martes, 2 de junio de 2015

Historia Ecológica de la Ciudad de Buenos Aires


por Antonio Elio Brailovsky

Queridos amigos, quiero invitarlos a la conferencia y presentación de mi libro "Historia Ecológica de la Ciudad de Buenos Aires", publicado por Editorial Kaicron.

Nos vemos el sábado 6 de junio en el Museo Saavedra, Crisólogo Larralde 6309, Ciudad de Buenos Aires.

En mi opinión, la historia ecológica o historia ambiental es la mejor herramienta que tenemos para comprender lo que ocurre con nuestro ambiente. El análisis de los procesos complejos requiere siempre de un hilo conductor para no perdernos en una confusión de datos originados en ciencias diferentes. A partir de comprender la historicidad de todas las acciones humanas, los conflictos ambientales adquieren su real dimensión y no quedan enmascarados en respuestas simplistas, del tipo de "somos todos responsables".

En esta entrega ustedes reciben:
La invitación para la conferencia de presentación de mi "Historia Ecológica de la Ciudad de Buenos Aires", con entrada libre y gratuita.
Un programa de televisión, en el cual hablamos sobre el libro con el científico y periodista Sergio Federovisky, en el programa Contaminación Cero, que él conduce.
Un texto tomado del libro, que va como documento adjunto. Se refiere a los cambios urbanísticos provocados por el proceso de industrialización y el modo en que una nueva etapa necesitaba de símbolos diferentes a los teatros italianos y los palacios franceses de la Generación del 80. Analiza los motivos por los cuales Buenos Aires dejó de imitar a París y comenzó a imitar a Nueva York.
El contacto con el editor, para quienes no puedan ir al acto y quieran comprar la obra.
La obra de arte que acompaña esta entrega es un óleo de Pío Collivadino llamado "El puerto" o "Los inmigrantes", pintado en 1927. Muestra un momento significativo del proceso de formación urbana, que es la llegada de inmigrantes de muchos países al puerto de Buenos Aires, como punto de partida en el proceso de construcción de la nacionalidad. 
Un gran abrazo a todos.
Antonio Elio Brailovsky

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Presentación del libro:
"Historia Ecológica de la Ciudad de Buenos Aires”
de Antonio Elio Brailovsky
en el Museo Histórico Cornelio Saavedra,
calle Crisólogo Larralde 6309.
Sábado 6 de junio, 16.30.
Entrada libre y gratuita.

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La Ciudad en la Etapa Industrial

De: “Historia Ecológica de la Ciudad de Buenos Aires”,
de Antonio Elio Brailovsky

Los materiales de la Ciudad de Buenos Aires
Buenos Aires organiza el espacio nacional y las distintas actividades se hacen en todas partes para dar de comer y hacer funcionar la inetrópoli. Esto tiene consecuencias ecológicas a veces difíciles de imaginar. Por ejemplo, el Gran Buenos Aires usa su propio suelo para fabricar ladrillos, antes de construirle encima. El lector puede ver a menudo, en las zanjas abiertas en las veredas, la tierra roja y arcillosa casi a flor del suelo, cuando debiera encontrarla unos 60 u 80 centímetros más abajo. Pero si bien puede ser sensato esterilizar el suelo que de todos modos se va a cubrir con construcciones, puede pensarse distinto de quemar el buen suelo pampeano en hornos de ladrillos. Es que la mejor tierra para cultivo es, también, la mejor tierra para hacer ladrillos porque tiene una mayor proporción de materia orgánica; el 5 por ciento de la superficie agrícola del partido de Chacabuco, por la excelente calidad de su suelo, fue transformado en ladrillos para levantar la metrópoli (1). Ese paisaje desolado es una consecuencia más del crecimiento de la ciudad.

Del mismo modo, gran parte del mejor balneario de la costa argentina sobre el Río de la Plata, el de Punta Indio, fue destruido al usarse para construcción la arena de sus playas. En un sitio más distante, parte de la depredación de la Mata Atlántica del Brasil se hizo para realizar los encofrados del hormigón utilizado en la construcción del Gran Buenos Aires. El pino brasil, o Araucaria angustifolia comenzó en ese momento el proceso que la llevaría a estar en la actualidad al borde de la extinción (2). Como tantas veces, el modelo expansivo exige recursos sin preguntar el precio ecológico.

La impronta espacial de la cultura industrial
El cambio del modelo de europeización al modelo industrial del país (iniciado a partir de la gran crisis de 1930) implica cambios paralelos en el modelo de ciudad. La industralización masiva no es agregar fábricas a una ciudad que sigue sin que lo demás cambie. Por el contrario, hay modificaciones profundas en la vida urbana, en el ambiente urbano y en la forma en que esos cambios inciden sobre la cultura local.

