Campo de silos con combustible nuclear gastado de la Central Nuclear Embalse. Foto: Autoridad Regulatoria Nuclear. |
El uso de la energía nuclear para generar electricidad durante las últimas seis décadas ha provocado una crisis de residuos radiactivos que por el momento no tiene solución.
Greenpeace ha
presentado esta mañana el informe internacional titulado La crisis global de los residuos nucleares (1), en el que distintos expertos en
residuos radiactivos elaboraron una visión de conjunto sobre la
situación actual de los residuos nucleares en el mundo. Mientras la
industria nuclear sigue esforzándose por competir en el mercado
energético mundial en constante y rápida evolución, el legado
tóxico de décadas de funcionamiento de los reactores nucleares (así
como de todos los residuos que continúan produciéndose para
respaldar esta industria) sigue estando en el centro de cualquier
debate sobre el futuro de esta energía . Un debate en el que también
se incluyen las decisiones sobre la eliminación gradual de los
reactores nucleares, dado que cada año que siguen funcionando se
continúan produciendo enormes cantidades de residuos nucleares en
todo el mundo.
Actualmente la
cantidad total de combustible gastado altamente radiactivo acumulado
en el mundo es de alrededor de un cuarto de millón de toneladas
distribuido en 14 países. El funcionamiento de los reactores
comerciales produce al año unas 12.000 toneladas de combustible
adicional gastado en todo el mundo. Uno de los motivos por los que la
vida útil de los reactores y las decisiones sobre la eliminación
gradual de las nucleares es tan importante es por la cantidad de
residuos nucleares de alta actividad que en algún momento el mundo
tendrá que gestionar.
“Toda industria
debe ser capaz de sufragar la gestión de los residuos que produce,
además de evitar que la población y el medio ambiente se vean
expuestos a graves riesgos. No puede haber excepciones, sobre todo en
lo referente a los residuos nucleares, algunos de los cuales son
extremadamente perjudiciales y peligrosos durante miles de años”,
ha declarado Raquel Montón, responsable de la campaña nuclear de
Greenpeace España.
Al igual que
ocurre con la financiación de los nuevos reactores nucleares, los
costes de la gestión y eventual disposición de los residuos
nucleares, incluido el combustible gastado, son siempre crecientes.
Lo que está claro es que ningún país ha realizado un cálculo
fiable de los costes totales que se derivarán de la gestión de los
residuos nucleares durante algunas décadas, no digamos siglos.
Muchos países carecen incluso de un cálculo de los costes actuales.
La enorme carga financiera futura terminará inevitablemente siendo
costeada por los contribuyentes.
Los residuos radiactivos
en Argentina
El informe de
Greenpeace se focalizó en la situación de los residuos nucleares en
Francia, Estados Unidos, Reino Unido, Japón, Bélgica, Suecia y
Finlandia. No obstante la problemática también se presenta en
Argentina. Tomemos por caso el legado radiactivo de la Central Nuclear Embalse: al 31 de diciembre de 2015 se inventariaron 140.761
elementos combustibles gastados, que incluyen 2.628 toneladas de
uranio natural y 9,6 toneladas de plutonio. Con las tareas de
extensión de vida se produjeron residuos provenientes del recambio
de los componentes críticos de la instalación, cuya cantidad fue
estimada en 1.190 toneladas de residuos sólidos radiactivos. Además,
en el primer ciclo de operación se generó una gran cantidad de
residuos de media y baja actividad (2).
Nucleoeléctrica
Argentina SA es la empresa estatal que opera las centrales
argentinas, en un documento de 2007 preveía la constitución de un
Fondo Fiduciario para la Gestión de Residuos de Media y Alta
Actividad de las Centrales Nucleares, además de Fondos Fiduciarios
destinados a financiar el retiro de servicio de las Centrales
Nucleares Atucha I, Embalse y Atucha II (3). Pero los fondos nunca
fueron constituidos, uno de los gerentes de la Comisión Nacional de
Energía Atómica (CNEA), Enrique Cinat, señaló en 2015 que dichos
fondos habían sido previstos en la legislación cuando se pensaba
privatizar la centrales nucleares "en virtud del principio de
unidad de acción y patrimonial del estado, y en la medida que las
centrales nucleares continúen en la órbita estatal, el
financiamiento dependerá del presupuesto otorgado a la CNEA"
(4). Solo para que conste, decomisar un reactor modelo CANDU 6 como
el de Embalse, tiene un costo de 1.800 millones de dólares.
