domingo, 12 de julio de 2015

La ciudad nuclear abandonada de Cuba


por Darmon Richter

En 1976, en plena Guerra Fría, la Unión Soviética trazó los planos para construir una central nuclear con dos reactores en Juragua, un sitio justo al oeste de la bahía de Cienfuegos, en la costa sur de Cuba. Una vez terminada, la instalación revolucionaría la red de energía eléctrica de la isla -un sólo reactor sería capaz de cubrir el 15 % de las necesidades energéticas del país. También reduciría la dependencia de costosas importaciones de petróleo, al tiempo que crearía miles de nuevos empleos para el país.

Para ver este sueño realizado, se construyó una pequeña ciudad a unos 10 kilómetros, con 4.200 viviendas destinadas a las familias de los trabajadores de la construcción, científicos, ingenieros, técnicos y especialistas nucleares enviados desde Moscú para supervisar el proyecto. La ciudad, que se conoció como Ciudad Nuclear, fue inaugurada oficialmente el 13 de octubre de 1982.

Aunque el proyecto era muy prometedor, en 1989 cayó la Unión Soviética y se cortó el financiamiento de Moscú para Ciudad Nuclear, para el gran alivio de Washington. Juragua está a sólo 420 kilómetros al sur de Miami, y Washington poco podía hacer en el momento para supervisar la seguridad del proyecto, habiendo cortado los lazos diplomáticos con La Habana unos años antes.

La Habana luchó durante algunos unos años para terminar la planta de energía, agotando los recursos que tenía, hasta 1992, cuando fue descartado el programa nuclear de la Bahía de Cienfuegos.

En 1996, Cuba y Rusia discutieron la revitalización del proyecto (que hasta el momento les había costado alrededor de 1.100 millones de dólares), encontrando otros países dispuestos a invertir en la central. Sin embargo, esto no ocurrió en parte porque Estados Unidos promulgó una ley conocida como Ley Helms-Burton, que permitió a Washington sancionar a cualquier país que ayudara a Cuba a terminar la planta.

Pero Ciudad Nuclear no murió allí. Hoy en día, aunque la ciudad es un desorden de casas semi-construidas y torres de hormigón sin terminar, unos cuantos cubanos -y un puñado de rusos- todavía lo llaman hogar.

Incluso después de que fuera abandonada su construcción y se fueran cuatrocientos trabajadores rusos, muchos cubanos se quedaron. Algunos de los rusos se quedaron también, aprovechando el cambio de régimen y formaron familia en el grupo de edificios terminados que corren por los bulevares centrales de Ciudad Nuclear.

Aquí hay una tentación de trazar paralelos entre Ciudad Nuclear y la "ciudad fantasma" de Pripyat en Chernobyl. Ambos fueron diseñados como modelos de utopías nucleares -la socialista atomgrad (una visión de los años 70 del futuro lleno de viviendas sociales y energía limpia e ilimitada), y ambos estaban atados a programas nucleares que acabarían en un desastre.

Pero mientras que Pripyat fue evacuada en 1986, envenenada por un desastre nuclear cuyos efectos harían inhabitable la ciudad durante los próximos 10.000 años, Ciudad Nuclear, abandonada antes de terminar, sufrió una muerte algo más lenta y menos tóxica.

Visité la ciudad en abril de 2014, y no encontré una ciudad fantasma. No era como Pripyat, se trataba de una aldea viva acurrucada en la caja torácica de una ciudad muerta. El mercado en el centro vendía pollos vivos y verduras frescas, ropa, zapatos, botellas de ron y latas de cerveza calentadas por el sol. La comunidad tiene una pequeña escuela primaria, una farmacia, un parque infantil y una clínica, pero a pesar del color y la conmoción en el pequeño mercado ese día, era palpable la pobreza absoluta de Ciudad Nuclear.



En la cafetería donde me detuve para almorzar, el personal escuchaba los cassettes en un equipo a pilas. La carne cruda estaba en el mostrador bajo una tela mosquitera, y en el baño sólo había un balde de agua disponible para lavarse las manos.

Más tarde me dijeron que los residentes tenían pleno acceso a facilidades tales como la electricidad y el agua, pero no vi ninguna evidencia de ello durante mi visita, ni vi ningún rastro de los presuntos residentes rusos de Ciudad Nuclear.

Sin empleadores o recursos locales, Ciudad Nuclear sólo puede sobrevivir como una ciudad dormitorio del área cercana, si esto es sobrevivir. Algunos de los residentes trabajan en Cienfuegos, una ciudad portuaria con una población de 170.000 habitantes, a unos 25 kilómetros de distancia.

Sin embargo, dado que sólo el 5 % de los cubanos es dueño de un automóvil u otro vehículo privado, es difícil para la mayoría viajar entre las dos ciudades, que es un paseo de cinco horas sin sombra bajo un sol abrasador.

Incluso los caballos que vi atados a un carro en Ciudad Nuclear parecían estar luchando con el calor del Caribe.

Año tras año, el destino final de la ciudad se está acercando. Con casi ningún presupuesto para el mantenimiento, los cascos de hormigón están comenzando a oxidarse y desmenuzarse en los vientos marinos salados. Vi balcones que habían caído de las torres, secciones de pared que se derrumbaban para revelar las vigas de hierro que se pudrían en el interior.

Un anciano me obseva desde la sombra de un esqueleto de concreto. Se apoyó en la pared, fumando un puro bajo un letrero pintado con las famosas palabras del ex presidente cubano Fidel Castro: ¡Socialismo o Muerte!

En Cienfuegos conocí a Ramos, un ingeniero cubano de unos 50 años, que había llegado a la costa en los años ochenta en busca de un trabajo en la central nuclear. Sin embargo, la planta nunca se terminó, así que se instaló en Cienfuegos, donde trabaja como taxista hasta el día de hoy. Le pregunté a Ramos sobre Ciudad Nuclear, sobre la comunidad insostenible en medio del cementerio de concreto.

"No es un pueblo", me dijo, con un suspiro. "Es un callejón sin salida, no está en ninguna parte, no puedes vivir en un lugar como ese".

Parece que los residentes de Ciudad Nuclear se enfrentan con una opción. Pueden retirarse a las ciudades -como Cienfuegos, Santa Clara o La Habana- o simplemente esperar y esperar días mejores.

Puede que esos días lleguen. El presidente de Estados Unidos, Barack Obama, habló de abrir acuerdos comerciales con Cuba. El presidente ruso, Vladimir Putin, prometió cancelar el 90 por ciento de las deudas de Cuba con la ex Unión Soviética -unos 32 mil millones de dólares- a cambio de reabrir su antiguo puesto de espionaje soviético en Lourdes, en las afueras de La Habana (una instalación para monitorear las llamadas telefónicas que salen del sureste de Estados Unidos).

De un modo u otro, el destino de Cuba cambiará en las próximas décadas. Pero para Ciudad Nuclear, con su población marchita y sus casas en rápida decadencia, estos cambios pueden llegar demasiado tarde.

Fuente:
Darmon Richter, Cuba's Abandoned Nuclear City, 04/05/15, Foreign Affairs.

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