Cada etapa histórica necesita dejar su impronta sobre el espacio urbano. La fase colonial había dejado el trazado en forma de cuadrícula y la de europeización llenó nuestras ciudades de edificios hechos a imitación de los del Viejo Mundo, como el Teatro Colón y los palacios franceses. Si la ciudad latinoamericana de 1880 quiere imitar a París, la de 1950 o 1960 quiere imitar a Nueva York. La imagen del poder ya no son los palacios franceses sino los rascacielos. Los ángeles de piedra o de revoque símil piedra ceden su lugar a las grandes estructuras racionalistas de acero, vidrio y hormigón. En muchas ciudades se demuele una gran cantidad de testimonios físicos del pasado. Sin embargo, algunos proyectos urbanos más sofisticados marcan la mirada que tienen los sectores del poder sobre la ciudad.

La propuesta de Le Corbusier para Buenos Aires consiste en construir un nuevo barrio de la ciudad sobre una isla artificial hecha en el Río de la Plata. “La ciudad de los negocios” sería un espacio físicamente separado del conjunto urbano, una exhibición de capacidad tecnológica que demostrara el poder económico de quienes tuvieran allí sus oficinas.

Avanzando en una plataforma sobre el río, Le Corbusier propone colocar en cinco rascacielos “La Cité” de negocios y oficinas, buscando el perfil futurista. Así, mientras por un lado concentra la ciudad y reduce su extensión hacia el territorio plantea simultáneamente ganar terreno hacia el río en una costosísima operación. “Este manejo de un escapismo hacia el mundo de la imaginación despegada de la realidad y la prescindencia de la ciudad real, fue probablemente la mejor lección que dejó Le Corbusier a muchos urbanistas argentinos que desde ese momento apelaron siempre más a la teoría que a la realidad y fabricaron decenas de planes reguladores destinados a exhibirse y guardarse en el cajón de algún funcionario pero jamás a servir de instrumento activo a la construcción de la ciudad (3).

Señalemos de paso que, en lo referente al patrimonio construido, Le Corbusier jugó en el siglo XX un rol semejante al de Haussmann durante el siglo XIX. Uno de sus proyectos para París contemplaba la demolición completa de barrios enteros. Exagerando los riesgos sanitarios de las viejas edificaciones, Le Corbusier dio el fundamento ideológico para la demolición de importantes testimonios de la historia latinoamericana.

Con un criterio semejante, el Arq. Williams propone un aeropuerto sobre una isla artificial, aproximadamente en el mismo lugar que Le Corbusier. El punto común de ambos proyectos es la soberbia tecnológica y el desprecio por las condiciones ambientales en las cuales se harían las obras. Ni Williams ni Le Corbusier se preguntaron sobre las condiciones del medio natural sobre el cual se harían las obras. Dieron por sentado que la tecnología sería capaz de superar todos los problemas que aparecieran. Es improbable que eso ocurriera, teniendo en cuenta el formidable proceso de sedimentación del Río de la Plata. Con cualquier tecnología, una isla artificial es un obstáculo que detendría los sedimentos que bajan por el río Paraná hacia el Plata. En poco tiempo, la isla artificial quedaría rodeada de un inmenso pantano. Finalmente, el costo y las dificultades técnicas detuvieron las islas artificiales y Buenos Aires debió conformarse con un obelisco, como símbolo más modesto de su etapa industrial.

Hay varias situaciones que hemos elegido para mostrar el reflejo de esos cambios:
  • La primera es la destrucción del patrimonio construido del período preindustrial.
  • La segunda es la construcción del obelisco y la inmediata orden de demolerlo, y
  • La tercera son las diferencias con que dos grandes escritores argentinos (Jorge Luis Borges y Roberto Arlt) perciben el ambiente urbano.

