por Miguel Bonasso
Los glaciares son bellos, pero ocultan mucha porquería
humana bajo el hielo y expresan, una vez más, la histórica pulseada entre la
dignidad nacional y la entrega de nuestras riquezas al capital extranjero. En
el caso que nos ocupa, estamos hablando del agua y de esa gran fábrica de agua
que es la Cordillera
de los Andes, el símbolo malversado pero insustituible de la gran batalla
americana librada por San Martín.
El agua de los argentinos y los Andes que la producen en los
glaciares y las áreas periglaciales están en peligro de mutilación,
contaminación y muerte . Sólo una gesta nacional puede rescatarlos de
empresarios gangsteriles y políticos inescrupulosos que cobran de las
trasnacionales.
La escena procaz del almuerzo entre la Presidenta Cristina
Kirchner y el capo de la
Barrick Gold , Peter Munk, parece una provocación a esos miles
de productores, asambleístas y ambientalistas que aquí y en Chile protestan por
la evidente contaminación de la minería a cielo abierto y el peligro que se
cierne sobre ambos países con la megamina de Pascua-Lama, un nuevo país minero
entre dos naciones que se suponía soberanas. El encuentro, que duró cuatro
horas, es una bofetada a los que denuncian la falta de agua o los efectos
cancerosos del arsénico en el río Jachal. Parece que la primera magistrada y
los “gobernadores cordilleranos” que la acompañaron quisieran decirnos:
“Denuncien, critiquen o incluso legislen, que si legislan en contra del oro y a
favor del agua los vamos a vetar como ya lo hicimos”. Luego dieron un paso
adelante, anunciando leyes provinciales de supuesta protección a los glaciares,
que en realidad pretenden proteger a las inversiones mineras de una ley
nacional, como la que votará Diputados en las próximas horas.
La ley es la letra pero también una historia que precede su
formulación. En 2008, ambas cámaras del Congreso votaron por unanimidad la
primera ley nacional que protegiera a glaciares y áreas periglaciales, que
constituyen la mayor reserva de agua potable del país. En vez de promulgarla, la Presidenta la vetó, de
manera total, en noviembre de ese año. Dos días después, la entonces Secretaria
de Ambiente, Romina Picolotti, me confesó que la Presidenta había vetado
la ley por presión del gobernador de San Juan, José Luis Gioja, vinculado por
negocios familiares a la
Barrick Gold y al gigantesco emprendimiento de Pascua-Lama.
El veto lo confirmó eufemísticamente al hablar de la “preocupación de los
gobernadores de las provincias cordilleranas”, a quienes se intentó complacer
con un foro de discusión que pretendía subrogar al gran foro de la democracia
que es el Congreso.
En Diputados intentamos resistir el veto, pero
necesitábamos una mayoría imposible de alcanzar sin el oficialismo: tres
cuartos de los votos. Entonces, decidí presentar un proyecto de ley que era un
clon de la ley vetada, cuya autoría corresponde a la ex diputada Marta Maffei y
que cuenta ya con un dictamen de mayoría de las Comisiones de Recursos
Naturales y Minería.
Simultáneamente, los hermanos del gobernador de San Juan, el
senador César Gioja y el diputado Juan Carlos Gioja, presentaban en cada Cámara
sendas normas que excluían de la protección a esas verdaderas fábricas de agua
que son las áreas periglaciales. Estos proyectos, groseramente pro mineros,
fueron reemplazados después por un nuevo texto consensuado por el senador
oficialista Daniel Filmus, que también dejaba sin protección a las áreas
periglaciales. Esta iniciativa fue aprobada en el Senado y pasó a Diputados.
Dentro de pocas horas, la Cámara Baja deberá
elegir entre estos dos textos, aparentemente muy parecidos en la letra, pero
opuestos en el espíritu. Más allá de los tecnicismos y especificidades que
resultaría engorroso detallar aquí, puedo arriesgar un juicio categórico: la
ley vetada protege el agua pura e indispensable que nace de áreas
periglaciales; la ley del Senado, no.
Cuando la gente de buena fe se pregunta “si los dos
proyectos son tan parecidos, ¿por qué no llegan a un acuerdo?”, la única
respuesta posible es que toda ley es perfectible, a partir de que no se
vulneren los principios y necesidades que llevaron a formularla.
La foto de la
Presidenta de la
República con Peter Munk y tres banderas (la de Argentina, la
de Canadá y la de Barrick Gold) esclarecen al lector sobre lo que está en
juego: el agua será para las mineras trasnacionales o para los ciudadanos
argentinos.
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