La
científica Jackie King creó por primera vez modelos que permitían
predecir cómo afectaban los cambios a un sistema fluvial y a los que
dependen de él. Estuvo detrás de una de las leyes más
vanguardistas en defensa de la biodiversidad.
por
Patricia Peiró
A
Jackie King le dieron el mar y eligió los ríos. Esta bióloga
inglesa fue pionera en su modo de estudiar ecosistemas fluviales y
cómo les afectan los cambios. Su voz en la materia es tan
importante, que fue decisiva en que Mandela aprobara en Sudáfrica en 1998 una de las leyes de protección de agua más vanguardistas y en
la que luego se han fijado muchos otros países. Y todo eso
dedicándose a la investigación a tiempo completo desde los 46 años.
"En ocho años hice mi tesis y tuve a mis dos hijos, no es el
modo ideal de estudiar, pero así lo hice", recuerda con una
sonrisa.
Con
76, acaba de recibir en Estocolmo el conocido como Nobel del Agua, el
premio más prestigioso en este sector, durante la Semana Mundial del Agua. "Con los 15.000 dólares podría comprarme unos zapatos,
pero creo que este dinero pertenece a África", bromea. En los
ochenta se mudó de Reino Unido a Ciudad del Cabo (Sudáfrica) por el
trabajo de su pareja, y allí fue donde esta bióloga desarrolló su
devoción por los ríos. “Por aquel entonces ya estaba casada y
tenía una hijastra. La mayoría de los biólogos allí eran marinos,
pero yo me di cuenta de que aquello no era lo mío”. Por eso,
cuando le dieron a elegir entre tres posibles temas para su
doctorado, dos relacionados con los océanos y uno con el agua dulce,
escogió esta última opción. “Por el trabajo de mi marido, no
sabía si me iba a tener que mudar en cualquier momento y alejarme
del mar, pero pensé que siempre tendría agua dulce allá donde
fuera”, explica sin grandilocuencia.
Y
así fue como se dedicó a estudiar cómo vivía el pato negro
alrededor de un pequeño río sudafricano. "Cuando mis hijos
empezaron a ir al colegio todo el día, pedí financiación para
trabajar en una investigación a tiempo completo. Comencé a intentar
responder esta pregunta: ¿cuánta agua necesitan los ríos?".
Con las respuestas que fue encontrando en su carrera creó un modelo
único de gestión de ríos que pone al mismo nivel el beneficio
económico y el impacto medioambiental. King ha asesorado a gobiernos
y jefes de proyecto en más de 20 países: Vietnam, Tanzania, Costa
Rica, Angola... “Nuestro trabajo consiste en mostrar que si cambias
esto o lo otro en el curso del río, esto es lo que le pasará al
ecosistema y a la gente que depende de él. Es lo que tratamos de
transmitir de la forma más amable posible a los que toman las
decisiones o financian proyectos”, detalla.
Investigar
en pleno 'apartheid'
King
demostró que biólogos, ingenieros, sociólogos, veterinarios y
expertos en salud pública deben trabajar juntos en el estudio de un
río. Esto no fue tan fácil en Sudáfrica en pleno apartheid (que
duró hasta 1992). "En ese momento, las comunidades blanca y
negra estaban separadas, no sabíamos nada del vecino. ¡Mezclarse
estaba prohibido por la ley! Yo dije que teníamos que hablar con los
que viven alrededor de los cauces incluirles en el proceso. Así fue
cómo pasamos de investigaciones para salvar una especie en concreto
a analizar todo el escenario, a entender cuánta agua necesita un río
para estar sano", resume. Aprendió con tanto detalle el
lenguaje fluvial que hoy recuerda con desparpajo que dejó
impresionados a unos ingenieros en Taiwan cuando con solo ver una
piedra en un cauce adivinó que río arriba había una presa.
A
su lado, en muchas de estas tareas ha estado Cate, a la que conoció
cuando supervisó su tesis y que lleva con ella más de 25 años.
Juntas recuerdan algunos de los trabajos de los que se sienten más
orgullosas. Como cuando lograron el primer reconocimiento en el mundo
por parte de un país de ser responsable de la disminución en la
calidad de un río y acordó compensar a las comunidades que
dependían de él. Ocurrió en Lesotho en 1997. “Cuando consigues
llegar al nivel en el que se toman las decisiones, que un político
tenga en cuenta los aspectos medioambientales al mismo nivel que los
económicos o técnicos es cuando logras el objetivo”, puntualiza
King. Una de sus últimas misiones ha sido la de poner de acuerdo a
Angola, Namibia y Botsuana en cómo gestionar el Okavango. "Aún
no sabemos qué decisión van a tomar, pero que los políticos se
hayan molestado en poner esto encima de la mesa es buena señal, ¿no
crees?".
Como
mujer y bióloga admite que tuvo que enfrentarse al menosprecio en
muchas ocasiones. Una piedra que apartó de su camino con mucha
inteligencia. "Casi todos los ingenieros eran hombres, y muchas
de las biólogas, mujeres. Además, estábamos tratando de entrar en
un mundo en el que no éramos muy bien recibidas. Así que mi
estrategia fue hacer mi trabajo tan bien, que no pudieran ignorarme.
Aprendimos el idioma de los ingenieros, sus gráficos, sus sistemas
de análisis, recopilamos datos y cifras y les hablamos en un idioma
que entendían. Eso nos hizo obtener mejores resultados", cuenta
con naturalidad. Con el paso de los años, King ha visto cómo el
número de ingenieras va aumentando y las diferencias se liman:
"Durante toda mi vida, he seguido encontrando personas que me
trivializan y que son groseras conmigo, pero hay muchos, muchos,
muchos más que me escuchan y trabajan conmigo".
La
ciudad en la que vive ha pasado por momentos críticos de escasez de
agua en los últimos tiempos. Ciudad del Cabo ha vivido racionamiento del agua y durante un tiempo se temió que verdaderamente pudiese
acabar con sus reservas. Tal y como relató en la sesión inaugural
de la Semana del Agua en Estocolmo, “fue duro, pero creo de verdad
que sirvió para cambiar la mentalidad del país y que ahora hemos
aprendido a valorar más este recurso”. La paradoja de que se
junten en un mismo país la sequía y la matriarca de los ríos.
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Fuente:
Patricia Peiró, La bióloga que obligó a los políticos a proteger los ríos, 10 septiembre 2019, El País. Consultado 13 septiembre 2019.
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