La
discusión alrededor de la serie Chernobyl que ha tenido lugar
durante los últimos meses ha sufrido los intentos de manipulación
del sector nuclear, que ha intentado relacionar la tragedia con una
cosa del pasado y con el comunismo, mientras se ignoran casos más
cercanos como el accidente de Fukushima. El secretismo alrededor de
las consecuencias sobre la salud humana de la radioactividad o la
mentira de que la energía nuclear puede mitigar los efectos del
cambio climático conforman otros aspectos centrales de la ofensiva
pronuclear.
por
Pinar Demircan
Aunque
hay quien la considera como la serie que culpa a la URSS y al
comunismo por la catástrofe de Chernóbil, algunas personas ven en
Chernobyl un intento de concienciar a la ciudadanía de los peligros
de las centrales nucleares en todo el mundo. Aunque esta tragedia
empieza a quedar bastante atrás en el tiempo, el gran propósito de
esta serie, se podría entender, es la deconstrucción de los hechos
y de la industria nuclear.
Para
entender y evaluar las razones que han conducido al éxito de
Chernobyl, así como para responder a las preguntas que se me hacían,
vi la serie y leí todas las reseñas que tuvo en Turquía. De hecho,
mi interés fue a más cuando me percaté de que, lejos de poner el
foco sobre los errores de la industria, el debate principal se
centraba en las tensiones internas de la Unión Soviética. Quizás
por eso en este artículo critico las reseñas que ha recibido la
serie e intentaré probar la existencia de una dimensión entera por
explorar. No por ello Craig Mazin, guionista y productor, deja de
asegurar en las entrevistas que su trabajo no contiene ningún
mensaje antinuclear: señala una y otra vez al diseño de reactor
equivocado y la ley del silencio imperante en la URSS como causas del
desastre.
No
sorprenderá que la catástrofe de Chernóbil ha tenido un gran
impacto en la concienciación de la gente sobre los riesgos de la
energía nuclear. Es una gran pérdida que en los primeros 10 años
después del desastre, cerca de 8 millones de personas han sufrido
como consecuencia cáncer y otras enfermedades, que han aumentado en
Europa. Además, no es posible continuar con actividades agrícolas,
forestales y pesqueras en zonas contaminadas por la radiación y que
seguirán contaminadas durante siglos. Una investigación científica
publicada en 2016 indica que habrá 40 mil nuevos casos de cáncer
debido a Chernóbil en los próximos 50 años. Demuestra que no vamos
a perder de vista este problema durante mucho mucho tiempo.
Ya
que las autoridades gubernamentales turcas no han conducido estudio
científico alguno para entender los efectos de Chernóbil en nuestro
país, es difícil predecir nuestros futuros casos de cáncer. De
hecho, cuesta saber incluso dónde hay casos de cáncer. La única
investigación que jamás se ha realizado la llevó a cabo la
Asociación Médica Turca. Esta comentaba la dificultad de determinar
cuántas personas sufrían de cáncer si no recibían tratamiento en
las ciudades y zonas donde vivían. Por otro lado, se sabe que se
regalaron frutos secos y té contaminados entre la ciudadanía, como
sucedió en varios países. A estas alturas, les invito a pensar por
qué y cómo se pudo ocultar todo esto a escala planetaria.
Pese
a que se acuse al gobierno de la Unión Soviética y la central
nuclear de emitir radiación a la atmósfera, los gobiernos y
políticos de otros países no protegieron a la gente de esta
radiación, y millones de personas quedaron expuestas a consecuencia
de ello. Ahora, la comunidad internacional ha descubierto que las
administraciones estadounidenses ocultaron los efectos negativos de
las centrales nucleares, así como los de las pruebas de la bomba
atómica. Los oficiales estadounidenses no difundieron información
alguna sobre aquellas personas japonesas afectadas con cáncer y
otras enfermedades. Ni siquiera compartieron nada con las autoridades
locales o con los mismos pacientes. Esta práctica estadounidense se
ha formalizado desde 1959 cuando la Agencia Internacional de la
Energía Atómica (AIEA) firmó un acuerdo con la Organización
Mundial de la Salud (OMS) para supervisar los registros de
consecuencias radioactivas sobre la salud.
Por
desgracia, el accidente de Fukushima, acaecido 25 años después del
de Chernóbil, demostró una vez más cómo no se informa de los
efectos de la radiación sobre la salud y el medioambiente tan bien
como se debiera. Para ilustrar lo que digo tenemos el hecho de que el
gobierno japonés invita a la gente a volver a Fukushima y vivir en
un lugar que rebasa 20 veces la dosis máxima de radiación permitida
al año. En algunos casos, se puede y debe argumentar que el gobierno
obliga a estas personas a volver y reconstruir sus viviendas al
cortar las indemnizaciones que venían percibiendo. Sin embargo, que
decenas de millones de personas fuesen invitadas a ver las Olimpiadas
de Tokio 2020, que ciertos juegos vayan a tener lugar en Fukushima,
muestra que el aumento de los casos de cáncer desde 2011 sigue
siendo ignorado tanto por el gobierno japonés como por los del resto
del mundo y las compañías que participan en los Juegos.
Y
ahora, ¿qué?
Hay quienes insisten en que la Rusia soviética fue la única perpetradora en todo el globo del desastre nuclear citando como única bibliografía la serie de la HBO e ignorando los datos que he aportado aquí. Esto demuestra la manipulación que se está llevando a cabo con esta cuestión. Hay ciertos colectivos pronucleares que aprovechan que el accidente de Chernóbil tuviera lugar en 1986 para presentar el accidente a las generaciones futuras como producto del comunismo, hoy mayormente extinto. Aunque se hayan cerrado varias centrales nucleares en Europa tras el desastre de Fukushima, hay quienes insisten en que la energía nuclear no emite gases de efecto invernadero. Incluso desde la industria se exige a la activista Greta Thunberg que defienda su modelo de negocios mientras esta presiona a los principales gobiernos del mundo para que confronten la crisis climática.
Traducción
de Raúl Sánchez Saura.
Fuente:
Pinar Demircan, ¿Por qué ha triunfado este año una serie sobre Chernóbil?, 16 septiembre 2019, El Salto Diario. Consultado 19 septiembre 2019.
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