En el marco de la muestra 'Somos la tierra', investigadores de la UNRC indicaron que el 60 % de las tierras cultivadas del país están sembradas con soja y advirtieron que el modelo productivo actual atenta contra la soberanía y el ambiente.
Investigadores y docentes de la Universidad Nacional de Río Cuarto (UNRC) plantearon su preocupación ante las consecuencias que el monocultivo está ocasionando en el país y la región. En el marco de la muestra 'Somos la tierra', organizada por la Constituyente Social , integrantes de la casa de altos estudios indicaron que 17 millones de hectáreas están sembradas con soja en Argentina y advirtieron que este modelo productivo afecta la soberanía alimentaria y genera múltiples daños al medio ambiente.
En una charla brindada en los últimos días en el marco de la muestra conjunta 'Somos la Tierra' y 'El Famatina no se toca', investigadores y docentes de la UNRC analizaron la problemática del monocultivo y plantearon las consecuencias que el mismo genera en la población y la naturaleza.
La imposibilidad de producir el propio alimento, la ausencia de biodiversidad y los daños generados a los bosques y la fauna fueron los principales aspectos abordados en las cinco exposiciones realizadas en el Centro Cultural El Andino en relación con la presencia de un solo cultivo en grandes extensiones de tierra.
“El monocultivo designa grandes extensiones de superficie cultivada solamente por una especie o hasta una sola variedad. Eso genera completamente lo opuesto a lo que se da en un ambiente natural, donde hay una multiplicidad de especies no solamente vegetales sino también animales, insectos”, explicó la ingeniera agrónoma Marcela Peralta, una de las expositoras del encuentro. Y continuó: “En la naturaleza ningún ecosistema es de una sola especie o variedad. El monocultivo se da con la intervención del hombre y es muy forzado porque se mantiene a fuerza de matar el resto de las especies que no responden a esa variedad”.
La situación en la provincia y el país
Peralta indicó que en Argentina existen 17 millones de hectáreas sembradas con soja, cifra que representa alrededor del 65% de la superficie total sembrada del país. Y añadió que esta especie es una de las principales exponentes de la problemática del monocultivo en la zona.
“La soja representa todo lo contrario a la rotación de cultivos que había antes. Se hacen dos años seguidos de soja y se corta, porque económicamente es lo rentable, con un año de cultivo de maíz que actualmente también responde a un monocultivo, es un organismo genéticamente modificado”, afirmó.
Acerca de la situación de nuestra provincia, la ingeniera y docente señaló que se mantiene aproximadamente la misma proporción que a nivel nacional. Es decir que “el 60% de las hectáreas cultivadas responden a la soja”. Aunque agregó que Córdoba es “una de las regiones que mas adoptó este modelo”.
Peralta recordó que el cultivo de soja comenzó a extenderse en el país a principios de la década de 1990, cuando se empezaron a utilizar semillas genéticamente modificadas.
“Cuando identificaron que había un gen en determinadas plantas que era resistente al principal herbicida que tiene este paquete, que es el glifosato, se lo introdujeron artificialmente a estas especies y empezaron a producir semillas genéticamente modificadas”, precisó.
Y agregó: “Para matar todo lo que no es el cultivo se aplica glifosato, que es un herbicida de contacto que queda en el suelo y que tiene residualidad. Después se siembra el cultivo pero cuando la soja y el maíz nacen no les hace nada porque ambas plantas son resistentes a esa sustancia”.
Según la docente, estas características están en estrecha relación con el modo en que esta forma de producir ha crecido en las últimas décadas: “Su adopción se facilita muchísimo porque son dos o tres tareas y ya tenés implantada una extensión muy grande de superficie”.
Soberanía y alimentación
El análisis que los integrantes de la UNRC realizan de este fenómeno se encuentra en estrecha relación con la producción de alimentos
-¿Cuáles son las principales consecuencias del monocultivo?-, preguntó el Puntal de Río Cuarto.
