Indígenas de las
llanuras y conservacionistas han comenzado el lento y minucioso
proceso de reintroducción del bisonte salvaje en tierras y reservas
públicas.
por Enrique Gili
El bisonte
americano es una criatura impresionante. Cubierto de un grueso pelaje
de color marrón oscuro, el enorme bovino puede llegar a medir más
de dos metros de largo y pesar más de una tonelada. Durante un
tiempo hubo más de 60 millones de ejemplares pastando sobre las
grandes llanuras de América del Norte, desde el Ártico de Alaska
hasta el Golfo de México.
No es de extrañar
que el bisonte americano fuera una parte esencial del entorno y de
vital importancia para la supervivencia de muchos pueblos nativos
americanos que vivían junto a ellos. Pero todo eso cambió durante
el siglo XIX, cuando los colonos europeos cazaron y sacrificaron
sistemáticamente las enormes manadas, aniquilando casi por completo
a la especie. En 1889, solo quedaban 541 bisontes.
"Prácticamente
aniquilamos el bisonte. En gran parte debido a la expansión
territorial de los colonos hacia el oeste y a las atrocidades
cometidas contra los nativos americanos”, explica Chamois Andersen,
portavoz de la organización conservacionista Defenders of Wildlife
(Defensores de la Vida Silvestre).
Ahora los
descendientes de esos nativos americanos, también conocidos como
indios, están ayudando a reintroducir este símbolo del oeste
americano, dando a los animales un nuevo hogar en las reservas indias
de las llanuras de América.
Una conexión
duradera
Jason Baldes de
la tribu Shoshone Oriental es uno de ellos. También dirige el Wind
River Advocacy Center en Fort Washaki, Wyoming. La vida de sus
antepasados estaba estrechamente ligada a estos grandes mamíferos.
"En lugar de
comprar en el centro comercial, el "búfalo" era nuestro
Walmart”, cuenta Baldes, refiriéndose a la gigantesca cadena de
hipermercados estadounidense. Los indios de las llanuras dependían
de cada parte del animal para sobrevivir, desde la comida hasta la
ropa y el refugio. Baldes cree que la pérdida de las manadas de
bisontes fue casi tan devastadora para su pueblo como la reubicación
forzada de las tribus en reservas por el gobierno de Estados Unidos.
"Su regreso es una bendición”, subraya.
Desde finales del
siglo XIX, la población de bisontes en los Estados Unidos se ha
recuperado lentamente hasta alcanzar unos 500.000. Hoy en día, la
mayoría de los ejemplares viven en parques nacionales y unas pocas
áreas protegidas, de lo contrario casi no hay alternativas para
ellos.
Al devolverlos a
las tierras de los pueblos nativos, los animales tienen la
oportunidad de expandir de nuevo su hábitat. Aunque para Baldes,
estos esfuerzos no se limitan a la conservación de especies, sino
que también ofrecen a los nativos americanos la oportunidad de
volver a conectarse con una forma de vida que se extinguió hace más
de un siglo.
Baldes está a
cargo de los esfuerzos de recuperación del bisonte en la Reserva
Wind River. Su tarea es el bienestar diario de una pequeña manada de
bisontes salvajes en 121 hectáreas de pastos en el corazón de la
reserva de 970.000 hectáreas (2,4 millones de acres).
Comenzó en 2006
con diez bisontes y su rebaño ha crecido desde entonces a 28
animales. El objetivo a largo plazo es crear un hábitat sostenible
para un rebaño mucho más grande en un área de 160.000 hectáreas
(400.000 acres) de tierra adecuada, tratando el bisonte como una
especie silvestre en lugar de como ganado. Al igual que ocurre con el
alce, el oso pardo, el lobo y otras especies icónicas que atraen a
cazadores y excursionistas a los parques nacionales del oeste
americano.
Bisonte versus
Estados Unidos
El pequeño
rebaño de Baldes desciende de búfalos salvajes, genéticamente
puros, que fueron rescatados de la extinción en el Parque Nacional
de Yellowstone. En la actualidad viven allí unos 3.000 ejemplares,
pero una parte del rebaño se sacrifica cada año para mantener la
población estable y evitar el sobrepastoreo. A modo de comparación,
alrededor de 20.000 búfalos viven en más de 400.000 hectáreas (un
millón de acres) de tierra tribal en todo Estados Unidos, donde se
cuidan para fines ceremoniales, alimentarios y de conservación. Pero
Baldes reconoce que llegar a este punto ha sido una larga lucha. "Hay
poderosos intereses ganaderos en Montana, Idaho y Wyoming que se
oponen a los esfuerzos de recuperación del búfalo”, afirma.
Los bisontes
salvajes a veces son portadores de la brucelosis bovina. El bisonte
contrajo la enfermedad infecciosa después de entrar en contacto con
ganado doméstico importado. Pero aunque ha sido erradicada en gran
medida entre el ganado, aún persiste entre algunos ejemplares
salvajes. Aunque la enfermedad solo parece tener un impacto marginal
en los animales salvajes, puede ser devastadora para las poblaciones
de ganado doméstico.
En su lucha, los
activistas por los derechos de los animales han llegado incluso a
demandar a las agencias gubernamentales para evitar la matanza de la
población de búfalos residentes en el Parque Nacional de
Yellowstone. Si los animales se alejan del parque, han insistido en
que sean reubicados en otras reservas de búfalos después de haber
sido puestos en cuarentena y considerados sanos.
Estos pasos
legales han dado como resultado la transferencia exitosa de los
bisontes de Yellowstone a las reservas Fort Belknap y Fork Peck en
Montana. Además, la Administración del Parque Yellowstone anunció
en 2018 que se crearía un nuevo programa para capturar y poner en
cuarentena a los bisontes excedentes con el fin de establecer rebaños
libres de enfermedades en todo el país y salvar un hábitat en
desaparición.
Un retorno
simbólico
En el siglo XIX
había unos 690.000 kilómetros cuadrados (170 millones de acres) de
pastizales en las grandes llanuras, de los cuales solo un cuatro por
ciento permanece intacto. "Es realmente un ecosistema
amenazado”, señala Andersen de Defenders of Wildlife. Los
conservacionistas esperan devolver el bisonte al menos a parte de ese
territorio original.
Para ellos, el
simbolismo y significado de la conservación del bisonte es
importante porque su presencia no solo evoca el recuerdo de un pasado
lejano, sino que literalmente da forma al paisaje. Los animales que
comen pasto y arrastran barro también crean hábitats para otras
especies nativas como los perros de las praderas. Sus pelajes peludos
distribuyen las semillas de las plantas nativas y sus copiosas
cantidades de orina y heces aseguran que los pastizales estén bien
fertilizados.
Si todo va bien,
los conservacionistas esperan que el bisonte restaure el equilibrio
de un ecosistema maltratado, donde puedan retomar su papel como
regulador de las llanuras. "El bisonte evolucionó con las
praderas y las praderas evolucionaron con el bisonte”, dice
Andersen. Y concluye: "es una relación increíblemente
simbiótica”.
Fuente:
Enrique Gili, Indígenas de las llanuras estadounidenses reintroducen bisontes, 08/01/19, Deutsche Welle. Consultado 10/01/19.
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