Un relevamiento oficial constató, en 2014, que sólo el 25 por ciento de las forestaciones implantadas cumplía las condiciones de seguridad exigibles para reducir riegos.
por Fernando Colautti
No por repetido deja de ser actual: en 2012, dos temporales de viento dejaron un millón de pinos por el suelo entre las forestaciones implantadas de Calamuchita. En 2013, el fuego aprovechó ese material que nadie retiró, para acelerar su avance, y arrasó con unos 11 millones de pinos más.
El daño ambiental, paisajístico y económico aún pasa factura en esa región. Pero desde entonces poco se ha hecho para terminar de retirar lo caído y para limpiar lo quemado. Esa madera resecada será nafta en caso de nuevos focos de fuego. A la vez, complica los movimientos de los bomberos ante un siniestro.
Mientras, entre las forestaciones aún en pie, conviven las correctamente mantenidas -con calles cortafuegos y raleos adecuados- con una mayoría sin normas de seguridad y hasta casi impenetrables. Un relevamiento oficial constató, en 2014, que sólo el 25 por ciento de las forestaciones cumplía la condiciones exigibles para mitigar riesgos ante el fuego.
Bomberos advierten que es un tema pendiente, que sigue sin ser resuelto. Directivos del Plan Provincial de Manejo del Fuego lo admiten, aunque marcan que no es sencillo -y menos aún barato- un operativo de ordenamiento.
Córdoba no puede seguir perdiendo árboles y debería promover reforestaciones masivas. Pero con criterio sustentable: revisando qué especies convienen, dónde y, sobre todo, ejerciendo control estatal.
La situación de los pinares abandonados denota ausencia del Estado, sin capacidad ni voluntad de control, como también negligencia de aquellos propietarios privados que ponen en riesgo el patrimonio de sus vecinos y, a la vez, el ambiente, el paisaje y el capital turístico de todos los cordobeses.
Fuente:
Fernando Colautti, Los pinos quemados siguen sin ser retirados, 11/04/15, La Voz del Interior.
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