-En principio es la pérdida de soberanía en lo alimentario. Argentina no es un país que consuma soja de manera directa, la población argentina es reconocida mundialmente como consumidora de carne vacuna. Los animales consumen soja a través de forraje y la mayor parte de la soja se exporta para alimentar ganado de otros países, principalmente tiene ese destino. No existen políticas para regular la producción de alimentos que puedan contener las necesidades de nuestra población. Esas demandas no están contempladas en las políticas, solamente están reguladas por el mercado que dice que la soja es lo más rentable.
La adopción del monocultivo es completamente antinatural porque es incapaz de responder a las demandas de necesidad de alimento de la población.
En este sentido, Peralta advirtió que la cantidad y diversidad de alimentos que la población de nuestro país necesita no está cubierta dado que “producimos un sólo cultivo que tiene que ser vendido y exportado para ir a comprar lo que comemos. El circuito está totalmente alterado”.
Energía y combustibles
Según manifestaron desde la Universidad local, la situación planteada con relación a las dificultades para producir alimentos se agrava en el último tiempo a raíz del uso de ciertos cultivos como combustibles.
“Hace unos años el maíz, la soja y la caña de azúcar también pasaron a ser sustitutos energéticos, lo que se llama agrocombustibles”, indicó la ingeniera agrónoma. Y sostuvo que de esa forma “se está negando su principal destino que es el uso como alimento habiendo grandes cantidades de población con hambre en el mundo”.
Al respecto, remarcó que este fenómeno implica utilizar los cultivos para producir combustibles cuyos principales destinatarios son los países centrales, ya que estos son los mayores consumidores de este tipo de energía.
Por otro lado, la diversificación en el uso de estos cultivos, que pasan a utilizarse no sólo para la alimentación sino también para la producción energética, “hace que su demanda sea muy alta internacionalmente y por lo tanto el precio se mantenga alto e incluso suba año a año”, explicó la docente de la UNRC con relación a un factor que también lleva a impulsar el crecimiento del monocultivo.
Desde la UNRC destacaron que esta problemática también genera consecuencias importantes con relación a la energía y el medio ambiente: “La producción de estos monocultivos consume grandes cantidades de energía fósil no renovable y son usados para producir energía renovable”.
“Es totalmente insustentable -continuó Peralta-, no se sostiene en el tiempo. Todos los agrosistemas de Argentina que fueron volcados al monocultivo y que eran áreas muy inestables ecológicamente hoy ya son áreas desérticas o con muy poca utilidad. El daño hecho por el monocultiovo es muy grande”.
Para evitar las diversas consecuencias sociales y ambientales de este fenómeno, Peralta destacó la importancia de incorporar la producción orgánica de alimentos.
“Hay una forma de controlar las plagas con la biodiversidad y cortar el ciclo de la dependencia de fertilizantes por la rotación de cultivos y por la misma forma de manejar un ecosistema que tiene un sentido ecológico, natural y productivista, o sea que tenemos la posibilidad de producir alimentos en gran cantidad y calidad de una forma mucho mas racional”, concluyeron los expositores de la Universidad.
“La agroecología es sustentable a nivel económico, social y ambiental”
En contraposición a las características del monocultivo y sus consecuencias en diversas esferas, los disertantes de la Universidad propusieron la producción orgánica de alimentos como alternativa a la situación que actualmente afecta nuestra región. De hecho, en los últimos días comenzaron una investigación para cuantificar la sustentabilidad y los altos rindes de esta forma de producir que viene superando las expectativas de los productores.
En ese marco, el ingeniero agrónomo Claudio Sarmiento relató la experiencia que desarrolla desde el INTA asesorando a productores de la provincia que eligen la agroecología.
En primer lugar, Sarmiento advirtió que, al contrario de lo que se piensa comúnmente, la agricultura orgánica puede brindar una gran cantidad de cultivos y realizarse en grandes extensiones de tierra. De hecho, en la zona existen campos que van desde las 20 a las 4.200 hectáreas .
“Quienes respetan los ciclos naturales tienen una capacidad productiva por espacio de superficie mucho más alta que aquellos que siguen el modelo impuesto”, indicó por su parte Peralta y remarcó las grandes cosechas que obtienen los campos orgánicos.
