El
argentino Rafael Grossi asumirá el cargo de director general del
Organismo Internacional de Energía Atómica, y está haciendo un fuerte
lobby para la instalación de una central nuclear de diseño chino en
la Argentina.
por
Cristian Basualdo
PUERTO
MADERO, 15 noviembre 2019.- El presidente electo de Argentina,
Alberto Fernández, se reunió con el diplomático argentino Rafael Mariano Grossi, quien asumirá el cargo de director general del
Organismo Internacional de Energía Atómica (OIEA) a principios de
diciembre. El OIEA fue creado en 1957 para controlar a nivel mundial
los usos militares de la energía nuclear, además de acelerar y
aumentar sus usos civiles.
“Con
relación al futuro inmediato y las nuevas centrales se espera que el
próximo gobierno finalmente concluya y avance con la construcción
de la cuarta central de potencia argentina, que será construida con
tecnología China”, explicó Grossi a Infobae después de la
reunión.
Unos
días antes había manifestado que “China tiene uno de los
programas nucleares más vibrantes y más crecientes en el mundo”,
durante una entrevista para el programa Odisea Argentina, emitido por
La Nación+ el 11 de noviembre de 2019; “lo que desea China es
comenzar a posicionarse también como un exportador de centrales
nucleares”, explicó el futuro director del OIEA, y remarcó que el
gigante asiático tiene una política muy activa de promover sus
centrales nucleares en el mundo y “es interesante un cliente como
la Argentina porque es un cliente maduro”.
Cuando
le preguntaron por el costo de la energía nuclear, Grossi optó por
un pasapalabra: “el cálculo del costo del kilovatio depende de la
posición que tenga el analista, porque tenés que hacer jugar los
subsidios, tenés que hacer jugar una cantidad de cosas que en cada
escenario económico son diferentes”.
En
una nota para Página/12, publicada el 18 de noviembre de 2019,
Grossi dijo que “el camino hacia la cuarta y quinta central es
necesario. El gobierno deberá retomar ahora las negociaciones,
negociaciones que nunca se interrumpieron”.
Las
tratativas con China para la financiación e importación de
centrales nucleares tienen un largo historial de marchas y
contramarchas. En 2017 el gobierno de Macri fracasó en su intento de
implantar una central nuclear en Sierra Grande, por la falta de
licencia social. Por estos días, la versión más trajinada habla de
un préstamo de China de unos 9 mil millones de dólares para la
instalación de un modelo Hualong One en el sitio Atucha.
Un
cuento chino
China
tiene 47 reactores en operación, 11 en construcción, y 1 en parada
de largo plazo. La edad promedio de sus reactores es de 7,5 años,
según datos del World Nuclear Industry Status Report (WNISR). Se
trata de la tercera flota de reactores más grande del mundo, después
de Estados Unidos y Francia.
Los
recurrentes problemas con los reactores importados motivaron a China
a desarrollar su propio modelo: Hualong One (HPR-1000), un reactor de
agua a presión que utiliza uranio enriquecido como combustible y
agua liviana como moderador y refrigerante. Lanzado oficialmente en
marzo de 2016, a través de Hualong International Nuclear Power
Technology, un joint-venture entre China National Nuclear Corporation
(CNNC) y China General Nuclear (CGN). No hay ningún modelo Hualong
One en operación en el mundo, 7 están en construcción: 5 en China
y 2 en Pakistán.
Desarrollar
un nuevo modelo de reactor nuclear es muy costoso, y la única manera de
amortizar la inversión es aumentando el número de unidades vendidas; por
eso China financia la exportación de sus reactores. Por el mismo motivo
los canadienses financiaron la Central Nuclear Embalse. Además de la
venta del reactor, hay que considerar futuros contratos para componentes
de recambio, reparaciones o mejoras técnicas.
La
industria nuclear china publicita al Hualong One como un reactor
seguro, barato y de rápida construcción. Sin embargo, la primer
característica (seguridad) está reñida con las otras dos. He Zuoxiu,
uno de los primeros expertos atómicos en la historia del país,
alertó en varias ocasiones sobre la rapidez con la que el Estado
busca promover el sector nuclear. "China no tiene suficiente
experiencia para evaluar de forma confiable si podría haber
accidentes", advirtió He Zuoxiu al diario británico The Guardian en 2005, y recordó que hubo discusiones internas sobre la
mejora de los estándares, “pero hacerlo requeriría mucha más
inversión que afectaría la competitividad y la rentabilidad de la
energía nuclear", dijo.
Una
cosa es segura: el programa nuclear chino se está frenando y no hay
señales de que esta tendencia se revierta. La cifra actual de 11
reactores en construcción, está por debajo de la cifra de 16 en
2017 y de 20 en 2016. China estuvo casi 3 años sin un inicio de obra
de un reactor nuclear, desde Fangchenggang-4 el 23 de diciembre de
2016, hasta Zhangzhou-1 el 16 de octubre de 2019. Una razón clave
son los costos.
El
último reactor en concetarse a la red lo hizo el 28 de junio 2019,
Taishan-2, un Reactor Europeo de Agua Presurizada (EPR) cuya
construcción había comenzado en 2010 y experimentó retrasos,
seobrecostos y problemas relacionados con la calidad de los
materiales.
“China
está perdiendo el gusto por la energía nuclear. Esas son malas
noticias“ tituló una publicación del Massachusetts Institute of Technology, que incluyó la opinión de Wenke Han, funcionario de la
Comisión Nacional de Desarrollo y Reforma que planifica la economía
de China: "La energía nuclear en China ha comenzado a enfrentar
la competencia de precios, y ciertamente enfrentará más competencia
en el futuro".
En
2018 la energía nuclear contribuyó con 277 TWh, lo que constituyó
el 4,2 % de toda la electricidad generada en China. Esto se compara
con la energía eólica que aportó 366 TWh y la solar 177,5 TWh. La
energía eólica y solar combinadas superan a la nuclear en casi un
factor de dos, señaló el WNISR2019.
Las
buenas razones del activismo antinuclear son suficientes para
oponerse a la instalación de un reactor Hualong One: generación de residuos
radiactivos, riesgo de accidentes y emisión de
radioisótopos en funcionamiento normal. Habría que considerar además,
los aspectos desfavorables del programa nuclear chino antes de endeudar
a la Argentina con otro faraónico
proyecto nuclear. Aunque el oportunismo de Grossi y el pragmatismo
político de Fernández los quieran omitir.
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