.
Si
bien el ideal es prevenir la degradación y la desertificación,
existen algunas experiencias exitosas de recuperación o reversión
de zonas desertificadas.
En
Costa Rica, por ejemplo, los dos principales causantes de la
degradación se han reducido entre 1990 y 2000. La deforestación
pasó de afectar a 8.000 hectáreas, de las 22.000 afectadas,
mientras que los incendios forestales disminuyeron de 7.103 hectáreas
a 1.322.
Román
subrayó que, como forma de mitigación, es muy relevante ampliar la
gama de alimentos que se consumen y que actualmente proviene, en 60
por ciento, de papa, arroz, trigo y maíz, apenas cuatro de las
30.000 plantas comestibles identificadas.
“Por
un lado, las plantaciones de monocultivos de estas plantas son uno de
los factores de la degradación de los suelos y, por otro, una
ingesta calórica basada en carbohidratos de estas plantas crea una
malnutrición”, advirtió.
Editado
por Estrella Gutierrez
Fuente:
Orlando Milesi, Marianela Jarroud, Degradación de los suelos amenaza nutrición en América Latina, 14/06/16, Inter Press Service. Consultado 18/06/16.
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