En este sentido, los ingenieros destacaron que la agroecología, a diferencia del monocultivo, intenta fomentar la biodiversidad para que sea el mismo ambiente el que controle la producción.
“No se adoptan tecnologías ni sustancias derivadas de la energía fósil, como son la mayoría de los herbicidas, y se usan fertilizantes naturales como la rotación de cultivos y la incorporación de abono verde”, precisó la docente.
En base a todo esto, los integrantes de la UNRC sostuvieron: “La agroecología es sustentable a nivel económico, social y ambiental”. “La primera sustentabilidad es la del productor, ya que los resultados superan sus expectativas”, dijo Peralta.
Añadió que la sustentabilidad económica se observa en la “reproducción del ecosistema productivo de manera continua y creciente”. Respecto de los beneficios para el medio ambiente, expresó: “Nosotros sabemos que de esta forma no se están contaminando ni los suelos ni las aguas”.
“Siempre hay menor efecto de las sequías en un campo agroecológico, donde hay una humedad mucho más alta. Ademas no consumen agua de riego de las napas, ya que generalmente se adoptan aquellos cultivos que respetan los ciclos de las precipitaciones y aprovechan esos ciclos ambientales climaticos”, detalló la investigadora.
Y concluyó: “Son formas de producir con una visión a largo plazo”.
Los bosques, las abejas y las aves, afectadas por el sistema productivo
Durante la charla, la caracterización del monocultivo y sus consecuencias fue sumando múltiples aristas. Las exposiciones de la ingeniera forestal Natalia De Luca, de la investigadora y apicultora Paula Melegatti y de Miguel Ángel Ávalos de la organización Amigos para la Conservación de las Aves (Amcoa) ilustraron las implicancias que ese modelo productivo implica para los diversos integrantes del ecosistema.
Paula Melegatti mencionó la crisis que la apicultura está atravesando en la última década y afirmó que el avance de la frontera agropecuaria con las plantaciones de soja y maíz y la creciente aplicación de agroquímicos son las principales causas de ese fenómeno.
“El 40 % de los productores dejaron la actividad en los últimos años debido al avance de la frontera agrícola y la pérdida de biodiversidad. En los úlitmos tres años Córdoba se encuentra en Emergencia Apícola”, afirmó. Y agregó: “La apicultura se está acabando porque somos víctimas del sistema productivo”.
En este sentido, relató el modo en que el avance del monocultivo ha implicado la desaparición de flores en los campos de la región, dejando a las abejas sin alimento dado que todas las plantas consideradas como malezas para la agricultura son aquellas que consumen estos insectos.
Además, los agroquímicos dañan fuertemente a las abejas y los desorientan, impidiéndoles volver a sus colmenas.
Melegatti también destacó la importancia de las abejas para la naturaleza y para nuestra alimentación. “El 90 % del beneficio de la labor ejercida por las abejas es a través de la polinización, permitiendo que las plantas se fecunden”, dijo.
Además, precisó que la reproducción de hortalizas, legumbres, frutas y oleaginosas dependen de este trabajo de polinización, que se está viendo fuertemente afectado por el avance de la agricultura.
De Luca, por su parte, mencionó cómo el monocultivo ha influido en el desmonte que ha sufrido nuestra provincia y nuestra región, ya que los productores han optado por obtener rentabilidad económica mediante el cultivo de soja y maíz y para ello se fueron reduciendo las superficies de bosques nativos.
La ingeniera forestal explicó el modo en que la desaparición de los bosques, a su vez, agrava otros aspectos del medio ambiente que se ven afectados por el monocultivo.
En este sentido, mencionó la erosión eólica y la desertificación. “Lugares donde había biodiversidad se terminan convirtiendo en un desierto sin ningún tipo de seres vivos”, manifestó.
Por otro lado, mencionó que el avance del modelo productivo actual ha traído importantes consecuencias no sólo ecológicas sino tambien socioambientales, ya que las familias que habitaban los campos fueron expulsadas o se vieron obligadas a migrar.
Fuente:
El Puntal de Río Cuarto 19/09/2011