La
gestión de los incendios en la Chiquitania, pusieron en el punto de
mira las políticas medioambientales de Bolivia. No obstante, ese no
es el único foco caliente del país que aboga por el 'Vivir Bien'.
por
Judit Alonso
Tras
un mes de marcha, 200 indígenas llegaron ayer (17.10) a Santa Cruz
para reclamar al gobierno boliviano el cese del decreto que permite
llevar a cabo quemas controladas. El descontrol de las mismas
desencadenó los grandes incendios de los pasados meses de agosto y
septiembre que provocaron la pérdida de alrededor de 4 millones de
hectáreas de bosque y pastizal, según datos de la Gobernación de
dicha localidad.
La
gestión del gobierno boliviano ante este desastre medioambiental
recibió fuertes críticas que denunciaron la falta de reacción.
Entre esas críticas se encuentran las del colectivo indígena de la
región afectada, en la que habitan unas 80.000 personas, que acusa
al presidente Evo Morales de favorecer la ampliación de los
territorios para llevar a cabo actividades de ganadería y cultivo de
soja, en detrimento de la Ley Marco "Madre Tierra”. Esta
integra la política del 'Vivir Bien', que prioriza el desarrollo en
armonía con la naturaleza.
"Todavía
existe una idea idealizada del gobierno de Evo Morales en plano
internacional, que es desconcertante si se mira desde Bolivia. Las
políticas que se promueven son poco protectoras del ambiente a lo
largo de todos los años que Evo ha estado en el poder. Una de las
primeras cosas que hizo en 2006 fue anular el Ministerio de
Desarrollo Sostenible", recuerda a DW Marco Gandarillas,
director ejecutivo del Centro de Documentación e Información de
Bolivia (CEDIB).
Mientras
las urnas decidirán este domingo (20.10) si este episodio tiene
alguna incidencia en los resultados electorales, la deforestación
sigue siendo uno de los principales problemas medioambientales del
país. Según datos de la Fundación Solón, "Bolivia ocupa el
séptimo lugar en el ranking de los 10 países que a nivel mundial
perdieron mayor superficie de bosques en los últimos 25 años".
Asimismo, el país ocupa el segundo lugar en Sudamérica en emisiones
per cápita. Y es que "el 81 por ciento de las emisiones de
gases de efecto invernadero son por la combustión de naturaleza
viva".
A
pesar de que uno de los compromisos climáticos es alcanzar la "cero
deforestación ilegal" en 2020, el gobierno ha aprobado
diferentes normas para legalizar y ampliar el desmonte de bosques,
critican desde la entidad boliviana.
Incrementando
el problema mundial
Bolivia
sufre ya las consecuencias del cambio climático. Según información
gubernamental, "del año 1982 a 2014, más de 4 millones de
habitantes han sido afectados directamente" por eventos
climáticos extremos, que han "alcanzando a cerca del 40 % de la
población del país con un impacto económico entre 1 a 2 % del
PIB”. Asimismo, las previsiones gubernamentales son que en 2030, el
27 % del territorio nacional podría estar afectado por una sequía
persistente y el 24 % por inundaciones altamente recurrentes.
"Pese
a los avances realizados en la temática medioambiental, el país no
tiene una norma específica en materia de cambio climático”,
apunta Iván Velásquez, coordinador de programas de la Fundación
Konrad Adenauer (KAS) en Bolivia. Esta carencia hará que "no se
cumplan las metas del Acuerdo de París", lamenta ante DW.
¿Es
posible un desarrollo sostenible?
Y
es que para enfrentarse al cambio climático, el país debe llevar a
cabo políticas de desarrollo que tengan en cuenta este fenómeno. Es
necesario equilibrar la explotación de recursos mineros, como el
litio, con la conservación de riqueza en biodiversidad, bosques y
recursos hídricos existentes. "Las políticas económicas ponen
en primer lugar actividades de extracción que generan grandes
impactos ambientales", critica Gandarillas, recordando que
"Bolivia lidera el vertimiento de mercurio: la cifra está por
encima de más 90.000 toneladas anuales, récord en América Latina".
Por
otro lado, entre los compromisos climáticos bolivianos se encuentra
cambiar su actual modelo de producción de electricidad, a favor de
las energías renovables, de aquí a 2025. Actualmente la energía
hidroeléctrica representa un 29 % de la producción total,
mientras la biomasa, la energía eólica y la energía solar solo
representan el 1 %. No obstante, el pasado 19 de septiembre
se inauguró la primera fase de la planta fotovoltaica de Oruro, la
planta solar más grande del país. La electricidad generada por esta
infraestructura permitirá reducir las emisiones de gases de efecto
invernadero en aproximadamente 61.900 toneladas de dióxido de
carbono por año.
Para
Gandarillas, "la política energética se centra en buscar más
gas y construir grandes centrales hidroeléctricas en la Amazonía
para cubrir la demanda interna así como exportar a los países
vecinos. Y esto no tiene nada de ambiental".
(ER)
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Fuente:
Judit Alonso, Los otros “fuegos” de Bolivia, 18 octubre 2019, Deutsche Welle.
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