martes, 5 de febrero de 2019

Lago San Roque: elogio a la estulticia

Así estaba el lago San Roque en enero de 2018. Foto: Daniel Cáceres

por Daniel Díaz Romero
Sala de Prensa Ambiental

Cuenta la historia que, mucho tiempo antes que el paredón del dique San Roque siquiera fuese imaginado, en lejanas latitudes existía el Mar de los Sargazos, un sitio que se había convertido en el terror de los tripulantes de barcos españoles y portugueses del siglo XV.

Aquel mar, era llamado así por sus infinitas superficies cubiertas de “bosques de algas superficiales” denominadas sargazos, en donde quedaban atrapadas las embarcaciones que finalmente, terminaban desapareciendo de las rutas marítimas y dando origen a leyendas de barcos fantasma.

Apartados de aquel legendario mar, en otro tiempo y espacio, los cordobeses padecemos desde hace 4 décadas nuestro propio “Mar de los Sargazos”, un lago atestado de algas que produce un penoso doble naufragio: se trata de la esperanza, siempre fallida, de contar con un espejo de agua saludable que se transforme en el principal atractivo paisajístico de Villa Carlos Paz, ciudad que resulta ser el segundo centro turístico más importante de la Argentina.

El otro naufragio es el del abastecimiento de agua potable para 2 millones de habitantes del área metropolitana de Córdoba, la segunda mayor aglomeración de población que hay en el país.

Toda cloaca es política

Al lago San Roque le pasa lo peor que le podía pasar: lo transformaron en un insalubre botín de campaña. A decir verdad, no le pasa al desdichado lago, sino a los ciudadanos carlospacenses, cordobeses, y a gran parte de los vecinos de Sierras Chicas que consumen sus aguas pestilentes.

En estos días, mientras la degradación del espejo de agua no se detiene, circulan candidatos que, atraídos por las marquesinas de verano realizan puestas en escena que terminan siendo sainetes en donde muestran vasos del líquido contaminado; horrorizados y con muecas electorales.

Una situación límite que, desde hace 4 décadas, viene encubierta con promesas de saneamiento y medidas –algunas disparatadas- que cada tanto se ofrecen para la tribuna: desde sembrar tarariras -que terminaron atacando a los bañistas-, enviar empleados públicos con paletas de piscinas a recoger algas, anunciar que el gobierno japonés compraría los barros del lecho del lago a cambio de drenarlo, y la última excéntrica acción de colocar redes acuáticas para que las algas no invadan el circuito turístico calospacense.

Medidas insólitas que, por lógica, se fueron diluyendo rápidamente.

Mientras tanto, el gobierno provincial está ocupado construyendo un fastuoso puente sobre el espejo de agua infestado de bacterias que ponen en riesgo la salud de la población. De tanto en tanto, sus obreros caen como hojas víctimas de accidentes desde decenas de metros de altura a medida que avanza la obra, perfilando aquellas imágenes del antiguo Egipto que ilustran esclavos cayendo al vacío mientras edificaban las pirámides. La diferencia es que aquí caen sumergidos en el “mar de los sargazos” cuya situación ha llegado al punto extremo de que el propio gobierno, acorralado por su inoperancia, tuvo que recurrir a la prohibición del ingreso de bañistas al lago; peor aún: los funcionarios se vieron obligados a colocar carteles con alertas que advierten acerca de la peligrosidad del contacto de la piel con al agua del embalse.

En este triste panorama, en las últimas semanas, vecinos autoconvocados se reúnen para exigir soluciones a las autoridades municipales y provinciales, presentando una vez más, acciones judiciales sobre el caso.

Promesas sobre el bidet

Villa Carlos Paz, los municipios y comunas satélites del sur de Punilla se proveen de agua producida en las alturas de las sierras. Cadenas serranas azotadas por incendios forestales recurrentes y cuyas cenizas van a parar al lago, también. Y en el corazón de esas serranías, un yacimiento abandonado de uranio que filtra sus desperdicios a lechos de arroyos y ríos de la región que nutren al San Roque.

En el medio de esta situación, la municipalidad de Villa Carlos Paz desata una batalla política sin cuartel para quedarse con el servicio de agua potable en la región y, a decir verdad, se muestra obsesionada por hacerse del negocio -donde el agua es vista como mercancía- haciendo denuncias estridentes mientras se prueban trajes de candidaturas y el sistema de cloacas, vital para detener el avance del deterioro, no termina de plasmarse.

Este mar de los sargazos mediterráneo va creciendo, día a día, frente a la miopía de funcionarios intoxicados de desidia que hicieron que el lago se haya convertido en un foco infeccioso de 16 km2, nauseabundo y contaminado, que representa el mayor acto de indiferencia y desprecio por la calidad de vida de los cordobeses: 2 millones de personas embarcadas y navegando a la deriva en este mar de los sargazos.

Fuente:
Daniel Díaz Romero, Lago San Roque: elogio a la estulticia, 31/01/19, Sala de Prensa Ambiental. Consultado 05/02/19.

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