miércoles, 30 de enero de 2019

Greenpeace denuncia que ningún Estado ha logrado gestionar los residuos nucleares de forma segura

Campo de silos con combustible nuclear gastado de la Central Nuclear Embalse. Foto: Autoridad Regulatoria Nuclear.

El uso de la energía nuclear para generar electricidad durante las últimas seis décadas ha provocado una crisis de residuos radiactivos que por el momento no tiene solución.

Greenpeace ha presentado esta mañana el informe internacional titulado La crisis global de los residuos nucleares (1), en el que distintos expertos en residuos radiactivos elaboraron una visión de conjunto sobre la situación actual de los residuos nucleares en el mundo. Mientras la industria nuclear sigue esforzándose por competir en el mercado energético mundial en constante y rápida evolución, el legado tóxico de décadas de funcionamiento de los reactores nucleares (así como de todos los residuos que continúan produciéndose para respaldar esta industria) sigue estando en el centro de cualquier debate sobre el futuro de esta energía . Un debate en el que también se incluyen las decisiones sobre la eliminación gradual de los reactores nucleares, dado que cada año que siguen funcionando se continúan produciendo enormes cantidades de residuos nucleares en todo el mundo.

Actualmente la cantidad total de combustible gastado altamente radiactivo acumulado en el mundo es de alrededor de un cuarto de millón de toneladas distribuido en 14 países. El funcionamiento de los reactores comerciales produce al año unas 12.000 toneladas de combustible adicional gastado en todo el mundo. Uno de los motivos por los que la vida útil de los reactores y las decisiones sobre la eliminación gradual de las nucleares es tan importante es por la cantidad de residuos nucleares de alta actividad que en algún momento el mundo tendrá que gestionar.

Toda industria debe ser capaz de sufragar la gestión de los residuos que produce, además de evitar que la población y el medio ambiente se vean expuestos a graves riesgos. No puede haber excepciones, sobre todo en lo referente a los residuos nucleares, algunos de los cuales son extremadamente perjudiciales y peligrosos durante miles de años”, ha declarado Raquel Montón, responsable de la campaña nuclear de Greenpeace España.

Al igual que ocurre con la financiación de los nuevos reactores nucleares, los costes de la gestión y eventual disposición de los residuos nucleares, incluido el combustible gastado, son siempre crecientes. Lo que está claro es que ningún país ha realizado un cálculo fiable de los costes totales que se derivarán de la gestión de los residuos nucleares durante algunas décadas, no digamos siglos. Muchos países carecen incluso de un cálculo de los costes actuales. La enorme carga financiera futura terminará inevitablemente siendo costeada por los contribuyentes.

Los residuos radiactivos en Argentina

El informe de Greenpeace se focalizó en la situación de los residuos nucleares en Francia, Estados Unidos, Reino Unido, Japón, Bélgica, Suecia y Finlandia. No obstante la problemática también se presenta en Argentina. Tomemos por caso el legado radiactivo de la Central Nuclear Embalse: al 31 de diciembre de 2015 se inventariaron 140.761 elementos combustibles gastados, que incluyen 2.628 toneladas de uranio natural y 9,6 toneladas de plutonio. Con las tareas de extensión de vida se produjeron residuos provenientes del recambio de los componentes críticos de la instalación, cuya cantidad fue estimada en 1.190 toneladas de residuos sólidos radiactivos. Además, en el primer ciclo de operación se generó una gran cantidad de residuos de media y baja actividad (2).

Nucleoeléctrica Argentina SA es la empresa estatal que opera las centrales argentinas, en un documento de 2007 preveía la constitución de un Fondo Fiduciario para la Gestión de Residuos de Media y Alta Actividad de las Centrales Nucleares, además de Fondos Fiduciarios destinados a financiar el retiro de servicio de las Centrales Nucleares Atucha I, Embalse y Atucha II (3). Pero los fondos nunca fueron constituidos, uno de los gerentes de la Comisión Nacional de Energía Atómica (CNEA), Enrique Cinat, señaló en 2015 que dichos fondos habían sido previstos en la legislación cuando se pensaba privatizar la centrales nucleares "en virtud del principio de unidad de acción y patrimonial del estado, y en la medida que las centrales nucleares continúen en la órbita estatal, el financiamiento dependerá del presupuesto otorgado a la CNEA" (4). Solo para que conste, decomisar un reactor modelo CANDU 6 como el de Embalse, tiene un costo de 1.800 millones de dólares.

