Los recientes aumentos en la demanda de armas nucleares, tanto entre amigos como entre enemigos, sugieren que el gobierno de Estados Unidos tiene un enfoque peligrosamente miope.
Por Juan Vernieri
En un pasado reciente, Estados Unidos atacó dos estados que habían detenido y renunciado a sus programas de armas nucleares. En 2003, una coalición militar encabezada por Estados Unidos invadió Irak y derrocó al régimen de Saddam Hussein, que había abandonado su programa nuclear una década antes. En 2011, los países de la OTAN bombardearon y ayudaron a derrocar al régimen libio de Muamar Gadafi, quien había renunciado voluntariamente a su programa de armas nucleares ocho años antes.
Estas acciones no estuvieron en armonía con la no proliferación. Estados Unidos debería seguir intentando reducir la demanda de proliferación, incluso evitando atacar a más países que hayan detenido sus programas de armas nucleares, como Irak y Libia.
Si el presidente Biden imagina que tiene licencia para expandir el comercio civil de materiales utilizables para armas nucleares, está profundamente equivocado.
La expansión del enriquecimiento de uranio por parte de Irán, y las revelaciones de su programa secreto de bombas, han estimulado la demanda entre los vecinos.
En 2018, el príncipe heredero de Arabia Saudita, Mohammed Bin Salman, acusado de haber ordenado el asesinato del periodista Jamal Khashoggi en Turquía, declaró: “Sin lugar a duda, si Irán desarrollara una bomba nuclear, haremos lo mismo lo antes posible”.
Teniendo en cuenta esta creciente demanda de armas nucleares, una política esencial para evitar la proliferación es bloquear el suministro de los materiales fisionables necesarios.
Lamentablemente, la administración Biden no lo entiende así. Ha adoptado medidas que fomentarían la proliferación tanto del plutonio como del uranio apto para armas. ¿Por qué el presidente Biden hace todo esto? Parece creer que puede impedir la proliferación únicamente anulando la demanda a pesar de la evidencia de lo contrario.
Biden se siente libre de relajar las restricciones de oferta de materiales peligrosos en las negociaciones políticas. Está financiando no solo investigaciones nucleares prudentes, sino también para ampliar el uso de plutonio y combustible de uranio muy enriquecido.
A menos que Biden cambie de rumbo, su promoción de tecnologías nucleares tan peligrosas permitirá que la oferta satisfaga la demanda, en el mercado de destrucción masiva. (Fuente: Bulletin of The Atomic Scientists)
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