La pequeña Sadako Sasaki se convirtió en un símbolo de reclamo por la paz. Tras su muerte prematura, las heridas de la guerra se recuerdan cada agosto. Foto: National Geographic. |
Sadako Sasaki, al
igual que otras infantes como Anna Frank y Tanya Savicheva, sufrió
la guerra desde el corazón. Su historia se recuerda con fuerza cada
6 de agosto, día que se lanzó la bomba atómica en Hiroshima.
por Jorge Arturo
Mora
Uno de los
últimos días de diciembre de 1954, Sadako Sasaki corría como
nunca. Era una niña rápida, con 11 años de edad que en sus piernas
reflejaban el atletismo de un profesional, según recordaría su
madre, Fujiko Sasaki, muchísimos años después.
Corría y corría
en una pista de Hiroshima, la ciudad japonesa que trataba de
levantarse de la bomba atómica que la destrozó diez años antes.
Sadako corría
con fuerza hasta que paró de emergencia. A lo lejos, su madre se
extrañó por la pausa repentina.
La infante
comenzó a sentir algo incómodo en su cuello que no la dejaba
concentrarse. Debajo de su amarrado cabello, en la delgada piel
infantil, una inflamación ligera en altura pero poderosa en dolor
empezaba a esparcirse.
Su madre se
acercó hasta ella y reconoció una hinchazón poco habitual en su
piel. No era el rojizo característico de una comezón sino una
especie de acumulación carnosa que se estaba formando. La
preocupación en la cara de la madre fue ineludible.
La niña, con su
delgado cuerpo, decidió dejar de correr por ese día, y, sin
saberlo, para siempre. Fue la última vez que corrió libremente. Fue
la última vez que pudo sentir el mundo con otro tacto.
Su historia, que
se ha convertido en una versión japonesa de difíciles dramas
infantiles como los de Anna Frank y Tanya Savicheva, empezó ese día
hasta calarse en los anales de la humanidad. La niña de Hiroshima
sembró un relato difícil de olvidar.
Sobrevivir
eternamente
Sadako nació en
la mítica ciudad de Hiroshima, aquella que el 6 de agosto de 1945
fue el escenario de una nube en forma de hongo que cabó con más de
166 mil personas.
En medio de la
Segunda Guerra Mundial, el presidente estadounidense Harry S. Truman
atacó al Imperio de Japón con dos bombas atómicas; una en
Hiroshima y otra en Nagasaki.
La que reventó
en Hiroshima parecía una condena inexorable para Sadako Sasaki. El
arma nuclear explotó a 1.600 metros de su casa, cuando ella tan solo
tenía dos años.
El estallido de
la bomba expulsó a Sadako por la ventana de la casa, en medio de una
lluvia negra que arrastraba arena, remanentes de construcciones y
brazos humanos.
Mucho tiempo
después, Fujiko Sasaki recordaría en entrevistas cómo logró
abrazar a su pequeña hija Sadako entre el apocalipsis.
La madre de
Fujiko no resistió el bombardeo y falleció, pero la indefensa
Sadako sobrevivió contra cualquier expectativa, y se convirtió en
una de las vivencias más relevantes entre los damnificados del
desastre.
Los libros de
historia cuentan el resto del relato: Japón se rindió, acabó la
llamada Guerra del Pacífico y los nipones comenzaron un proceso de
reconstrucción del país.
Sadako creció
con el recuerdo de la guerra en su cuerpo pero no en su memoria.
Algunas cicatrices del desastre la acompañaron en una infancia que
parecía habitual dentro de lo trágico de la situación, hasta que
llegó el día de la hinchazón en medio de la carrera.
La niña de 11
años comenzó a sentir una picazón en las piernas tan solo un mes
después de que arrancó la inflamación en su joven cuerpo. Cuando
Sadako miró sus piernas, una seguidilla de manchas rojas y púrpuras
advertían que algo sucedía en su cuerpo.
Su madre no tardó
en reaccionar y para el 20 de febrero de 1955, Sadako se encontraba
hospitalizada en la Cruz Roja de Hiroshima con la mala noticia entre
las sombras: se le diagnosticó leucemia maligna aguda de las
glándulas linfáticas.
“Esta es una
enfermedad de la bomba atómica”, dijo su madre cuando supo la
noticia, y reventó en llanto al saber que la expectativa de vida
para su hija era de máximo un año.
La niña, quien
cada vez se veía más delgada, delataba con su cuerpo la enfermedad.