Los plazos de tiempo necesarios para evitar de forma segura que los residuos nucleares se propaguen al medio ambiente, incluidos los posibles impactos radiológicos sobre la futura sociedad humana, se prolongan durante siglos y cientos de miles de años en el futuro.

En este sentido, en cuanto al combustible gastado existente, la opción menos perjudicial en las próximas décadas seguirá siendo el almacenamiento temporal cerca de la superficie, en superficie o en seco, ya que deja abiertas todas las puertas para las generaciones futuras y hace posible vigilar los residuos con relativa facilidad. Sin embargo, no aporta ninguna solución para los dilatados plazos necesarios.

Enterrar dichos desechos de forma totalmente irreversible en las profundidades del subsuelo, sin esperar a poder cambiar de estrategia, supone imponer a las generaciones futuras un problema de contaminación del subsuelo que descubrirán y tendrán que padecer, sin poder prácticamente solucionarlo.

Los especialistas en residuos nucleares han identificado una serie de riesgos comunes en los planes de disposición geológica profunda de los residuos nucleares, tanto en la fase operativa (es decir, durante los primeros cien años en los que se construye el repositorio subterráneo y se llena de residuos) como a muy largo plazo. Entre ellos, figuran:
riesgo de incendio, por ejemplo, por explosión, fallo de los contenedores o emisiones de gases radiactivos al medio ambiente;
migración acuática y posibles inundaciones que afecten el sistema de contenedores y lleguen a contaminar el medio ambiente;
dificultades técnicas que pongan a prueba la solidez y resistencia a la corrosión de los contenedores;
gastos imprevistos y subidas de costes, que tendrían que afrontar las generaciones futuras;
la errónea idea de la capacidad de recuperación porque no es viable en esencia y, como mucho más allá de unas pocas generaciones,
los marcos temporales durante los cuales los residuos nucleares siguen suponiendo una amenaza, son ignorados y queda sin respuesta la cuestión de la inestabilidad social en las próximas décadas, siglos y milenios.
Además de los residuos de alta actividad, existen millones de toneladas de otros tipos de residuos, como relaves de la minería de uranio, que se almacenan y vierten por todo el planeta y siguen siendo un gran problema de salud ambiental, sobre todo para las comunidades locales.

En la provincia de Córdoba, Argentina, encontramos la mina de uranio abandonada Los Gigantes, al sur del Valle de Punilla, donde quedaron 2 millones 400 mil toneladas de residuos y 1 millón 600 mil toneladas de mineral marginal y estéril; la obra incluyó 12 pilas de lixiviación estática y una presa para evaporación de efluentes, que derramó millones de litros de líquidos ácidos con trazas de uranio, radio y radón, a la cuenca del río San Antonio, que desemboca en el lago San Roque. Como así también la planta de Dioxitek, que producía el dióxido de uranio para las centrales argentinas en el populoso barrio de Alta Córdoba de la capital mediterránea, donde quedaron enterradas unas 57.600 toneladas de residuos que conforman el denominado "chichón".

Greenpeace recuerda que es un peligroso sin sentido continuar promoviendo la minería de uranio.