Los plazos de
tiempo necesarios para evitar de forma segura que los residuos
nucleares se propaguen al medio ambiente, incluidos los posibles
impactos radiológicos sobre la futura sociedad humana, se prolongan
durante siglos y cientos de miles de años en el futuro.
En este sentido,
en cuanto al combustible gastado existente, la opción menos
perjudicial en las próximas décadas seguirá siendo el
almacenamiento temporal cerca de la superficie, en superficie o en
seco, ya que deja abiertas todas las puertas para las generaciones
futuras y hace posible vigilar los residuos con relativa facilidad.
Sin embargo, no aporta ninguna solución para los dilatados plazos
necesarios.
Enterrar dichos
desechos de forma totalmente irreversible en las profundidades del
subsuelo, sin esperar a poder cambiar de estrategia, supone imponer a
las generaciones futuras un problema de contaminación del subsuelo
que descubrirán y tendrán que padecer, sin poder prácticamente
solucionarlo.
Los especialistas
en residuos nucleares han identificado una serie de riesgos comunes
en los planes de disposición geológica profunda de los residuos
nucleares, tanto en la fase operativa (es decir, durante los primeros
cien años en los que se construye el repositorio subterráneo y se
llena de residuos) como a muy largo plazo. Entre ellos, figuran:
riesgo de incendio, por ejemplo, por explosión, fallo de los contenedores o emisiones de gases radiactivos al medio ambiente;
migración acuática y posibles inundaciones que afecten el sistema de contenedores y lleguen a contaminar el medio ambiente;
dificultades técnicas que pongan a prueba la solidez y resistencia a la corrosión de los contenedores;
gastos imprevistos y subidas de costes, que tendrían que afrontar las generaciones futuras;
la errónea idea de la capacidad de recuperación porque no es viable en esencia y, como mucho más allá de unas pocas generaciones,
los marcos temporales durante los cuales los residuos nucleares siguen suponiendo una amenaza, son ignorados y queda sin respuesta la cuestión de la inestabilidad social en las próximas décadas, siglos y milenios.
Además de los
residuos de alta actividad, existen millones de toneladas de otros
tipos de residuos, como relaves de la minería de uranio, que se
almacenan y vierten por todo el planeta y siguen siendo un gran
problema de salud ambiental, sobre todo para las comunidades locales.
En la provincia
de Córdoba, Argentina, encontramos la mina de uranio abandonada Los
Gigantes, al sur del Valle de Punilla, donde quedaron 2 millones 400
mil toneladas de residuos y 1 millón 600 mil toneladas de mineral
marginal y estéril; la obra incluyó 12 pilas de lixiviación
estática y una presa para evaporación de efluentes, que derramó
millones de litros de líquidos ácidos con trazas de uranio, radio y
radón, a la cuenca del río San Antonio, que desemboca en el lago
San Roque. Como así también la planta de Dioxitek, que producía el
dióxido de uranio para las centrales argentinas en el populoso
barrio de Alta Córdoba de la capital mediterránea, donde quedaron
enterradas unas 57.600 toneladas de residuos que conforman el
denominado "chichón".
Greenpeace
recuerda que es un peligroso sin sentido continuar promoviendo la
minería de uranio.
Notas
(1) Resumen del
informe en castellano aquí. informe completo en francés disponible
aquí (también en inglés)
Autores del informe. Se trata de expertos internacionales que cuentan con publicaciones en este tema y que han trabajado para otras partes implicadas además de Greenpeace. Greenpeace Francia les ha pedido que redacten este informe. Cada uno de ellos asume la responsabilidad en su competencia.
ROBERT ÁLVAREZ (autor de la parte sobre Estados Unidos) es investigador asociado del Instituto de Estudios Políticos en Washington DC. Alvarez trabajó como consejero superior de políticas en la secretaría del Departamento de Energía de Estados Unidos y como subsecretario de seguridad nacional y medio ambiente desde 1993 a 1999.