Fujiko Sasaki, su madre, escribió en muchas ocasiones cómo los ojos
de Sadako parecían desgastarse, como si se preparasen para cerrarse
por siempre.
Con agujas, tubos
y camillas como su ecosistema, Sadako fue internada en el hospital
que, casualmente, albergaba a otros niños con el mismo padecimiento.
El rumor de radiaciones producidas por la bomba en el desarrollo de
la enfermedad cada vez se hacía más sonoro, sobre todo por la
cantidad de niños que sufrían (según registros, más de 60
presentaron el mismo caso cuando Sadako fue internada).
Para agosto de
ese año, Sadako conoció a una mujer llamada Chizuko Hamamoto (entre
los registros se discute si fue una adulta o una adolescente) quien,
al mirar a la niña adolorida, decidió motivarla con una historia.
“¿Conoces la
historia de las mil grullas?”, le preguntó Chizuko a la niña.
Sadako nunca había escuchado algo de esa leyenda.
Chizuko procedió
a contarle un relato que actualmente pertenece a la mitología social
de Japón. La mujer le comentó de una antigua leyenda japonesa que
promete que, quien pliegue mil grullas de origami, recibirá un deseo
por parte de los dioses.
“Podrías
desear sanarte”, le dijo Chizuko a la infante, mientras le enseñaba
cómo confeccionar el diseño de la insigne ave de patas largas.
Sadako le contó
la leyenda a su madre y le pidió ayuda para encontrar el papel
suficiente con tal de lograr la promesa.
Papel higiénico,
envoltorios de medicamentos, restos de basura… Todo funcionaba para
la niña que, según recuerda su madre, había cambiado la mirada
existencial por una rebosante de esperanza ante la expectativa de las
mil grullas.
Un par de meses
después, mientras continuaba con su labor de origami, la niña
conoció a un muchacho internado en el hospital por repercusiones de
la radiación de la bomba. Sadako trató de persuadirlo para que
intentase diseñar las grullas pero el joven contestó que los dioses
ya no lo podían ayudar. “Sé que moriré mañana", le dijo el
muchacho, según se cuenta en el libro que Eleanor Coerr escribió al
respecto.
Esa misma noche,
el adolescente murió, y a Sadako le comenzó a correr un sudor frío.
Mil anhelos
Los detalles de
los últimos días de Sadako Sasaki son escasos. Su tiempo libre era
utilizado de lleno para doblar grullas, conversar con su amiga
Chizuko y pasar los últimos ratos con su familia.
Para comienzos de
octubre de 1955, el sueño de volver a correr era completamente
imposible. Según los escritos de su madre, la niña se disponía a
afrontar su futuro inmediato.
En esos días, su
pierna no registraba ningún color más que el morado. La hinchazón
era parte de su cuerpo y el corazón poco a poco se disponía a
morir.
La mañana del 25
de octubre, como siempre, su padre y madre llegaron a visitarla. La
enfermera les comentó que Sasaki llevaba una semana sin comer.
Fijako, la madre,
pidió un té de arroz. Se le acercó a su oído para instarla a
comer. Sasaki cedió y le dio una probada. “Es sabroso”, dijo
suavemente.
Esas fueron las
últimas palabras que pronunció Sasaki Sadoko en su vida. Con el
abrazo de su familia, la niña murió a los 12 años.
En medio del
llanto, Fijako se acercó a la habitación de su difunta hija y
encontró el puñado de grullas que dobló durante el año. La cifra
total de origamis fue de 644 grullas.
Al saber la
noticia, el resto de internos del hospital se sumaron a una causa
tácita: completar las mil grullas que Sasaki anheló.
Para el día de
su funeral, Sasaki Sadoko fue enterrada con las mil grullas que
doblaron los otros enfermos, quienes poco a poco murieron en los
siguientes meses.
Cada 6 de agosto,
a sabiendas de este relato, miles de personas en el mundo le dedican
un homenaje a Sasaki en su memoria.
En el Parque de
la Paz de Hiroshima se construyó una estatua con forma de grulla
dedicada a la infante. Semanalmente, muchos visitantes llegan a dejar
grullas como un símbolo de paz universal.
En la base de la
estatua se lee una leyenda: “este es nuestro grito, esta es nuestra
plegaria: que haya paz en el mundo”.
Fuente:
Jorge Arturo Mora, La niña que sobrevivió a Hiroshima para morir, 05/08/18, La Nación de Costa Rica.
No hay comentarios:
Publicar un comentario