En
diálogo con Infobae, el especialista del Banco de Francia, da
detalles del libro que alerta sobre los riesgos de una crisis
vinculada al cambio climático.
por
Daniel Blanco Gómez
El
“Cisne verde”, es un libro de investigación recientemente
lanzado por el Bank for International Settlements (BIS), un organismo
que reúne a 60 bancos centrales del mundo, y del cual es coautor el
economista franco argentino Romain Svartzman.
En
el texto de banco central de los bancos centrales, queda plasmada la
posibilidad de que fenómenos climáticos como los incendios en
Australia o los huracanes en el Caribe provoquen grandes daños
financieros con réplicas mundiales.
Tras
la grave crisis económica y financiera de 2008, Wall Street empezó
a prestarle más atención al surgimiento de sucesos como el que
desencadenó la burbuja inmobiliaria en Estados Unidos y que terminó
arrastrando al resto del mundo en un proceso de recesión.
En
diálogo con Infobae, el economista de madre francesa y padre
argentino, Romain Svartzman, recibido en la prestigiosa Universidad
Sciences Po, señaló que el cambio climático responde a las
características del cisne negro, una figura concebida por un
matemático y ensayista de origen libanés Nassim Taleb, que describe
un acontecimiento inesperado con consecuencias extremas que escapan a
las previsiones de los economistas más avezados. Una idea que
refiere a eventos muy poco frecuentes, con consecuencias muy
profundas y potencialmente devastadoras para la finanzas.
En
ese contexto, Svartzman advierte que “un cisne verde puede generar
catástrofes que parecen inimaginables si solo miramos hacia el
pasado como referencia, con un muy fuerte alcance como por ejemplo
los incendios recientes en Australia, e imposibles de predecir por
actores que usan medidas de riesgos basadas en el pasado”.
Asimismo, explica cuál es el rol de los gobiernos y los bancos
centrales para reducir los riesgos de que se desate una crisis
financiera de magnitud global con graves consecuencias para los
países y sus ciudadanos.
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¿Cuál fue el disparador de la investigación?
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El tema de los riesgos financieros ligados al cambio climático viene
siendo discutido desde hace unos años. En 2015, Mark Carney,
gobernador del Banco de Inglaterra, declaró que el cambio climático
podía generar riesgos financieros. Dos años más tarde, a finales
del 2017, ocho bancos centrales crearon la “red para ecologizar el
sistema financiero” (NGFS por sus siglas en inglés), un foro
compuesto principalmente por bancos centrales y supervisores
financieros que participan de manera voluntaria con el propósito de
contribuir al desarrollo de la administración de riesgos
relacionados con el clima y el medio ambiente en el sector financiero
y movilizar financiamiento para apoyar la transición hacia una
economía sostenible. En diciembre del 2019 ya estaba compuesto por
54 bancos centrales y supervisores, y por 12 miembros observadores.
La primera recomendación del NGFS consiste en integrar los riesgos
relacionados con el clima en el monitoreo de la estabilidad
financiera y la micro supervisión. Esta recomendación fue el
disparador del libro “El cisne verde: ¿cómo se pueden
identificar, medir y manejar los riesgos climáticos?”. Allí
buscamos profundizar el conocimiento en esta área aún muy reciente.
Y para esto, armamos un equipo compuesto por miembros de
instituciones como el Banco de Francia, la academia y el sector
privado para avanzar en este tema complejo.
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¿Qué significado, concretamente, la expresión “cisne verde”?
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Está inspirada en el cisne negro, de Nassim Taleb, sobre eventos muy
poco frecuentes, con consecuencias muy profundas y potencialmente
devastadoras, y que suelen ser explicadas ex post. Es decir que los
marcos analíticos usados antes del evento no permiten ver la
posibilidad de ocurrencia del evento, y que solo después se proponen
nuevos marcos que hubiesen permitido evitar o minimizar los impactos
del cisne negro. El cambio climático responde a las características
del cisne negro. Puede generar catástrofes que parecen inimaginables
si solo miramos hacia el pasado como referencia, con un muy fuerte
alcance, como por ejemplo los incendios recientes en Australia, e
imposibles de predecir por actores que usan medidas de riesgos
basadas en el pasado. Además, el cisne verde presente algunas
diferencias. Por un lado, aunque los impactos del cambio climáticos
sean muy difíciles de predecir, sabemos que están ocurriendo. Es
decir que hay una mezcla de certeza respecto a la realidad del
fenómeno e incertidumbre con respecto al momento, forma y alcance
del evento perturbador. Muchos eventos climáticos son irreversibles
y la comunidad científica nos advierte que los daños futuros
podrían generar muchísimo sufrimiento para las próximas
generaciones. En este sentido, un cisne verde puede ser aún más
preocupante y desestabilizador que varios cisnes negros.
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¿Cuándo podría surgir un evento como este y por qué?
