En la
cosecha 1948-1949, el país utilizaba sólo 10 mil litros de
agroquímicos. Esa cifra aumentó a 3,5 millones en la década del
‘60. Pero a partir de 1996 (con la autorización oficial de la
semilla transgénica de soja) llegamos a una situación inédita: en
20 millones de hectáreas de soja transgénica se vuelcan 69 millones
de agroquímicos tradicionales más los 300 millones de litros de
glifosato que se utilizan actualmente.
El
sistema del agronegocio se sostiene sobre la base de negar y ocultar
las consecuencias en la salud y los ecosistemas de los agrotóxicos,
repitiendo ciegamente falsedades publicitarias difundidas por las
mismas corporaciones transnacionales que proveen los pesticidas y las
semillas transgénicas: “El glifosato es como agua con sal”,
llego a decir el ministro Lino Barañao.
Así
nos han naturalizado producir y consumir alimentos (o sus insumos
básicos) utilizando cantidades crecientes de veneno. Como si los
herbicidas no actuaran sobre los humanos, como si nuestros sistemas
biológicos procedieran de un camino evolutivo totalmente diferente
al del resto de los seres vivos. Han invertido el “principio
precautorio”, columna vertebral del Derecho Ambiental, y lo han
convertido en el “principio temerario”: si algo deja buenas
ganancias, no importan las consecuencias.
Fuentes:
Enrique Viale, Subvierten el derecho ambiental, 21/05/16, Tiempo Argentino.
La obra de arte que ilustra esta entrada es un mural pintado por Sergio Pauloni, Cintia Márquez y Mateo Martínez, un grupo de artistas plásticos de Marcos Juárez. Se trata de una adaptación de la famosa obra American Gotic. La pareja de campesinos de Iowa de principios del siglo XX, ahora son retratados en un campo moderno rodeado de venenos.
No hay comentarios:
Publicar un comentario