HIDEYUKI BAN (autor de la parte sobre Japón) es codirector del Centro de Información Nuclear para el Ciudadano en Tokio. Desde 2013 es miembro del Grupo de trabajo mixto sobre residuos radiactivos del Subcomité de Energía Nuclear del Ministerio de Economía, Comercio e Industria de Japón, Comité Asesor sobre Energía y Recursos Naturales.
MILES GOLDSTICK (autor de la parte sobre Suecia y Finlandia) ha trabajado desde 2008 en la Secretaría de Residuos Nucleares del Movimiento Medioambiental Sueco (Milkas). Lleva investigando y escribiendo sobre el ciclo del combustible nuclear desde mediados de los años 70. Es Doctor en Ecología y Protección del Medio Ambiente por la Universidad sueca de Estudios Agrícolas de Upsala, Suecia.
BERNARD LAPONCHE (autor de la parte sobre Francia) es ingeniero de la Escuela Politécnica de París, Doctor en Física de los Reactores Nucleares, Doctor en Economía Energética y ha trabajado en la Comisión Francesa de Energía Atómica (CEA) durante la década de los 60 y 70.
PETE ROCHE (autor de la parte sobre Reino Unido) es asesor de energía establecido en Edimburgo y asesor político de las Autoridades Locales para el desarme nuclear del Reino Unido y Escocia.
BERTRAND THUILLIER (autor de la parte sobre Bélgica) es agrónomo y profesor asociado de Polytech Lille en la Universidad Lille I. Fue uno de los primeros expertos independientes en poner de manifiesto en 2012 los puntos débiles del proyecto Cigeo en Francia. Todos los elementos que él expuso fueron recogidos en 2017 por el IRSN en su ‘Dossier d’Options de Sureté’ (Informe de Opciones de Seguridad)
(2) En el primer
ciclo de generación de la Central Nuclear Embalse se generaron las
siguientes cantidades de residuos radiactivos de mediana y baja
actividad: 4.178 tambores con residuos radiactivos sólidos
compactables; 92 contenedores chicos con residuos radiactivos no
compactables procesados; 120 metros cúbicos de residuos radiactivos
no compactables sin procesar; 229 metros cúbicos de resinas de
intercambio iónico contaminadas con material radiactivo; 100 filtros
mecánicos contaminados con material radiactivo almacenados en fosos
sin ningún tipo de caracterización y/o reprocesamiento hasta la
fecha. Las cantidades de residuos radiactivos fueron extraídas del:
Estudio de Impacto Ambiental del Proyecto de Extensión de Vida de la Central Nuclear Embalse, febrero 2016, Nucleoeléctrica Argentina SA.
También se consultó: Alvarez D. E., Lee Gonzalez H., Medici M. A.,
Piumetti E. H., Residuos Radiactivos estructurales en el "retubing/refurbishment" de la Central Nuclear Embalse-Perspectiva regulatoria, Autoridad Regulatoria Nuclear.
(3) El Decreto N.º
1390/98, reglamentario de la Ley Nacional de Actividad Nuclear N.º
24804 (Artículo N.º 28), prevé la constitución de un Fondo
Fiduciario para la Gestión de Residuos de Media y Alta Actividad de
las Centrales Nucleares (Tasa 1,8 %). El Decreto N.º 1390/98
Artículo N.º 27 prevé la constitución de Fondos Fiduciarios
destinados a financiar el retiro de servicio de las Centrales
Nucleares Atucha I, Embalse y Atucha II. En el Artículo N.º 30 se
fijan los montos anuales a aportar a dichos fondos: Atucha I u$s
2.609.057, Embalse u$s 1.057.725 y Atucha II u$s 851.194. Los valores
han sido pesificados 1 a 1.
(4) Nota del gerente de Área a/c Seguridad Nuclear y Ambiente de la CNEA, Enrique Cinat, con fecha 28 de julio de 2015, en respuesta a un pedido de
información de la senadora Nacional por Córdoba, Norma Morandini.
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