La ciudad de Sierras Chicas, a casi 50 kilómetros de la Capital, es la que peor padece la sequía. Muchas familias deben ser asistidas con camiones aguateros. Cómo se vive con falta de agua en casa. Los más humildes, más castigados.
Por Benita Cuellar
Yessica camina por la larga, seca y pronunciada avenida. Es tarde y el sol ya calmó algo su furia. El polvo que los autos levantan es el mismo que se pega desde hace meses en las modestas viviendas de esta zona de Salsipuedes. Las lluvias son escasas y las altas temperaturas se llevan lo poco que cae.
Mientras acelera el paso levanta botellas cargadas de agua. Están desperdigadas entre piedras y pastizales a la vera de la calle. “Los vecinos las dejan para que las juntemos. Usamos esta agua para todo”, dice Yessica Villacorta (31 años). Al llegar a la casa de un familiar, la botella que levantó llega a la boca de sus sobrinos.
Hace 10 años vino desde la ciudad Córdoba, y se instaló junto a su esposo en El Pueblito, un barrio de Salsipuedes con gran crecimiento poblacional. Entonces, como ahora, poco cambió en cuestión de servicios. Mucha gente se radicó sin que los servicios vitales estén asegurados. Planificación cero.
No tienen agua de red (algo que cuesta imaginar en el área central de la provincia) y el abastecimiento es a través de la carga de tachos o de los camiones municipales que llevan agua una vez por semana casa por casa.
“Hicimos la instalación desde la ruta hacia arriba pero la red no llega a las casas. Somos personas humildes”, cuenta Yessica.
Muchas familias de Salsipuedes desde hace meses no cuentan con agua suficiente ni para asearse. Cuando no sale de la canilla cargan bidones desde donde sea. Y dependen de la solidaridad entre los vecinos y vecinas. Vivir sin agua es un suplicio, admiten. Más, cuando los calores intensos de noviembre y diciembre acentuaron todo: la sequía y la necesidad.
En El Pueblito, muchos vecinos tampoco cuentan con tanques donde almacenar agua, por lo que usan tachos de pinturas u otros recipientes grandes.
“No tener agua es horrible. Mi marido trae desde Córdoba para más de 25 familias, en su camioneta. Estoy acostumbrada a cocinar para muchas personas, entre ellas, chicos. Es feo tener que limitarte en eso. Ellos me piden botellas de agua”, relata Yessica con lágrimas en los ojos.
En su casa son 10 personas, dos de ellas discapacitadas, por lo que la situación se torna más difícil. Espera cada día que cada tarde su marido llegue y recién entonces sabe si podrá asearse, lavar ropa y tener para beber.
Su realidad es cruda como la de muchas otras familias que miran el pico para saber si cae algo del líquido vital para la vida. El acceso al agua potable es un derecho humano por aquí de difícil acceso.
Tampoco pueden enviar a sus hijos al colegio para rendir porque no hay agua en el establecimiento de Sallsipuedes al que asisten.
“Juntamos agua en un tacho grande para lavar la ropa, y a esa agua la usamos para el baño. Cada vez que cada uno sale, regresa con botellas de agua”, narra la mujer que se puso al hombro la tarea de conseguir agua también para el resto de sus vecinos y vecinas.
Ella agrega que el agua de los camiones no es apta para beber. Por eso tienen que comprar bidones, pero solo cuando pueden porque no siempre tienen dinero para hacerlo.
Buscar agua adonde sea
A pocos metros de la ruta E-53, en Salsipuedes, Rubén junto a su esposa Mariana acaban de llegar a su casa luego de cerrar su negocio en Río Ceballos.
De la casa de familiares en esa ciudad vecina traen 30 litros diarios de agua en bidones. Los comparten con vecinos y vecinas que están sufriendo como ellos.
No sale una gota de la canilla. La cocina es una postal milagrosa: botellas, grandes y chicas, y un tupper donde se lavan los platos para no gastar de más. No pueden ni lavar la ropa: lo hacen en la casa de otro familiar.
A pesar de tener dos tanques, “el agua no ingresa a la red desde hace 20 días”, cuenta Rubén.
Además, tienen dos tachos que le quedaron de la obra y allí colocan agua. Es un trabajo de hormiga diario que hace la familia, con sus tres integrantes, para no quedarse sin agua. Con eso se asean, limpian la casa, y para beber compran agua envasada.
“Vivir con esta situación es como estar en el año 1800. Es cansador. No se puede seguir viviendo así. No sabemos cómo vamos a pasar el verano. Encima las temperaturas son altísimas”, expresa el vecino.
Sabe que hay personas que la están pasando peor, como aquellas que están solas y son adultos mayores. A ellas intentan ayudar con lo que traen cada noche.
A pesar de la enorme crisis hídrica, que lleva años aunque ahora se acentuó, la venta de terrenos y viviendas no para en la zona. Lo ven todos en Salsipuedes y lo confirma Rubén.
“Tenemos vecinos que se vinieron a vivir de otra provincia hace pocos días y ya gastaron mucha plata en la compra de bidones”, cuenta.
En Sierras Chicas, los problemas de abastecimiento de agua llevan muchos años. El crecimiento notable de la población en esa región no fue acompañado por obras de infraestructura. En ese marco, Salsipuedes es la que peor situación atraviesa.
El acueducto que viene
Desde la Provincia señalan que un alivio llegará a Salsipuedes cuando, en dos o tres semanas, se habilite la primera parte del nuevo acueducto que se construye para sumar agua a la zona.
Mientras, todos esperan que las lluvias aparezcan y sumen algo de caudal a las cuencas exhaustas y los arroyos secos de la región.
Fuente:
Benita Cuellar, Vivir sin agua en pleno siglo 21: el drama de los vecinos de Salsipuedes, 18 diciembre 2022, La Voz del Interior.
No hay comentarios:
Publicar un comentario