viernes, 27 de julio de 2018

Chubut: accidente en salmonera noruega genera alerta en pobladores del lago Puelo

Setecientos mil salmones escaparon a comienzos de julio, la mitad tratados con un antibiótico nocivo para el consumo humano. Ingreso de los depredadores podría tener consecuencias devastadoras.

por Ulises Crauchuck

El pasado 5 de julio, tras una tormenta, más de 690.000 salmones del Atlántico (Salmón salar) escaparon del centro de cultivo Punta Redonda, perteneciente a la empresa noruega Marine Harvest, en las aguas del estuario del Reloncaví en la región de Los Lagos, Chile. Esto ha puesto en alerta no solo a pescadores artesanales y ambientalistas trasandinos sino que también a la población del lago Puelo, Chubut, ante la posibilidad de que la masa de depredadores remonte desde el Pacífico el río que le da nombre al mencionado lago chubutense.

Del total de salmones de cultivo se estima que 463.000 habrían sido tratados recientemente con Florenicol, un antibiótico veterinario nocivo para el consumo humano. Por otra parte, aseguran que el ingreso al ecosistema marino de una cantidad de salmones tan enorme podría tener consecuencias devastadoras, debido a la transmisión de patógenos y enfermedades a otras especies. Se trataría del enésimo accidente de una empresa salmonera en la región de Los Lagos.

Sergio Rusak, intendente del Parque Nacional Lago Puelo, que se encuentra a unos 80 km de la costa del Pacifico, relativiza el impacto posible en la región: “Es posible que en 15 días asciendan desde el Pacífico hasta esta zona, pero no es la época para que vengan a desovar. Y por alimentación se van a quedar en el estuario del Reloncaví, más si son peces de criadero acostumbrados al balanceado”, señaló a medios locales.

Sin embargo, indicó que el alerta “ya fue puesto en conocimiento del biólogo de Parques Nacionales, con sede en San Carlos de Bariloche, quien trabaja en el tema pesca para toda la Patagonia, a efectos de que se comuniquen con el Consulado de Chile para tener mayor información”. Las autoridades del país vecino informaron por su parte que “la fuga podría tener efectos sobre especies nativas y contaminar aguas prístinas”.

Según Claudio Quezada, profesional del centro de investigación Núcleo Milenio de Salmónidos Invasores (INVASAL), financiado por el Ministerio de Economía, Fomento y Turismo del país trasandino, “estos salmones están en un ecosistema totalmente distinto al que conocen. No sabemos si al interactuar con otros peces o crustáceos podrían depredarlos o no”. Aunque relativizó: “Es posible que al haber sido siempre alimentados con pellets, muchos no sepan encontrar su propio alimento”.

Sin embargo INVASAL ya había alertado del impacto del Salmón salar en situaciones similares: “Tras un escape de 300 mil salmones del Atlántico desde un centro de Cooke Aquaculture Pacific en el área de Puget Sound (Estados Unidos) en agosto del 2017, ejemplares aun fueron capturados en ríos apartados a 108 y 64 kilómetros del centro de cultivo de acuerdo a lo reportado por The Seattle Times en febrero y abril del 2018 respectivamente”.

Concentración económica y negligencia capitalista

Desde hace más de 20 años, las bahías, fiordos y estuarios de la costa sur de Chile se han incorporado a la ingente producción de salmónidos. En este período record Chile se ha transformado en el segundo productor mundial de salmones del mundo detrás de Noruega, acaparando el 25 % de la producción mundial.

El impulso ha venido de la mano de grandes multinacionales como Mitsubishi o empresas “nacionales” como Multiexport Foods. El proceso de concentración capitalista ha llevado a que diez empresas controlaran el 80 % de las 1320 concesiones existentes en 2015, 505 de las cuales se concentran en la región de Los Lagos. En ese mismo año la fusión entre AquaChile y Marine Harvest ha significado que la empresa de origen noruego concentre el 26 % de los centros de cultivo de salmónidos del país, unos 344 en total.