Notas

(1) Resumen del informe en castellano aquí. informe completo en francés disponible aquí (también en inglés)
Autores del informe. Se trata de expertos internacionales que cuentan con publicaciones en este tema y que han trabajado para otras partes implicadas además de Greenpeace. Greenpeace Francia les ha pedido que redacten este informe. Cada uno de ellos asume la responsabilidad en su competencia.
ROBERT ÁLVAREZ (autor de la parte sobre Estados Unidos) es investigador asociado del Instituto de Estudios Políticos en Washington DC. Alvarez trabajó como consejero superior de políticas en la secretaría del Departamento de Energía de Estados Unidos y como subsecretario de seguridad nacional y medio ambiente desde 1993 a 1999.
HIDEYUKI BAN (autor de la parte sobre Japón) es codirector del Centro de Información Nuclear para el Ciudadano en Tokio. Desde 2013 es miembro del Grupo de trabajo mixto sobre residuos radiactivos del Subcomité de Energía Nuclear del Ministerio de Economía, Comercio e Industria de Japón, Comité Asesor sobre Energía y Recursos Naturales.
MILES GOLDSTICK (autor de la parte sobre Suecia y Finlandia) ha trabajado desde 2008 en la Secretaría de Residuos Nucleares del Movimiento Medioambiental Sueco (Milkas). Lleva investigando y escribiendo sobre el ciclo del combustible nuclear desde mediados de los años 70. Es Doctor en Ecología y Protección del Medio Ambiente por la Universidad sueca de Estudios Agrícolas de Upsala, Suecia.
BERNARD LAPONCHE (autor de la parte sobre Francia) es ingeniero de la Escuela Politécnica de París, Doctor en Física de los Reactores Nucleares, Doctor en Economía Energética y ha trabajado en la Comisión Francesa de Energía Atómica (CEA) durante la década de los 60 y 70.
PETE ROCHE (autor de la parte sobre Reino Unido) es asesor de energía establecido en Edimburgo y asesor político de las Autoridades Locales para el desarme nuclear del Reino Unido y Escocia.
BERTRAND THUILLIER (autor de la parte sobre Bélgica) es agrónomo y profesor asociado de Polytech Lille en la Universidad Lille I. Fue uno de los primeros expertos independientes en poner de manifiesto en 2012 los puntos débiles del proyecto Cigeo en Francia. Todos los elementos que él expuso fueron recogidos en 2017 por el IRSN en su ‘Dossier d’Options de Sureté’ (Informe de Opciones de Seguridad)
(2) En el primer ciclo de generación de la Central Nuclear Embalse se generaron las siguientes cantidades de residuos radiactivos de mediana y baja actividad: 4.178 tambores con residuos radiactivos sólidos compactables; 92 contenedores chicos con residuos radiactivos no compactables procesados; 120 metros cúbicos de residuos radiactivos no compactables sin procesar; 229 metros cúbicos de resinas de intercambio iónico contaminadas con material radiactivo; 100 filtros mecánicos contaminados con material radiactivo almacenados en fosos sin ningún tipo de caracterización y/o reprocesamiento hasta la fecha. Las cantidades de residuos radiactivos fueron extraídas del: Estudio de Impacto Ambiental del Proyecto de Extensión de Vida de la Central Nuclear Embalse, febrero 2016, Nucleoeléctrica Argentina SA. También se consultó: Alvarez D. E., Lee Gonzalez H., Medici M. A., Piumetti E. H., Residuos Radiactivos estructurales en el "retubing/refurbishment" de la Central Nuclear Embalse-Perspectiva regulatoria, Autoridad Regulatoria Nuclear.

(3) El Decreto N.º 1390/98, reglamentario de la Ley Nacional de Actividad Nuclear N.º 24804 (Artículo N.º 28), prevé la constitución de un Fondo Fiduciario para la Gestión de Residuos de Media y Alta Actividad de las Centrales Nucleares (Tasa 1,8 %). El Decreto N.º 1390/98 Artículo N.º 27 prevé la constitución de Fondos Fiduciarios destinados a financiar el retiro de servicio de las Centrales Nucleares Atucha I, Embalse y Atucha II. En el Artículo N.º 30 se fijan los montos anuales a aportar a dichos fondos: Atucha I u$s 2.609.057, Embalse u$s 1.057.725 y Atucha II u$s 851.194. Los valores han sido pesificados 1 a 1.

(4) Nota del gerente de Área a/c Seguridad Nuclear y Ambiente de la CNEA, Enrique Cinat, con fecha 28 de julio de 2015, en respuesta a un pedido de información de la senadora Nacional por Córdoba, Norma Morandini.

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