Muchas de las casas de los vecinos afectados el 2 de abril
de 2013 pusieron compuertas para evitar la entrada de agua; otros, incluso, ya
no viven en los cuartos de planta baja; esperan obras de prevención.
por Valeria Musse
Dicen que el tiempo cura las heridas, pero para los vecinos
de Saavedra un año no fue suficiente para perder el miedo a las tormentas. Al
contrario, las secuelas psíquicas y materiales que dejó a su paso la impiadosa
inundación modificó sus hábitos. Mientras, siguen reclamando por obras hidráulicas
que les den confianza para vislumbrar que no sufrirán una nueva catástrofe como
la del 2 de abril de 2013.
Con cada nueva alerta meteorológica los ánimos comienzan a
crisparse en la zona. Mariano Bentureira y su mujer, Ana, cancelan de inmediato
cualquier programa y se quedan en su vivienda de Jaramillo al 3100, para
colocar las compuertas. "La inundación de la madrugada del 2 de abril nos
arruinó toda la casa", contó él, resignado.
A las 3.30 de aquel día feriado, Bentureira se levantó
porque oyó que llovía fuerte; salió a la calle a estacionar su auto a unas
cinco cuadras, "en un lugar más alto". Cuando volvía caminando, el
agua ya le llegaba al cuello. "Por la presión del líquido que había dentro
de mi casa no pude abrir la puerta y tuve que esperar afuera una hora y media
hasta que vinieron a ayudarme. Mi mujer había quedado sola, con miedo",
recordó a La Nación.
El matrimonio no sólo tuvo que agrandar la compuerta hasta
los dos metros. Bentureira se las ingenió para construir un flotador. El
angosto instrumento es colocado en una rejilla que da a la cloaca. Cuando el
nivel del agua sube, la boya asciende hasta que hace sonar una alarma; así, la
pareja se pone en alerta.
Apenas comienzan a caer las primeras gotas, Beatriz Suárez,
otra vecina de Saavedra, se atrinchera en su casa y, como si tuviera un
procedimiento no escrito, se organiza ante la posible entrada de agua. Siente,
desde hace un año, que en cualquier momento el líquido volverá a arruinarle la
casa y lo poco que pudo salvar.
Cuando su casa quedó sumergida, Suárez permaneció inmóvil.
"Tenía el agua al cuello, pero no podía dejar de ver las sillas que
navegaban por la cocina. Estaba paralizada por el miedo", recordó Beatriz,
que desde entonces sufre ataques de pánico. Uno de sus hijos, que llevaba al
perro en sus brazos, fue quien la tomó del camisón y la obligó a subir a la
terraza en medio de la oscuridad.
Como Mirta Blasco Rodríguez ya había sufrido en 1985 una
inundación en su casa, pensó que lo había superado. Pero no. El metro y medio
de agua que anegó su casa 28 años después la hizo revivir el dolor de la
primera vez. "Yo miraba desde la planta alta de mi casa y veía que por la
escalera el agua subía un escalón más... y otro... y otro. Me agarró miedo
porque no sabía cuándo se detendría", confesó a La Nación. Nuevamente, la
palabra "miedo" estaba en boca de una víctima.
Debido al temor que la tormenta de abril provocó entre los
cuatro integrantes de la familia de Rodríguez, su madre, Amalia, de 80 años, se
mudó al piso superior. Mirta dijo, en tono de broma: "Desde entonces, las
habitaciones de abajo quedaron inutilizadas, como un gran salón de baile".
Los vecinos de Saavedra aseguran que si aquel 2 de abril
hubiese llovido en la Capital con la misma magnitud que horas después en La
Plata, el panorama hubiese sido "de un total desastre"; por eso
algunos de ellos, temerosos, ya se prepararon.
Pisos levantados, ventanas más pequeñas y compuertas en cada
habitación, todo sirve para prevenir. "Pero la única solución es el
dragado de la salida del arroyo Medrano. Queremos que los funcionarios se hagan
cargo", reclamaron los damnificados.
Quejas en el Barrio Mitre
Los habitantes del Barrio Mitre aguardan impacientes que se
concrete el prometido plan de mitigación presentado por la Ciudad. "El
mismo Montenegro [ministro de Seguridad porteño, Guillermo] nos trajo la
maqueta que mostraba las barreras de contención que se levantarían alrededor
del barrio", explicó a La Nación María Cristina D'Angelo. Hasta ahora,
sólo se hicieron tres pequeños reservorios en la plaza principal.
Casi no hay vivienda del Barrio Mitre que no cubra sus
entradas con planchas de chapa de más de un metro y medio de altura a modo de
compuerta. Dentro de las casas, la mayor parte de los bienes está en altura,
como la vestimenta y objetos personales de la hija de D'Angelo, Guadalupe, de
18 años. "Tuvimos que hacer los estantes porque el agua se llevó todo el
placard", contó la mujer. Frente a ella, una pared recién pintada conserva
la marca donde el agua se estancó.
Su vecina, Mónica Rolón, con lágrimas, relató a La Nación:
"En mi casa no veo nada mío. Todo fue donado gracias a la
solidaridad".
Atentos a una nueva tormenta violenta como la de hace un
año, los vecinos del Barrio Mitre llevan adelante reuniones con la Cruz Roja
para saber qué hacer: botiquines, bolsas plásticas para resguardar
documentación y colgantes con linternas están siempre a mano.
Fuente:
Valeria Musse, En Saavedra, un año resultó poco para perder el miedo a la tormenta, 02/04/14, La Nación. Consultado 02/04/14.
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