La multa establecida por las autoridades chilenas a Marine Harvest por este incidente equivale a unos 28.500 kg de salmón en el mercado noruego, mientras los salmones escapados equivalen a unos 1.8 millones de kilos. La posibilidad del quite de la concesión tampoco parece ser significativa en el volumen de centros de cultivo que la empresa concentra. Claramente la preocupación de la empresa no es la multa, ni mucho menos el impacto ambiental, sino las ganancias.

Por otra parte, el caso en sí mismo evidencia el riesgo permanente que la industria representa para los ecosistemas y lo endeble de cualquier tipo de organismo de control o legislación en materia de sustentabilidad. Según Stefanía González de Greenpeace Chile: “No puede ser que un simple temporal, nada fuera de lo común en la zona, genere una emergencia de esta magnitud. El centro se instaló el 2017 y en menos de un año presenta esta emergencia. Es evidente que hay normas de seguridad y de impacto ambiental que no se están cumpliendo”.

Según denuncian en el centro no había personal disponible para activar planes de contingencia y no pudieron ingresar hasta dos días después de la emergencia, lo que refleja la escasa capacidad que tienen las salmoneras para enfrentar este tipo de contingencias. La empresa alega estar recapturando los especímenes escapados acudiendo a pescadores artesanales a quienes se les pagaría unos $150 ARG por pieza. Hasta el 21 de julio se hablaba de un 5,7 % del total, lo cual está lejos del 10 % establecido por ley para no considerarlo desastre ambiental y accionar contra la empresa de manera más contundente.

Una industria en permanente emergencia sanitaria

El uso de antibióticos de manera desmedida es otro de los daños ocasionados por la industria salmonera a la región. Al igual que en ganadería, el impulso de la producción en feed-lots impacta no solo en la salud de los consumidores (al subir el nivel de resistencia a antibióticos y el consecuente uso de fármacos más potentes), sino también en los ecosistemas.

En 2013, el Servicio Nacional de Pesca de Chile informó que la industria había utilizado 450.700 kilos de antibióticos, unas 500 veces más que la industria noruega en dicho período. Allí reside el motivo de la relocalización de buena parte de estas empresas a zonas donde evadir controles y normas elementales de cuidado del medioambiente. Según Liesbeth Van der Meer, directora ejecutiva de la ONG Oceana, en los países productores como Noruega se utiliza en promedio 45 gramos de antibióticos al año por tonelada, mientras que en Chile la industria llega a utilizar 950 gramos por la misma cantidad de peces.

Por su parte, Florencia Ortúzar de la ONG AIDA, la alimentación con pellets, sumado al cada vez mayor uso de antibióticos “genera un flujo constante de desechos -que incluyen muchos de los químicos que han debido consumir- que van acumulándose en el fondo marino. Toda esta descarga, que ha sido constante por ya más de 20 años, contribuye a la eutrofización (o pérdida de oxígeno) del medio acuático, el último ingrediente que precisaba la marea roja para ser absolutamente arrasadora”. Se trata de 900 toneladas de desechos que se depositan en el mar anualmente por cada concesión.

Por otro lado, el fenómeno de Florecimiento de Algas Nocivas (FAN) asociado a la salmonicultura ha provocado en lo que va del año 2450 toneladas de salmones muertos en 82 centros de cultivo en todo Chile, desperdicios volcados al mar con el consiguiente impacto en la cadena alimenticia.

Si en 2009 la Anemia Infecciosa del Salmón (ISA) provocó la caída del 37 % de la producción, los niveles record del año 2013 fueron producto del uso indiscriminado de fármacos en la producción que llevó al desastre ecológico de mayo de 2016, cuando 9.000 toneladas de salmones muertos fueron arrojados en alta mar produciendo una aumento descomunal de bacterias e infecciones en mamíferos marinos y pelácidos.

En aquella ocasión se culpó al efecto de la corriente de El Niño por la marea roja descomunal. Las enormes movilizaciones protagonizadas por los habitantes de la Isla Grande de Chiloé en aquel momento hicieron conocer al mundo el impacto ambiental brutal de esta industria en la región, evidenciando que el crecimiento macroeconómico de las exportaciones solo trajo miseria y precariedad para el pueblo del Pacífico Sur, como en todos los procesos de relocalización a lo largo y ancho del planeta. Aquí también se ve que nuestras vidas y el ambiente valen mucho más que sus ganancias.

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