Así estaba el lago San Roque en enero de 2018. Foto: Daniel Cáceres |
por Daniel Díaz
Romero
Sala de Prensa Ambiental
Cuenta la
historia que, mucho tiempo antes que el paredón del dique San Roque
siquiera fuese imaginado, en lejanas latitudes existía el Mar de los
Sargazos, un sitio que se había convertido en el terror de los
tripulantes de barcos españoles y portugueses del siglo XV.
Aquel mar, era
llamado así por sus infinitas superficies cubiertas de “bosques de
algas superficiales” denominadas sargazos, en donde quedaban
atrapadas las embarcaciones que finalmente, terminaban desapareciendo
de las rutas marítimas y dando origen a leyendas de barcos fantasma.
Apartados de
aquel legendario mar, en otro tiempo y espacio, los cordobeses
padecemos desde hace 4 décadas nuestro propio “Mar de los
Sargazos”, un lago atestado de algas que produce un penoso doble
naufragio: se trata de la esperanza, siempre fallida, de contar con
un espejo de agua saludable que se transforme en el principal
atractivo paisajístico de Villa Carlos Paz, ciudad que resulta ser
el segundo centro turístico más importante de la Argentina.
El otro naufragio
es el del abastecimiento de agua potable para 2 millones de
habitantes del área metropolitana de Córdoba, la segunda mayor
aglomeración de población que hay en el país.
Toda cloaca es
política
Al lago San Roque
le pasa lo peor que le podía pasar: lo transformaron en un insalubre
botín de campaña. A decir verdad, no le pasa al desdichado lago,
sino a los ciudadanos carlospacenses, cordobeses, y a gran parte de
los vecinos de Sierras Chicas que consumen sus aguas pestilentes.
En estos días,
mientras la degradación del espejo de agua no se detiene, circulan
candidatos que, atraídos por las marquesinas de verano realizan
puestas en escena que terminan siendo sainetes en donde muestran
vasos del líquido contaminado; horrorizados y con muecas
electorales.
Una situación
límite que, desde hace 4 décadas, viene encubierta con promesas de
saneamiento y medidas –algunas disparatadas- que cada tanto se
ofrecen para la tribuna: desde sembrar tarariras -que terminaron
atacando a los bañistas-, enviar empleados públicos con paletas de
piscinas a recoger algas, anunciar que el gobierno japonés compraría
los barros del lecho del lago a cambio de drenarlo, y la última
excéntrica acción de colocar redes acuáticas para que las algas no
invadan el circuito turístico calospacense.
Medidas insólitas
que, por lógica, se fueron diluyendo rápidamente.
Mientras tanto,
el gobierno provincial está ocupado construyendo un fastuoso puente
sobre el espejo de agua infestado de bacterias que ponen en riesgo la
salud de la población. De tanto en tanto, sus obreros caen como
hojas víctimas de accidentes desde decenas de metros de altura a
medida que avanza la obra, perfilando aquellas imágenes del antiguo
Egipto que ilustran esclavos cayendo al vacío mientras edificaban
las pirámides. La diferencia es que aquí caen sumergidos en el “mar
de los sargazos” cuya situación ha llegado al punto extremo de que
el propio gobierno, acorralado por su inoperancia, tuvo que recurrir
a la prohibición del ingreso de bañistas al lago; peor aún: los
funcionarios se vieron obligados a colocar carteles con alertas que
advierten acerca de la peligrosidad del contacto de la piel con al
agua del embalse.
En este triste
panorama, en las últimas semanas, vecinos autoconvocados se reúnen
para exigir soluciones a las autoridades municipales y provinciales,
presentando una vez más, acciones judiciales sobre el caso.
Promesas sobre el
bidet
Villa Carlos Paz,
los municipios y comunas satélites del sur de Punilla se proveen de
agua producida en las alturas de las sierras. Cadenas serranas
azotadas por incendios forestales recurrentes y cuyas cenizas van a
parar al lago, también. Y en el corazón de esas serranías, un
yacimiento abandonado de uranio que filtra sus desperdicios a lechos
de arroyos y ríos de la región que nutren al San Roque.
En el medio de
esta situación, la municipalidad de Villa Carlos Paz desata una
batalla política sin cuartel para quedarse con el servicio de agua
potable en la región y, a decir verdad, se muestra obsesionada por
hacerse del negocio -donde el agua es vista como mercancía- haciendo
denuncias estridentes mientras se prueban trajes de candidaturas y el
sistema de cloacas, vital para detener el avance del deterioro, no
termina de plasmarse.
Este mar de los
sargazos mediterráneo va creciendo, día a día, frente a la miopía
de funcionarios intoxicados de desidia que hicieron que el lago se
haya convertido en un foco infeccioso de 16 km2, nauseabundo y
contaminado, que representa el mayor acto de indiferencia y desprecio
por la calidad de vida de los cordobeses: 2 millones de personas
embarcadas y navegando a la deriva en este mar de los sargazos.
Fuente:
Daniel Díaz Romero, Lago San Roque: elogio a la estulticia, 31/01/19, Sala de Prensa Ambiental. Consultado 05/02/19.
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