La madera sirve
para levantar refugios, cocinar, calentarse u obtener ingresos. Pero
la llegada de refugiados a una zona puede degradar el bosque
circundante.
por Carlos Laorden
A la chadiana
Hadje Gombo, sus tres hijos y muchos de sus vecinos no les quedó más
remedio que huir con lo puesto cuando se vieron atrapados por la
violencia de Boko Haram y la respuesta de las fuerzas del orden.
Escaparon hasta encontrar un lugar relativamente tranquilo cerca de
Bol, al este del lago Chad. Allí, como ellos, miles de desplazados
aterrizaron en una zona ya de por sí pobre y olvidada. No les quedó
otra que recurrir a los árboles y arbustos para construir sus
chozas. Y para cocinar. Incluso para vender la madera.
En el mundo hay
68,5 millones de personas que se han visto forzadas a abandonar sus
hogares. Y ocho de cada 10 (casi 55 millones) dependen, como Gombo,
de los árboles para refugiarse, calentarse, alimentar a los animales
u obtener algún ingreso. Por lo general, para gente que llega sin
apenas nada a zonas rurales, la madera es un bien esencial. El
problema intrínseco de los desplazamientos forzados es que no son
ordenados, y los afectados llegan en gran número y en poco tiempo.
Eso hace que, muchas veces, acaben o deterioren los bosques,
generando un impacto medioambiental pero, sobre todo, agotando ese
recurso que les es tan necesario.
En el
asentamiento de refugiados de Bidibidi (Uganda), se calcula que en
2017 se quemaron más de 300.000 toneladas de leña para combustible.
A ese ritmo, el bosque se agotará en tres años y no quedará madera
para los refugiados. El Acnur y la FAO (agencias de la ONU para los
refugiados y para la alimentación y la agricultura), han publicado,
con motivo del Día Mundial del Refugiado, una guía para buscar soluciones a este problema. Desde proteger las zonas boscosas a las
que llegan los huidos, hasta estrategias de plantación y
reforestación (especialmente de especies de crecimiento rápido)
pensando, sobre todo, en situaciones en las que no haya alternativa.
“Si no
hubiéramos tenido esta ayuda, no nos habría quedado más remedio
que vivir de los bosques”, explicaba Gombo el año pasado, tras
recibir semillas y una bomba de riego para cultivar tomates y
vegetales. Quería decir que la única salida habría sido talar
todavía más madera (con ella construyeron sus refugios) para
venderlos como leña o material. “En esta zona ya no quedaría
nada”, calculaba señalando los frondosos árboles que rodeaban el
huerto.
Cuando se
levantaban campamentos como el de Luwani (Malawi), que acoge a
refugiados mozambiqueños desde 2015, los trabajadores de Acnur y
otras ONG proveían de materiales de construcción e insistían en la
necesidad de regular la tala de bosque. “La gestión ambiental
responsable es una parte integral de las estrategias para hacer
frente al desplazamiento a gran escala y gestionar sus
consecuencias”, según Andrea Dekrout, coordinadora de Medio
Ambiente en el Acnur.
En Betaré-Oya (Camerún), donde los desplazados de República Centroafricana
conviven con sus anfitriones cameruneses, hay cerros que han quedado
completamente pelados. “A medida que aumentan las crisis
prolongadas, hemos visto tierras muy degradadas y sin árboles en los
entornos de desplazamiento”, explica Shukri Ahmed, de la FAO.
Permitir que la tala continúe en estos contextos, según el experto,
continuará alimentando conflictos, pues hará que los refugiados
compitan entre sí (y con las comunidades de acogida) por recursos
cada vez más escasos y también privará a las generaciones futuras
del potencial de los bosques.
El manual
publicado este miércoles aborda desde la protección contra
incendios hasta la distribución de los derechos a explotar el
bosque. También orienta sobre qué especies conviene plantar en
función de su destino (combustible, material de construcción...) o
sobre cómo organizar viveros. Es una guía de urgencia que ofrece
métodos acelerados para proteger, conservar y recuperar zonas
boscosas. Un elemento básico para la sostenibilidad del planeta, y
fuente de alimento, calefacción, refugio y sustento directa o
indirecta para 2.400 millones de personas en el mundo: casi uno de
cada tres habitantes del planeta.
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Fuente:
Carlos Laorden, Los árboles, vitales para millones de desplazados, 20/06/18, ElPaís. Consultado 21/06/18.
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