La destrucción del patrimonio preindutrial
Los testimonios patrimoniales reflejan la identidad colectiva en un momento histórico determinado. Ciertas construcciones tienen sentido dentro de un marco ideológico y lo pierden cuando ese marco pasa. Algunos ejemplos de lo que se construye o destruye por el cambio de significados son los siguientes:
  • La destrucción de la iglesia de San Nicolás de Bari, para abrir la Avenida 9 de Julio. Había sido levantada en 1769, y en su torre se izó la bandera nacional por primera vez en la ciudad de Buenos Aires. Estaba en Corrientes y Carlos Pellegrini y se la reemplazó por el obelisco. Un dato relevante es que se tiró abajo la iglesia pero se preservó el edificio del Ministerio de Obras Públicas, de reciente construcción en ese momento.
  • La demolición del pasaje Seeber en 1978, también para ampliar la Avenida 9 de Julio. Se trató del espacio que imitó con mayor precisión el modelo parisino, que ilusionó a los sectores dominantes de fines del siglo XIX. En una ciudad casi sin desniveles, este pasaje se caracterizaba por una escalera que recordaba las que suben a Montmartre. Estaba en “un entorno de palacetes y castillos que llevaban a la élite a la fantasía de vivir en un mundo de civilización europea” (4)Lo interesante es que no se lo reemplazó por una serie de edificios de nuevo estilo sino por una vía de comunicación rápida. La civilización del automóvil seguía cambianndo ladrillos por ruedas.
  • La anulación del símil piedra en Buenos Aires. Durante la etapa de europeización, la casi totalidad de los edificios de Buenos Aires se cubren con un revoque especial, que le da al ladrillo la apariencia de la piedra. El color dominante del paisaje urbano es un ocre agrisado. El peso cultural del símil piedra se encontraba en la semejanza con la piedra París, modelo unánime de la cultura urbana de ese momento. Es decir, que la importancia de este material no se encuentra en sí mismo sino en lo que sugiere. Modificado ese modelo, y perdida la aspiración histórica de parecerse a París, el carácter simbólico del material pierde su sentido. La ciudad entera pinta sus revoques de diversos colores de un modo más acorde con el gusto de una etapa que mira menos a Europa y más a los Estados Unidos.

¡Demuelan ese ridículo obelisco ya mismo!
La etapa industrial necesitaba su símbolo característico y la arquitectura racionalista estaba llamada a proveerlo. El Intendente Mariano de Vedia y Mitre ordenó levantarlo en 1936, en el marco de la necesidad política de festejar el cuarto centenario de la tal vez inexistente fundación de Pedro de Mendoza. La fundamentación decía que era “un grandioso símbolo recordatorio, de severa ejecución y majestuosa imponencia” (5).

En el Concejo Deliberante le dijeron cosas durísimas. Por ejemplo, que la Avenida 9 de Julio se había abierto “para disimular a ese monstruo gigantesco del famoso obelisco”, que parecía “un gigante metido en una taza, diseñado con inconcebible desacierto”. Por Ordenanza Municipal disponen demolerlo. Cuando la piqueta comienza su accionar, el Gobierno Nacional lo salva (y también a su amigo políticos, el intendente) declarándolo Patrimonio Nacional. En los fundamentos el Decreto de 1939 decía que el obelisco era “expresión de una recordación histórica y como tal debe ser definitiva y no reversible por el respeto que deben merecerle las obras ya consagradas y que forman parte del patrimonio público tradicional de la Nación”. Es decir, que el obelisco, con sólo tres años ya era “histórico”, mientras que la iglesia de San Nicolás, con casi dos siglos no lo había sido.

Además de las obvias diferencias políticas, que hacen que siempre lo del otro sector esté mal, hay formas distintas de mirar la ciudad en un momento de bisagra histórica. Los tradicionalistas pensaban en el academicismo francés de la Generación del ´80, los más modernos en el racionalismo. Las fechas indican un proceso muy rápido: el palacio del Concejo Deliberante (hoy Legislatura de la Ciudad) fue terminado en 1931. Tiene tanta influencia francesa, que su Salón Dorado recuerda a la Galería de los Espejos del palacio de Versalles. Y el obelisco, radicalmente contrapuesto, es de 1936.

Un sentimiento semejante lo expresa Alfonsina Storni al rechazar la geometría de la ciudad industrial:
“Casas enfiladas, casas enfiladas,
casas enfiladas.
Cuadrados, cuadrados, cuadrados.
Casas enfiladas.
Las gentes ya tienen el alma cuadrada,
ideas en fila
y ángulo en la espalda.
Yo misma he vertido ayer una lágrima,
Dios mío, cuadrada” (6).

  1. Melli, Oscar R. : “Geografía del partido de Chacabuco”, Municipalidad de Chacabuco, 1979.
  2. Farjon, A. (2006). «Araucaria angustifolia». Lista Roja de especies amenazadas de la UICN, 2010.2. Consultada: 8/5/2011.
  3. Gutiérrez, Ramón: “ Buenos Aires: evolución histórica”, Fondo Editorial Escala, Buenos Aires, 1992.
  4. “Buenos Aires, un paisaje cultural excepcional”. Dirección General de Patrimonio, Gobierno de la Ciudad de Buenos Aires, 2006.
  5. Cit. en: Gutiérrez, Ramón: “Buenos Aires: evolución histórica”, op. cit.
  6. Storni, Alfonsina: “Cuadrados y ángulos”.

Fuente:
Historia Ecológica de la Ciudad de Buenos Aires, 02/06/15, Defensoría Ecológica. Consultado 02/06/15.

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