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Hay dos tipos de riesgos climático. El primero se llama riesgo
físico, y se refiere a los impactos del cambio climático debido a
un aumento en la frecuencia y magnitud de los eventos climáticos
como los huracanes, inundaciones y olas de calor. Por ejemplo, las
construcciones al borde del mar ya están amenazadas por el aumento
del nivel del océano en muchos países y algunas compañías de
seguro ya no desean cubrir estos activos. Esto puede llevar a la
destrucción física de bienes y centros productivos, y generar un
efecto cascada que afectaría muchos otros sectores. Las
instituciones financieras están expuestas a todos estos sectores, ya
sea a través de actividades de crédito, mercado o seguro. El
segundo tipo de riesgo es de transición. Se refiere al hecho que,
para evitar los impactos físicos del cambio climático y que el
calentamiento global alcance los 1,5 o 2 grados Celsius, necesitamos
una transición extremadamente veloz. Si se implementaran medidas
adecuadas, gran parte de las reservas de recursos fósiles deberían
ser paradas. Algunos estudios indican que hasta el 80% de las
reservas de carbón, la mitad de las de gas y el tercio de las
reservas de petróleo deberían quedar en el suelo para limitar el
aumento de la temperatura en dos grados. Esto podría generar dos
riesgos principales: un shock de valorizaciones de estos activos
fósiles, lo cual podría generar ventas masivas y aceleradas que
podrían afectar el precio de muchos otros activos y tener efectos
sobre todo el sistema financiero. Y otro vinculado a que muchos
sectores económicos dependen de una manera u otra de estos recursos
fósiles. Las exportaciones argentinas de soja, el sistema productivo
chino (que depende mucho del carbón) y el consumo de bienes chinos
en Europa son parte de un sistema global interconectado, por lo cual
los riegos de transición deben ser analizados de manera global.
Además las instituciones financieras están expuestas a todos estos
sectores y a todas las vulnerabilidades que pueden llegar a surgir.
Un riesgo sistémico se podría generar si uno de estos dos tipos de
shocks o la conjunción de ambos llevara a instituciones financieras
a no tener el capital suficiente para absorberlos.
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¿Qué deben hacer los gobiernos e instituciones para afrontar una
eventual crisis financiera vinculada al cambio climático?
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Es una pregunta difícil. En el libro decimos que los bancos
centrales pueden contribuir a identificar y manejar los riesgos
climáticos. Por ejemplo, algunos bancos centrales como el Banco de
Francia están preparando testeos de estrés climático, para evaluar
la resiliencia del sistema financiero a ciertos cisnes verdes. Sin
embargo, los bancos centrales no pueden salvar el mundo del cambio
climático, esto es responsabilidad de los gobiernos. A pesar de no
poder resolverlo todo, en el libro señalamos que los bancos
centrales pueden ayudar, en el marco de sus mandatos actuales, en la
coordinación de las respuestas de distintos actores frente al cambio
climático. Pero ejemplo, proponemos trabajar en los precios al
carbono y sus impactos sociales; en los lineamientos necesarios entre
política fiscal y monetaria, especialmente en el contexto actual de
tasas de interés muy bajas en las economías avanzadas; en la
promoción de la inversión sustentable en las prácticas de las
instituciones financieras y las reformas posibles a nivel
internacional para que la estabilidad climática sea reconocida
plenamente como un bien público global.
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¿Las tasas de los bancos pueden seguir bajando como instrumento para
reactivar la economía y la producción mundial en caso de que surja
un Cisne Verde?
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Este podría ser otro límite a la acción de los bancos centrales.
En muchos países las tasas ya están muy bajas y hay poco margen
para bajarlas más. Esto refuerza lo dicho anteriormente. Las tasas
bajas les ofrecen posibilidades a ciertos gobiernos de implementar
políticas fiscales verdes. El hecho que las tasas estén tan bajas
puede ser una oportunidad, siempre y cuando se controle qué tipos de
proyectos se benefician de esta coyuntura.
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¿Cómo llegó al Banco de Francia y en qué proyectos trabaja?
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Yo soy franco-argentino, y tuve la suerte de poder vivir en Europa y
América Latina. Después de ocho años en el área de “finanzas
verdes”, para un fondo de inversión primero y después para el
Banco Mundial, empecé un doctorado sobre las dimensiones
macroeconómicas y de economía política internacional vinculadas al
cambio climático. Esto me llevó a trabajar sobre los vínculos
entre crisis ecológicas y riesgo sistémico. Cuando el Banco de
Francia abrió un puesto de economista para trabajar precisamente en
estos temas, fue muy natural para mí entrar en la institución. La
toma de consciencia de los bancos centrales sobre estos temas es
reciente pero es muy fuerte, y ojalá pueda inspirar a otros actores
públicos y privados.
Fuente:
Daniel Blanco Gómez, Quién es Romain Svartzman, el economista argentino detrás de la idea de que un “cisne verde” puede provocar la próxima catástrofe financiera, 18 febrero 2020, Infobae. Consultado 20 febrero 2020.
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